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La necesidad de diálogo

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Una característica que viene ganando a los sistemas políticos democráticos en el mundo es la polarización y el atrincheramiento en posiciones dogmáticas y pseudoprincipistas.

Para apreciar que no es un asunto vernáculo solamente, basta ver lo que está pasando en Estados Unidos, Inglaterra, Francia o España en el primer mundo, y en Argentina y Chile en la región.

Para citar una opinión calificada al respecto, el cientista político Francis Fukuyama en su reciente libro The origins of political order señala como uno de los principales desafíos de la democracia norteamericana la extrema polarización y la falta de diálogo entre demócratas y republicanos. Lo que está ocurriendo hoy en la campaña por las primarias en cada partido reafirma su temor; no existe diálogo y el Congreso se encuentra sencillamente bloqueado.

En nuestro país, y en las páginas de este mismo diario, el tema ha sido abordado por varios columnistas, como Juan Martín Posadas o Francisco Faig, entre otros. En su columna del sábado Faig concluía que: "Cuando el país entra en un tiempo económico y social diferente en el que todo ya no será tan fácil como en esta década de bonanza, esta apertura hacia lo distinto que busca caminos de encuentros no dejará totalmente satisfechos a todos. Pero es un imperativo político y moral para seguir construyendo República."

Cualquier persona que mire la realidad sin que la divisa partidaria le tape los ojos percibe que los próximos años van a ser más difíciles para el país y que es más necesario que nunca extremar los esfuerzos por encontrar terreno común entre los partidos. Que no será fácil, que implica resignar lo accesorio para lograr lo principal y que puede tener costos políticos no hay dudas, pero sería criminal no intentarlo.

La falta de diálogo y entendimientos entre los partidos encuentra a su principal responsable en el presidente de la República Tabaré Vázquez. No se puede ayudar a quien no se deja ayudar, y cuando la oposición le tendió la mano él prefirió, a lo Lorenzo Batlle, gobernar con su partido y para su partido.

Si el primer mandatario persiste en su actitud de menospreciar a la oposición y de seguir sometido a los sectores radicales y sindicales que le vienen pisando la cabeza desde que comenzó el gobierno, los partidos de la oposición no pueden hacer mucho en la búsqueda de un diálogo fructífero. En otras palabras, el país necesita imperiosamente para avanzar en temas claves que el presidente cambie su actitud o de lo contrario estaremos condenados a cuatro años de pasmosa inutilidad.

Admitida esta primera responsabilidad no está de más pedirle a los partidos de oposición que sean más creativos a la hora de buscar entendimientos y procuren salvar al presidente Vázquez de sí mismo, de los radicales frentistas y de esa forma intenten salvar al país.

En este sentido la iniciativa de la senadora Verónica Alonso de promover un encuentro entre el presidente Vázquez y el candidato más votado de la oposición en la última elección, Luis Lacalle Pou, es valiente y audaz. Se expone, como ha quedado claro en estos días, a que le peguen especialmente desde su propio partido y su propio sector, lo que demuestra que está dispuesta a asumir el imperioso camino de postergar el tiempo electoral para ir al encuentro del interés nacional. Desde el punto de vista de la estrategia política es una movida arriesgada, pero quizá sea el último intento que veamos por tender puentes y buscar avances sustantivos para el Uruguay hasta el 2020, por lo que el intento inequívocamente vale le pena.

Nuestra política vernácula está acostumbrada a las declaraciones predecibles y aburridas, a los esquemas de buenos y malos y a los discursos reafirmadores de las posiciones previamente asumidas con cansina intrascendencia. Así es que cada vez tenemos una peor educación, una peor salud, una peor seguridad y el largo etcétera de temas en que vamos de mal en peor a pesar del crecimiento de la economía. Mientras el mundo avanza nuestro país dramáticamente retrocede y le niega a las nuevas generaciones un futuro mejor del presente que sufrimos.

Nadie en su sano juicio puede conformarse ni resignarse a que este deba ser el destino ineluctable de la sociedad uruguaya, pero para cambiar el tranco hay que ser valientes e innovadores. Por el bien del país sería muy bueno que Vázquez y Lacalle Pou acepten el camino de encuentro propuesto por Alonso.

EDITORIAL

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