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La necesaria apertura

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En el día de ayer el presidente de la República Luis Lacalle Pou recibió a su homólogo paraguayo Mario Abdo Benítez en la residencia presidencial de Punta del Este, culminando la ronda de reuniones que llevó adelante con los otros tres presidentes de los países fundadores del Mercosur.

El Presidente Lacalle viene insistiendo con la necesidad de flexibilizar el bloque para adaptarlo a los tiempos modernos y que responda a las necesidades de cada país, lo que parece particularmente oportuno para enfrentar un problema estructural y, a la vez, responder a las necesidades de la pospandemia.

Es evidente que el Mercosur se ha convertido en una prisión para el Uruguay, que le impide en su formato actual seguir su mejor interés que es indudablemente la apertura. No solo el camino es la apertura, sino una rápida y agresiva, que coloque al país en el mundo. “No existe un país pequeño, cerrado y próspero” expresó con claridad nuestro columnista Agustín Iturralde y tiene una razón indiscutible. La propia historia del Uruguay es frondosa en ejemplos de la suerte de un país pequeño con distintas estrategias comerciales.

Fuimos un país extraordinariamente próspero, de los más ricos del mundo, en la etapa liberal de apertura al mundo en el siglo XIX. Con las políticas proteccionistas del siglo XX nos fuimos quedando hasta llegar a ser una economía cerrada y en crisis en la década del cincuenta. Recién con la tímida apertura de los setenta impulsaba por Alejandro Végh Villegas, el país volvió a crecer luego de dos décadas de estancamiento, aunque la inestabilidad macroeconómica conspiró contra un proceso de desarrollo genuino hasta nuestros días.

Desde hace mucho tiempo que la situación de nuestro país en materia de inserción internacional deja mucho que desear. Al analizar la última década larga se constata que mientras otros países de perfil similar o con exportaciones competitivas han mejorado su inserción internacional, la de Uruguay se ha estancado si no ha empeorado. El Índice de Vulnerabilidad Comercial (IVC) que realiza el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) año a año es por demás elocuente en la materia.

El IVC mide el porcentaje de las exportaciones que realiza un país pagando aranceles, a países por lo tanto con los que no tiene convenios comerciales. A mayor valor del índice, por tanto, peor inserción internacional del país. Vale la pena repasar algunas cifras. Australia pasa de un IVC de 82,8% en 2006 a uno de 25,8% en 2020, una mejora impresionante. Nueva Zelanda, país por muchas características comparable al nuestro, pasa en el mismo período de un valor de 76.5% a 31,9%, también una superación considerable. Chile, que parte de un valor mejor en 2006 de 56,8%, llega a 13,9% en 2020, mostrando también una mejora muy trascendente. Perú, por su parte, tenía un índice de 58,9% en 2006 y pasa a uno de 12,2%, un logro bien relevante.

¿Y a Uruguay como le va? Pues bien, mientras que en 2006 teníamos un IVC de 57,1% en 2020 llegamos al 63,4%: vale decir mientras que la mayoría de los países relevantes para nuestro país y los que compiten en la colocación de exportaciones con nosotros han mejorado sensiblemente, nosotros no solo no mejoramos nada sino que retrocedimos. Uruguay XXI estimó en 2019 pagamos por aranceles a nuestras exportaciones unos 337 millones de dólares, lo que solo es una forma de medir el problema. Los aranceles son un costo pesado, pero también muchas veces se vuelven trabas infranqueables frente a otros países que no deben pagar esos aranceles, dificultando el acceso o volviendo inestables los flujos comerciales, otro tema muy sensible.

La necesidad de flexibilizar el Mercosur para que Uruguay avance de una vez en su inserción internacional con logros palpables, es una verdadera urgencia. Un acuerdo con Paraguay en ese sentido, es vital para el país.

Para poner un ejemplo concreto pocas veces mencionado, las exportaciones de carne a Japón pagan nada menos que 38,5% de arancel, mientras que Australia, que también exporta carne, tiene un acuerdo comercial. La desventaja en todos los factores reseñados es por demás evidente.

La necesidad por tanto de flexibilizar el Mercosur para que Uruguay avance de una vez en su inserción internacional con logros palpables es una verdadera urgencia. El trabajo conjunto que vienen mostrando el Ministerio de Economía y la Cancillería en esta materia es alentador, así como el empuje de la diplomacia presidencial. Hace bien el gobierno en poner buena parte de su energía en este tema en que se juega buena parte de la estrategia de crecimiento y desarrollo para el Uruguay y es también urgente en tiempos de recuperación del producto y el empleo.

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