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El mundo que se viene

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La globalización no es un fenómeno de progresión lineal. Parece que hemos entrado en una fase de contracción o desvío, como cuando el proteccionismo se apoderó del mundo después de la Primera Guerra Mundial. Esta vez el Brexit dio la primera señal y la elección de Trump parece haber dado una segunda vuelta de tuerca.

Se destila del resultado del referéndum en Gran Bretaña (GB) que esta nación no quiere perder su identidad racial, más allá de lo cambiada que ya está. Teme no reconocerse de aquí a unos años. Desearía quedarse en la Unión Europea (UE), pero sin recibir masivamente a los refugiados que llegan de Asia Menor, Medio Oriente y África, a razón de cientos de miles por año, expulsados por las hambrunas, las guerras civiles y religiosas, la anarquía o las crueles dictaduras. Buscan posibilidades de progreso y también caridad. En otras palabras, GB ya no acepta la premisa de la libre circulación de personas dentro de la UE.

Además del rechazo a la enorme injerencia del Consejo Europeo en las decisiones y reglas que atañen directamente al Reino Unido. ¿Lo seguirá siendo? El resultado del referéndum ha removido la situación.

Tampoco es la única voz que se alza en contra de ese pilar europeísta que en buena medida ha dejado de ser europeo y étnicamente homogéneo. Además, frente a este gran flujo migratorio, existe entre muchos el temor de que con la proliferación de nacimientos musulmanes, algunas naciones europeas dejen de ser mayoritariamente cristianas a la brevedad. Estos flujos migratorios traen aparejados un inmenso costo económico y gran presión sobre la infraestructura existente. Son distintos, sus costumbres no gustan. Muchos no sabrán adaptarse, otros no querrán hacerlo. Algunas prácticas que traen consigo, como la ablación a las niñas, provocan rechazo por crueles y despreciables. Finalmente, no todos los que llegan vienen en son de paz para forjar un mejor destino para ellos y sus hijos. Entre los refugiados se mezclan los terroristas y si bien en número son pocos, alcanzan para crear dolores de cabeza y peligros. Frente a los desaires y destratos que sufrirán, a la falta de inclusión social, la discriminación y sus propias falencias, es muy posible el fenómeno de la radicalización.

Habrá que ver qué sucede en las próximas elecciones en Francia. La posibilidad de que Le Pen llegue a la segunda vuelta, hoy día no es a descartar. Angela Merkel va quedándose aislada, envidiada por el éxito económico y fiscal de una Alemania que trabaja, exporta y ahorra como nunca. Por otro lado, los vecinos también se resisten a aceptar las oleadas de inmigrantes que llegan.

Trump derrotó a Hillary porque supo inspirar más esperanzas que ella, prometió cambios, revertir el proceso. Identificó frustraciones y desencantos, a pesar de que las personas que hoy buscan empleo representan el índice más bajo en décadas. Pero los salarios y el aumento del bienestar no han sido parejos.

La globalización ha sido altamente beneficiosa para muchos países, especialmente para China, pero en términos relativos, lo ha sido poco o nada para la clase media norteamericana. Los empleos de los red necks en la industria manufacturera y minera se han reducido a consecuencia de tratados de comercio internacional, tarifas e impuestos, el éxodo de más de una empresa —o sus filiales— al exterior (ej. Ford a México), regulaciones contra la polución (carbón), los robots y los inmigrantes, legales o no, que le han "quitado puestos de trabajo" a los norteamericanos nativos y han disminuido su capacidad de negociar mejores condiciones. Hillary por su parte, cometió el error de calificar de "deplorables" a esos opositores que se sentían dejados de lado. Evidentemente se dieron por aludidos.

Por lo tanto, algunos cambios se van a producir. No todos los que anunció el nuevo presidente, pero no es que no vaya a cambiar nada. Las ventajas de las tarifas que se impongan o los tratados que se alteren lograrán alguna mejora para los trabajadores norteamericanos, pero su beneficio será más bien de corto plazo. Es lógico que haya retaliación de las naciones afectadas, así que el comercio se resentirá. Se deportará a los indocumentados, empezando por los de prontuario criminal y se seguirá alargando el muro ya existente con México. Peligra la negociación del tratado con los estados del Pacífico y con la UE. Se redefinirá el Nafta. Podrá ser algo distinto con GB. Pasará un tiempo hasta que se reviertan estas tendencias en el mundo.

Lástima que Vázquez no aprovechó a firmar el TLC con EE.UU. cuando se lo ofrecieron. O no estaba tan convencido como Astori o se dejó doblegar por los compañeros. Un error histórico.

EDITORIAL

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