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El mundo de Constanza

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La "clase política" en Uruguay es amplia y muy plural. Hay liberales que creen que el Estado debería dejar más espacio a la iniciativa privada, hay gente de izquierda que cree que el gobierno debe definir todo, hay socialdemócratas (en todos los partidos) que tienen visiones intermedias sobre lo que lleva a las sociedades al progreso. Y después está Constanza Moreira.

Hay veces que es natural sentir envidia de Constanza Moreira. Su visión del mundo es tan lineal, tan implacable, tan libre de esas frustrantes dudas y matices inherentes a la condición humana, que resulta tentador poder prescindir de todo, y tener tan claro lo que está bien, y lo que está mal. De que lado están los buenos, y de cual lo malos del mundo. El problema es que salvo en los programas de Discovery Kids, la vida poco tiene que ver con eso.

Una gentil entrevista publicada la semana pasada por el semanario Brecha nos permite una mirada a ese mundo ideal. Y lo que revela no es para dejar a nadie tranquilo. Sobre todo si ese alguien cree que la hoy senadora está llamada algún día a jugar un papel central en la política nacional.

Si se le consulta sobre el gobierno de Venezuela y sobre la polémica entre el excanciller Almagro y Nicolás Maduro, no hay dudas al respecto. La muerte de un dirigente opositor en plena campaña debe ser "contextualizada" y solo escandaliza a las "elites domésticas y externas". No a un genuino dirigente popular como ella. Si se habla del clima complicado previo a los comicios en ese país, y de las declaraciones de Maduro cuando decía que si perdía se lanzaría a la calle a resistir y nunca entregaría el poder, solo se está haciendo el juego al imperialismo. Y, por supuesto, quienes critican a Maduro, son habituales cómplices silenciosos de Israel cuando mata palestinos y de México con sus fosas de cadáveres.

Esto último es algo confuso ya que no se entiende bien qué tiene que ver un gobierno en guerra abierta con los cárteles con posturas políticas, pero a fin de cuentas, somos simples mortales así que no hay que darle mucha vuelta. Ella sabrá lo que dice mejor que nosotros.

Si se critica el estado de la educación en el país, solo se está formando parte de un movimiento de "neurosis enorme", que hace que la gente odie a los profesores y hasta les pegue. Y sugiere que todos deberíamos bajar las expectativas sobre los cambios en la educación, ya que como el 49% de los niños nacen en hogares pobres, no hay mucho que se pueda hacer al respecto.

De nuevo, la sabiduría de Moreira excede la capacidad de comprensión del testigo de a pie. ¿Cómo hizo Uruguay en su momento para integrar a miles de inmigrantes que llegaban en la absoluta miseria, para que en una o dos generaciones pudieran cambiar su condición? ¿Como hace Estados Unidos para recibir millones de personas de culturas distintas y que sus hijos accedan a los más altos cargos, entre ellos la Corte Suprema como Sonia Sotomayor, o el actual ministro de Vivienda, Julian Castro?

Tampoco le gusta a la senadora que Uruguay integre el Consejo de Seguridad de la ONU. Cree, citando a otra luminaria global como Alberto Couriel, que implica un compromiso excesivo con Estados Unidos, quien "detenta el poder imperial en lo militar, comunicacional, científico, y financiero". "Que todavía es el dólar, es Hollywood y sus malditas series, es el inglés y es la academia". Pucha, cuánta razón. Lo raro es que EE.UU. arrancó su vida moderna el mismo día que nosotros, el 12 de octubre de 1492, si ellos hoy tienen todo eso, y nosotros a Constanza, ¿no será que algo bueno habrán hecho? ¿No sería inteligente intentar copiar algo de su exitoso modelo en vez de demonizarlo? Aunque sea alguna "maldita serie" de TV. Seguro que debe haber una explicación perfectamente razonable para entender que no. Habrá que consultar a Couriel.

Pero en un momento algo pareció flaquear, las certezas fueron menos ciertas, y se llegó a atisbar un frágil momento de humanidad en la senadora. Fue cuando dijo que como partido político "si insistís en que refundaste el país y el 49% de los niños nace en la pobreza... bueno, nos llenan la cara de dedos". Pero no. Fue solo un engaño. De inmediato, como en esos aparatos que a veces se trancan y requieren un golpecito cariñoso para recuperar la marcha, la senadora volvió al trillo y a la cantarina monotonía sobre amigarse con las feministas, con los ecologistas, a las consignas autocomplacientes como el matrimonio igualitario, el aborto o la megaminería (?). Cosas de veras importantes, no como ese molesto 49% de miseria infantil. Qué lindo sería tener las cosas tan claras. Si solo la vida fuera como una serie del Discovery Kids.

Editorial

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