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Ante un mundo en cambio

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El año empieza con un mundo en cambio, afectado por la pandemia pero también por realidades políticas y económicas que tienen impacto sobre Uruguay.

Con matices a veces específicos, lo que vive Uruguay respecto a la pandemia no es muy diferente a lo que sucede en el resto del mundo. Al haber manejado bien el comienzo de la emergencia sanitaria Uruguay logró enlentecer el proceso y prepararse mejor para afrontarlo, a la vez que nunca detuvo del todo su funcionamiento económico.

Tuvo que hacer, eso sí, grandes erogaciones para políticas sociales y subsidios que evitaran el colapso de numerosas actividades económicas. Buena parte del resto del mundo llevó adelante similares políticas con mayor o menor eficacia.

Ahora que el virus se expande con más celeridad, Uruguay enfrenta un similar problema al de otros países: el desinterés de mucha gente en cuidarse y al hacerlo, en cuidar a los demás.

Estos son los problemas comunes a todos. Pero a su vez, las realidades políticas de la región y del mundo permiten vislumbrar un mundo en cambio para 2021. Algunos generan incertidumbre y otros abren posibilidades.

La región por ejemplo se presenta con una diversidad llamativa. Ya no existe aquel círculo virtuoso del que habló hace 15 años Reinaldo Gargano como canciller del entonces presidente Tabaré Vázquez y en el que buena parte de América latina se alineaba en lo que algunos llamaron “progresismo”.

Hay sí focos de incertidumbre. Venezuela insiste tozudamente (y con ayuda desembozada de Cuba) en consolidar su cada vez más rígida dictadura. En Perú hubo una sucesión de cambios de presidentes con una elección nacional a la vuelta de la esquina. En Bolivia ganó el candidato de Evo Morales y asumió con una ambigua postura de ser su continuidad pero a la vez no serla.

En Argentina, la situación económica sigue complicada y como ya sucedió en el período kirchnerista anterior, también lo es la institucional. Hay un presidente pero la vicepresidenta se empeña en mostrar que tiene más poder. Gobernar en ese contexto, con una compleja situación económica y en medio de una pandemia, no es sencillo. Hace rato que Argentina es difícil de entender. En ese contexto, Uruguay busca consolidar sus relaciones con un vecino que mucho importa. Por ahora se ha conformado con un asado entre ambos presidentes en Anchorena.

Con Brasil, la situación es curiosa. Tomó un camino decidido en lo económico y no le está yendo mal. Eso ayudará a la necesidad uruguaya de más apertura hacia el mundo. Lo paradójico es que esa clara política la encabeza un presidente que en otros temas es absolutamente imprevisible.

También Estados Unidos plantea preguntas. En dos semanas habrá nuevo presidente y el saliente sigue sin reconocer que perdió. Más allá de que Joseph Biden ganó en buena ley, la actitud de Donald Trump le hizo un enorme daño a la institucionalidad democrática de su país. Es que si bien sus desplantes son propios de un niño malcriado que no admite perder, su conducta es apoyada por una porción importante de seguidores. Por lo tanto estamos ante un país cuyas políticas no solo dependerán de lo que su próximo presidente decida, sino también de como logre sortear una profunda división que si bien ya existía, Trump la exacerbó a límites alarmantes.

El nuevo gobierno de los Estados Unidos encabezado por Biden y Gran Bretaña pos Brexit son algunos de los grandes cambios de este 2021 y Uruguay debe buscar aprovechar la coyuntura que plantean.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea acaba de sellarse: ahora hay un acuerdo de libre comercio entre ambos. La excepción fue la especial consideración que se tuvo con Irlanda de Norte, un país que es parte del Reino Unido pero que gracias a que también lo era de la Unión Europea prácticamente entrelazó su economía, su población y su funcionamiento con la república de Irlanda.

El Brexit fue muy discutido en Europa y entre los propios británicos, pero para Uruguay puede presentar una oportunidad. En Londres se dice que los primeros acuerdos serán con países con larga afinidad como Australia o Nueva Zelandia, competidores nuestros. En otras palabras, Uruguay no sería una prioridad.

Eso no quita que Uruguay deba quedarse quieto. Estos acuerdos toman tiempo y ese tiempo empieza a contarse desde el momento del primer paso. Sin falsas ilusiones, sin expectativas irreales, Uruguay puede iniciar el camino para que lo que hoy no es prioridad para el Reino Unido, lo sea más pronto que tarde.

Este es pues el escenario mundial en 2021. Es diverso, disperso y complicado pero siempre hay rendijas para que países como el nuestro encuentren oportunidad y espacio para crecer.

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