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Mujica y el daño que no se ve

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EDITORIAL

Hay varios elementos dignos de cuestionar detrás de esta filosofía de boliche, barata e inconducente que suele enarbolar el ex presidente Mujica, tan efectista como dañosa para la sociedad en general.

El tema del día sin dudas es el debate electoral. Pero en las últimas 24 horas ha habido una sobredosis de análisis y opinión al respecto, por lo cual este editorial buscará profundizar en otro tema que no ha tenido demasiado impacto público.

El hecho en sí es menor, pero su responsable, el expresidente Mujica, es tal vez el político más influyente del país en las últimas décadas, algo que explica muy bien el momento que vive el país a nivel cultural y de convivencia. Y esa simple declaración sirve de disparador para intentar entender mucho de lo que pasa hoy a nuestro alrededor.

Durante un acto político, Mujica dijo “Nos va a pasar como a estos muchachos que trabajan en McDonald’s. Ahhhhh tú sossss el trabajador del mes, te ponen un cuadrito. Ja. Un porvenir bárbaro, Noooo ¡déjame una parrillada con el gordo de la esquina! Qué me venís con versos”.

Más allá de que todos estamos lamentablemente acostumbrados a este tipo de salidas pseudocancheras y al filo de la estupidez del expresidente, vale la pena no dejar pasar esta frase.

Primero, porque representa un agravio gratuito, injusto, absurdo, para varios cientos de uruguayos que se ganan la vida trabajando en la multinacional de las hamburguesas. Gente que con lo que recibe por su esfuerzo honrado, se paga estudios, ayuda a su familia, colabora con el país. Gente que, además, tiene el amor propio suficientemente bien cultivado como para no precisar entrar con una 45 a un banco para sentirse respetado por nadie.

En segundo lugar porque ese contraste entre McDonald’s y la “parrillada del gordo de la esquina”, es de un infantilismo maniqueo francamente tonto. A la mayoría de los uruguayos no les genera ningún conflicto emocional un día comer en un lugar, y al siguiente en el otro. Más bien que el único conflicto es tener suficiente dinero como para pagar la cuenta, en estos tiempos de vacas flacas e impuestos asfixiantes. Además, vamos a ser sinceros, en no pocos casos, McDonald’s garantiza sueldos y condiciones laborales que al gordo de la esquina se le suelen hacer difíciles. Y si no, Mujica puede preguntar a sus amigos del BPS.

Pero hay algo detrás de esta filosofía de boliche, barata e inconducente que suele enarbolar Mujica, que es tan efectista como dañosa para la sociedad en general. Primero, esa visión de que el trabajo es malo, y que el ideal de la vida sería pasarse criando panza bajo un árbol, o haciéndose el agricultor de subsistencia. Como todo en la vida, es cuestión de dosis. Y así como puede ser negativo para el ser humano pasarse la vida trabajando, y descuidando a la familia y el espíritu, lo contrario es todavía peor. Porque el que se desloma trabajando, por lo menos hace algo que termina por beneficiar de una forma u otra, al conjunto de la sociedad. Mientras que el que solo ambiciona lechonear en la rambla tomando mate, tal cual muchos publicistas de esta era mujiquista nos venden como ideal en las propagandas de yerba, la vida eventualmente también se le acaba. Y se acaba sin que haya hecho nada medianamente valioso o recordable.

Empuñar este tipo de filosofía en países donde la gente tiene la obsesión de trabajo, puede ser algo alternativo e interesante. En un país como Uruguay, donde se le ha metido a mucha gente en la cabeza que trabajar es “de giles”, y que la solución a los problemas se logra con “la lucha”, el impacto es nefasto.

Por último, hay otro argumento muy negativo en ese discurso mujiquista que condena el consumo y la búsqueda de la sofisticación material. De nuevo, es todo cuestión de medida. Pero ya bien lo decía José Enrique Rodó, cuando en Ariel hablaba del valor de la estética. La búsqueda de la excelencia, y la valoración por lo sofisticado, ya sea en una obra de arte, en una pieza de carpintería, o simplemente en llevar lo que uno hace al nivel más alto posible de calidad, es positivo para el hombre y la sociedad que lo rodea. En esa búsqueda esforzada por superar la mediocridad, y apuntar a lo mejor, los seres humanos encuentran una realización que jamás hallarán en el puro cultivo del ocio. Ese camino de excelencia es lo que hace mejorar y prosperar a las sociedades, y contribuye de manera contundente a elevar el espíritu de un grupo humano. Algo que Mujica y sus discípulos desprecian ordinariamente, tirando abajo el rasero de una sociedad que lo ha escuchado embobada por demasiado tiempo.

Según la biología, estamos cerca del final de la carrera política del expresidente. Y según las encuestas, su sector será de los más golpeados por el cambio de signo. Si eso se confirma, será la mejor noticia que recibirá el país en muchos años.

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