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Montevideo la resignada

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Muchas ciudades del mundo llevan añadido a su nombre algún adjetivo o algún concepto que la historia o el devenir cultural les ha legado. Así París es "la ciudad luz", New York "la ciudad que nunca duerme", Roma "la ciudad eterna" o Shanghái "la perla de Oriente".

Pues bien, la capital de nuestro país admite sin sobresaltos el mote de "la resignada". Es que ya nadie puede dudar de que los montevideanos nos hemos acostumbrado a malvivir cada vez en peores condiciones sin inmutarnos, adaptándonos al tránsito caótico, a caminar entre la mugre o ser maltratados por la burocracia departamental, con resignación propia del masoquista que disfruta de su infortunio.

En la última semana hemos visto en distintas entrevistas de prensa al intendente Daniel Martínez y a distintos jerarca de su "administración" —con el perdón de la palabra administración— explicando una vez más por qué todo funciona mal. A modo de ejemplo, Martínez explica que Montevideo está sucia porque hay pocos camiones para recoger la basura y un buen porcentaje de ellos están rotos, o el director de "desarrollo ambiental" dice que en su área "hay fallas por todos lados".

La pregunta del ciudadano, curtido a impuestos por una "administración" que brinda servicios deplorables a lo largo y a lo ancho de todas sus responsabilidades, es de cajón: ¿Y cuándo piensan hacer algo más que comentar la realidad?

El Frente Amplio completará al final de este período tres décadas de gobierno ininterrumpido en nuestra capital y nadie, con un poco de cariño a la verdad, deja de notar el estado calamitoso en que se encuentra, o ha dejado de pasar vergüenza cuando un extranjero le pregunta qué le pasa a Montevideo. Nuestra ciudad tiene características naturales, arquitectónicas y culturales que le dan un encanto natural que supo ser su sello. Desde las grandes obras de la rambla en las primeras décadas del siglo XX, pasando por el Teatro Solís en pleno siglo XIX, o sus amplias vías y bulevares en su época, Montevideo supo ser una ciudad pionera, moderna e innovadora. ¿Qué queda de eso hoy?

Más de un cuarto de siglo llevamos de gobiernos frentistas y las respuestas de los jerarcas es que están estudiando los problemas, o admiten lisa y llanamente, con el mayor desparpajo, que no los pueden solucionar. De diagnóstico en diagnóstico y de anuncio en anuncio continuamos viviendo rodeados de contenedores de basura transmutados en basurales endémicos en cada esquina. No parece tan difícil solucionar un tema que ciudades mucho más complejas manejan sin inconvenientes, pero el intendente sigue repitiendo que "la ciudad más limpia es la que menos se ensucia" mientras no cumple con la más elemental de sus tareas. Sigue el ejemplo de Ana Olivera, una excusa atrás de la otra, pero de soluciones ni hablemos.

Lo mismo ocurre con el tránsito. La inutilidad del gobierno departamental lleva a que el tránsito cada vez sea más lento y más caótico, y las pocas obras que se realizan resultan un desastre de planificación e instrumentación como el corredor Garzón. Ni poniéndole más ganas sería fácil hacer las cosas peor.

Pero al final del día las autoridades de la Intendencia y del Frente Amplio no se preocupan demasiado. Al fin y al cabo los montevideanos los siguen votando y así seguirán gobernando aunque la ciudad sea un chiquero que deteriora nuestra calidad de vida. Aquí hay que señalar, inequívocamente, las responsabilidades que le caben a la oposición por no haber logrado hasta el presente hilvanar alternativas serias y creíbles para Montevideo. En este asunto se aplica, y con muchas más razones que en el ámbito nacional, aquello de que el gobierno está preparado para perder pero la oposición debe demostrar que está pronta para gobernar.

Lo cierto hasta el día de hoy es que la nueva administración frentista encabezada por Daniel Martínez, a casi un año de su elección, ha sido tan ineficaz para solucionar los problemas del departamento como sus predecesores. Y más aún, ha entrado en la inercia de las excusas y los anuncios que nunca se concretan mientras la basura en la puerta de nuestras casas es una realidad cotidiana e inexorable.

Y así va, Montevideo la resignada, condenada a ocultar toda su belleza y potencialidad bajo el desgobierno y la desidia de la más rampante incompetencia. Algún día, quizá cuando la basura nos tape, llegará la hora de sana reacción del ciudadano y del contribuyente pero, por ahora, lamentablemente, nos sigue ganando la retórica vacía y la realidad decadente.

EDITORIAL

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