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Montevideo, qué mal te veo

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Algunos de los problemas más graves de Montevideo no son recientes. La promesa de quitar la basura fue hecha ya por Vázquez como candidato a intendente en 1989, y los problemas en el tránsito ya desvelaban a Arana como intendente hace 20 años. Pero lo asombroso es cómo evalúan los montevideanos la realidad de la basura por todas partes, y cómo esta administración Martínez se plantea mejorar el tránsito en la capital.

Una encuesta de Equipos realizada entre fines de abril y principios de mayo, mostró que el problema de la basura es visto por el 61% de los capitalinos como el principal problema de Montevideo. Pero también mostró que el 57% responsabiliza a los vecinos por el estado deplorable de la basura por toda la ciudad. Es un argumento sencillo y extendido: la culpa de la mugre es de los vecinos que son sucios. Solo el 26% de las personas encuestadas dijo que la culpa es de la Intendencia.

Así las cosas, la mayoría de los montevideanos no repara en que los servicios de la Intendencia son muy malos. Faltan camiones en buen estado para la recolección, no hay certezas de rutinas para levantar la basura de los contenedores y sobran los conflictos recurrentes que hacen que se acumule basura en cada esquina. Pero además, faltó planificación para algo elemental de esta década: con el aumento del consumo, aumentó la cantidad de basura. Por tanto, en vez de asegurar el mismo servicio que hace 10 años, que ni eso ocurre, lo que la Intendencia debió hacer es aumentar y mejorar la frecuencia de recolección o, al menos, hacerla previsible y eficiente.

La encuesta arroja otro resultado asombroso y frustrante. Si bien es cierto que el problema de la basura es considerado el principal, también es cierto que la mitad de los montevideanos cree que su cuadra está limpia o muy limpia, y 26% opina que no está ni limpia ni sucia. Hay que rendirse a la evidencia de que la mayoría de los habitantes de la capital ha perdido ya el sentido mínimo de exigencia para definir qué es una calle limpia. Sinceramente, alcanza con pasear por una ciudad en donde efectivamente las calles están limpias de verdad, como Santiago de Chile o Barcelona por decir dos bien distintas del extranjero, Trinidad, Minas o Colonia del Sacramento por poner ejemplos bien uruguayos que se registran en el interior del país, para constatar la diferencia con Montevideo. Solo el 24% de los montevideanos se da cuenta de esta realidad y afirma entonces lo que es una evidencia: que su ciudad está sucia o muy sucia.

El problema del tránsito es otro que cada vez es más grave. Están los últimos cortes de tránsito hechos por la "famiglia" del taxi en el centro de Montevideo. La Intendencia afirmó que no sanciona a los taxistas que cortan la calle por tratarse de una actividad gremial: no importa si lo hacen sin aviso, no importa si perjudican a la mayoría. La Intendencia no los sancionará, a pesar de que la "famiglia" decidió que seguirá realizando este tipo de manifestaciones que violan los derechos elementales de libre tránsito del resto de los ciudadanos.

Pero hay más. En 10 años de bonanza se duplicaron los autos empadronados en Montevideo: de 267.240 en 2005 pasaron a 535.463 en 2015. ¿Acaso se vio alguna obra que mejorara la movilidad para acompañar este crecimiento? El corredor Garzón fue un fracaso admitido por todos; el corredor de General Flores no se inauguró porque no sirve para mucho; y la terminal Colón hizo más lentos los trayectos en ómnibus.

Lo que sí hubo fue un aumento importante de embotellamientos. En horas pico, entre las 7:30 y las 9:30 de la mañana hacia el centro, y entre las 17:30 y las 19:30 de la tarde en el retorno hacia el este, hay entre 2.000 y 3.000 automóviles que circulan por la rambla y que invariablemente terminan haciendo que un trayecto que en condiciones normales llevaría 10 minutos, se trasforme en uno que no demora menos de media hora.

Lejos de establecer cambios que aligeren este tránsito, que ya hace años que es así de tedioso, lo primero que hará la Intendencia en unos días más será aplicar multas. Aplicará la novedad del sistema de fiscalización electrónica para los que excedan la velocidad permitida en la rambla. Luego, parece que para dentro de un mes, espera tener los datos suficientes como para fijar "olas verdes" que prioricen el tránsito en las horas pico en un sentido o en otro en la rambla. ¡Qué difícil le resulta algo tan simple como coordinar los semáforos!

Pasan los años y la Intendencia capitalina recauda siempre más. Eso sí: sigue sin poder asegurar una ciudad limpia y un tránsito ágil.

EDITORIAL

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