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La miopía militante externa

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Una de las cosas más deprimentes de cada período electoral, es consumir los artículos que corresponsales y enviados especiales mandan a los países “centrales” intentado explicar el panorama político uruguayo.

Las generalizaciones, la liviandad, la aplicación a fórceps de conceptos ajenos, son como para revolver las tripas.

Esto se potenció particularmente este año, ya que el Frente Amplio, cuyas figuras como el guerrillero sabio y sensible de José Mujica, o el oncólogo presidente Tabaré Vázquez fueron idealizados hasta extremos ridículos por la prensa extranjera, iba camino a una derrota segura. Entonces era más difícil cantar las loas a esa “izquierda” modélica tercermundista, con lo cual enviar un mensaje nada sutil a las sociedades de los países de origen de estos cronistas.

Habría muchos textos, de muchos medios, para analizar en este panorama. Pero nos vamos a centrar en uno, de El País de España, por reunir de manera casi perfecta todos los clichés, la superficialidad, y la actitud militante con tono paternalista, que tanto seduce a los periodistas españoles cuando les toca observar la realidad latinoamericana.

Para empezar, y como manda el estilo, la cobertura previa de la elección de este domingo venía acompañada por los perfiles de cada uno de los candidatos. Y comparados, ya de una, la imagen no podía dejar a dudas. El del candidato del gobierno, llevaba como título enternecedor: “Daniel Martínez, el ingeniero afable”. Menos mal que no lo vieron pegándose en el pecho como gorila en celo festejando su derrota. En contraste con esta dulzura, el de su rival se llamaba “Luis Lacalle Pou, el peso de un apellido”. Al parecer Lacalle no es abogado, no es afable, es poco más que un apellido.

Entrando a la pieza central que presenta las elecciones, el tono se agudiza. La nota a resaltar de la coalición de “5 partidos conservadores” (el PI es conservador ahora) que se unieron para oponerse a la maquinaria electoral frentista, apalancada por el uso escandaloso del estado es, como se imagina, Guido Manini Ríos. El exgeneral sería un representante de la “extrema derecha”, “admirador de Bolsonaro que ha defendido a los torturadores de la dictadura uruguaya”. Ah, y también sería “abiertamente homófobo y antifeminista”.

Vale señalar que no hay ni un elemento concreto para afirmar nada de esto. Manini nunca ha dicho ser admirador de Bolsonaro (tiene un vínculo con su vice, de tiempos militares), sino que ha dicho en más de una ocasión tener diferencias importantes con él. Jamás defendió a ningún torturador ni a la dictadura, más bien todo lo contrario. Y menos se ha declarado homófono ni antifeminista. En la web de El País hay un video de Manini hablando con activistas proaborto, donde deja claro ese dislate. Por algún motivo, la pluma de ese medio no lo vio, o no quiso verlo.

Volviendo a lo de la dictadura, vale recordar que Manini enfrenta una causa donde es claro que tanto él como el entonces ministro de Defensa cumplieron las normas al notificar a Presidencia de los hechos del caso, y que fue allí donde se procedió mal. Cosa pendiente de definición judicial, vale señalar.

Pero el problema no es solo con Manini Ríos. Para explicar la caída en apoyo al FA, se dice que “en los departamentos del interior la legalización de la marihuana, la despenalización del aborto, el matrimonio homosexual o las medidas de apoyo a la población trans no fueron siempre bien recibidas”.

O sea, una caricaturización que busca presentar el desencanto con el Frente Amplio como el producto de la resistencia de una gente muy primitiva a cosas maravillosas y civilizatorias. Ni por un momento el periodista se permite cuestionarse si no será que para medio país, esas reformas pudieron no estar bien implementadas, no responder a sus urgencias, o directamente, haber sido llevadas adelante de forma prepotente. ¡No! Son esos canarios brutos que se preocupan por el desempleo del 10%, por la tasa de homicidios que duplica la de Argentina, por el sector productivo en ruinas. Y por eso se animan a poner en riesgo las conquistas de 15 años de mágica progresía, ¡manga de frívolos!

Se podría seguir con mil detalles, desde la facilidad con que se aplica el mote “ultraderecha”, cuando los que defienden a Maduro nunca son ultra nada, la tergiversación, la falsedad y siga y siga. Lo grave de esto no es la frivolidad y la caricaturización paternalista de nuestro panorama político. Es que después, hay algunos uruguayos casi tan perezosos para usar el cerebro propio y conocer de nuestra historia y realidad política, que lo replican. En una muestra dolorosa de la peor forma de cipayismo.

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