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Ministra papelonera

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Ni siquiera en los desprolijos gobiernos del Frente Amplio es fácil encontrar una ministra tan inclinada a hacer papelones como María Julia Muñoz. La cantidad de dislates acumulados en poco más de un año marca un récord admirable.

Apenas una semana después de asumir, Muñoz hizo unas declaraciones que bien hubieran podido costarle el cargo. En contra de lo que dice el programa del Frente Amplio, en contra de todas las promesas electorales y en contra de lo que había dicho el propio presidente Vázquez el día que asumió, Muñoz sostuvo ante la prensa que "no llegaremos nunca" a las metas que se habían anunciado en materia de educación. Fue más o menos como avisar a los ciudadanos que los habían engañado. Semejante desplante no tuvo consecuencias, pero Muñoz nunca volvió a hablar del tema. De manera discreta, alguien le había tirado de las orejas.

Pocas semanas después Muñoz protagonizó un choque mediático con el escritor Carlos Liscano, a quien había destituido como director de la Biblioteca Nacional sin dar mayores explicaciones. En medio de una agria polémica, Liscano (que es frentista y no tiene vínculos conocidos con ninguna conspiración desestabilizadora organizada por "la derecha") dijo públicamente que Muñoz "es una amenaza para la cultura".

A fines de setiembre Muñoz fue convocada por el Senado de la República y afirmó rotundamente que no había ninguna intención de destruir el Programa Promejora. Pero los hechos posteriores mostraron que no había dicho la verdad ante los senadores: el Promejora fue desmontado en lo pedagógico, en lo presupuestal y en lo administrativo. Lo borraron de un plumazo. En esa misma comparecencia Muñoz acuñó una frase que probablemente quedará registrada en la antología del disparate criollo: "la educación no está en crisis".

Octubre fue un mes cargado de emociones. Apenas iniciado, Muñoz desmintió una información publicada por Búsqueda que hablaba de un fuerte enfrentamiento entre el presidente del Codicen, Wilson Netto, y el subsecretario del MEC Fernando Filgueira. El semanario había registrado una amenaza lanzada por Netto ("me levanto y me voy") mientras Filgueira hablaba en público sobre el marco curricular común. El episodio revelaba un alto nivel de conflictividad entre los principales responsables de la enseñanza.

Muñoz desacreditó la información publicada por Búsqueda y sostuvo que había un único equipo de conducción en el que no existían tensiones internas. Pero esta vez la mentira duró poco. Unos días después se divulgó en las redes sociales un discurso del jerarca del MEC Juan Pedro Mir que ponía en duda la promesa electoral de "cambiarle el ADN a la educación". Como mucho, dijo Mir, "podremos hacer una transfusión".

En los agitados días que siguieron, la ministra declaró a la prensa: "No voy a pedirle la renuncia a Mir, pero si piensa eso debería renunciar". Era raro que dijera algo así, porque lo que Mir había dicho era casi lo mismo que ella había dicho en marzo. Pero lo peor es que no cumplió su palabra. Pocas horas después de haber hecho esa declaración, Muñoz le pidió el cargo a Mir. Y junto con Mir se fue el subsecretario Fernando Filgueira. De modo que sí había tensiones dentro del equipo de conducción.

La reacción de Muñoz ante la salida de Mir y Filgueira fue toda una exhibición de calidad humana: los ninguneó hasta la humillación. "Vinieron juntos y juntos se van", dijo. "El país no pierde nada", agregó. O sea: ahora que terminó la campaña electoral y ganamos las elecciones, ya no los necesitamos. Fue casi una confesión de haberlos utilizado.

Pero todos estos antecedentes son poca cosa al lado de lo que dijo la ministra Muñoz hace un par de días. Obligada por el periodista Leonardo Leo Sarro a pronunciarse sobre el "caso Sendic", la ministra dijo que haber falsificado un título universitario es un asunto "tan menor" que no merece atención.

O sea: la ministra de Educación, que es la responsable de dar valor legal a los títulos emitidos por todas las instituciones universitarias privadas, que es la encargada de certificar los diplomas emitidos por ANEP y la Universidad de la República que vayan a presentarse fuera del país, y que interviene de manera directa en la legalización de títulos emitidos en el exterior, dice que falsificar títulos no es un asunto serio. Es como si un ministro de Salud dijera que da lo mismo vacunarse o no, o que a un ministro de Economía no le preocupara si se recaudan o no se recaudan impuestos.

Los gobiernos del FA parecen empecinados en convertirnos en una repúbli- ca bananera. Y la ministra Muñoz está a punto de lograrlo.

Editorial

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