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El Mides bajo la lupa

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El artículo publicado este domingo por El País era estremecedor. Se narraba allí, en una figurativa primera persona, el drama de los niños que nacen en los hogares de menores recursos en Uruguay, una historia de exclusión, desidia y abandono. Y la conclusión era implacable; existe una absoluta orfandad en materia de apoyo estatal a estos niños.

Con un agravante. Según los últimos datos estadísticos, casi el 50% de los uruguayos que nacen cada año lo hacen en los hogares que se encuentran en el 20% más pobre de la sociedad. Esta situación de pobreza y abandono ha llegado a niveles tan alarmantes que en el último Congreso Nacional de Pediatría se concluyó algo tan evidente como indignante: "Los niños que nacen en hogares pobres tienen problemas educativos y nutricionales, entre otros, y no logran superarlos". La gran pregunta que genera todo esto es: ¿y dónde está el Ministerio de Desarrollo Social?

Desde su creación a poco de llegado el Frente Amplio al gobierno, y cuando el país recién lograba estabilizar su economía tras el temporal del 2002, el Mides fue apoyado por todas las fuerzas políticas como forma de enfrentar la emergencia sobreviviente de la peor crisis vivida por el país en un siglo. Había notorias diferencias en cuanto al enfoque ideológico de esta cartera, a la forma en la cual el Partido Comunista la convirtió en un coto cerrado para sus militantes. Y a la forma en cómo se distribuía dinero, muchas veces sin exigir contrapartidas mínimas a los beneficiarios.

Pero nadie puede dudar que por encima de estas diferencias importantes, toda la sociedad apoyó la creación de esta secretaría de Estado, y la urgencia de aplicar políticas activas y audaces para suturar la heridas de la crisis, y apoyar un proceso de reintegración de los más desfavorecidos. Ahora bien, pasada ya una década desde su lanzamiento, habiendo vivido el país en ese lapso un período de recuperación económica y hasta de florecimiento en muchas áreas, la situación que se ve cada día en las calles, y la que revelan los estudios académicos al respecto, obliga a hacer un balance de la marcha de ese ministerio. Y el balance no parece nada auspicioso.

Pese a los crecientes recursos presupuestales volcados en ese ministerio, a la manera autónoma y sin cortapisas, como ha funcionado durante dos períodos en los cuales el oficialismo tuvo mayorías propias en el Parlamento, a la forma en que sus jerarcas han podido trabajar sin rendir mayores cuentas a nadie al respecto, hay problemas acuciantes que siguen sin tener miras de solución.

Se podría hablar de la gente que vive en calles, plazas y parques, aun en pleno invierno. De los menores de edad que siguen en las esquinas pidiendo limosna. De las señales de apoyo insuficiente a los hogares menos favorecidos en cuanto a la educación y alimentación de los más pequeños. Y por otro lado vemos una estructura burocrática que crece año a año de manera imparable.

Por ejemplo, en el ejercicio anterior el número de funcionarios del Mides pasó de 1.000 a 1.500, un crecimiento exponencial que ni siquiera suma a los contratados o empleados por ONG que operan casi como un brazo extensivo del ministerio. Como si fuera poco, para este nuevo Presupuesto se ha informado que los once directores nacionales recibirán un aumento de nada menos que 25 mil pesos mensuales. Y que se prevé incorporar a la plantilla del ministerio a unos 1.400 funcionarios de estas ONG, con lo cual prácticamente se dobla la plantilla actual.

Teniendo en cuenta el perfil sectario de quienes han encabezado este ministerio en estos años, no hace falta preguntarse demasiado la afinidad política de todos estos nuevos empleados públicos que suma el país. Pero eso es lo de menos. La gran interrogante es si todos estos recursos que la sociedad uruguaya está vertiendo a un sistema de protección social amplio y abarcativo, están llegando a los legítimos beneficiarios, o si un porcentaje demasiado alto se está quedando en financiar una burocracia ineficiente y endogámica.

No parece demasiada exigencia, a diez años de su creación, ante las notorias falencias en el cumplimiento de sus metas y frente a un panorama económico general que luce bastante menos auspicioso, que el gobierno organizara un balance externo y cristalino del funcionamiento del Mides. Que alguna institución independiente y creíble analice su funcionamiento, su presupuesto, su efectividad, y nos dé a todos los uruguayos la tranquilidad de que ese dinero que tanto esfuerzo nos cuesta aportar, se está usando de la manera más efectiva posible. ¿Será mucho pedir?

Editorial

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