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Michelini tenía razón

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Aunque cueste creerlo, uno de los políticos más criticados de nuestro país, permanente blanco de chanzas de la opinión pública por sus estrafalarias declaraciones o por sus absurdos comentarios en Twitter, esta vez debemos reconocer que tenía razón. Todos los referentes de su propio partido salieron a desautorizarlo alarmados, pero el senador Rafael Michelini decía la verdad y su acto de coraje o inconsciencia, un verdadero "sincericidio", hoy es vindicado por la historia.

Recordemos los hechos. A comienzos de octubre del año pasado la campaña electoral estaba en plena ebullición. Uno de los temas de debate, si es que puede llamársele debate al intercambio indirecto vía medios de comunicación que existió, era la financiación de las propuestas de cada partido. En particular las del oficialismo, que sumaban varios miles de millones de dólares partiendo de una situación con un elevado déficit fiscal y endeudamiento, en una fase ya claramente descendente del ciclo económico eran severamente cuestionadas. La conclusión de cualquier observador racional era evidente, el Frente Amplio en caso de ganar tendría que aumentar los impuestos o no cumplir sus promesas. Es más, simplemente para evitar el deterioro del frente fiscal del país, dado el aumento del gasto en el año electoral, era razonable esperar alguna suerte de ajuste fiscal, más o menos ortodoxo.

En aquel agitado octubre Michelini, mientras realizaba una gira por Mercedes, afirmó que las propuestas del Frente Amplio se financiarían "con impuestos que no se ponen ahora pero que se tendrán que poner en el futuro". No sólo lo desmintieron de apuro y en cadena, por ejemplo el ya nominado futuro ministro de Economía Astori, sino que el gobierno realizaba anuncios de signo contrario.

El ministro de Industria Roberto Kreimerman, que al igual que Astori en algún momento pasó por persona seria, anunció a comienzos de septiembre que "dentro de poco tiempo" habría una rebaja de 5% en la tarifa de UTE. Volvió a reiterar el anuncio, casualmente, a fines de octubre, afirmando: "Podemos dar nuevos pasos, porque tenemos una estimación hecha de que el costo de la generación de energía disminuirá un 25% o 30% en Uruguay". Como sabemos, sin inmutarse, Kreimerman anunció la semana pasada que UTE aumentaría su tarifa un 6,9%. Así, lamentablemente, se suma a la lista de personajes del gobierno que recurren al doble discurso, renunciando a la consideración que podría merecer antes de prestarse a hacer el ridículo.

Como sabemos, también el ajuste de las bases de prestaciones y contribuciones del IRPF y el aumento de la tarifa de OSE siguen el mismo rumbo, el gobierno actual en su final le está haciendo los mandados al próximo realizando un ajuste fiscal que intenta pasar disimuladamente. Lamentablemente para los interesados en negar esta realidad, como intentó con poco tino el vicepresidente Astori, fue el propio presidente Mujica quien reconoció la finalidad fiscalista de las medidas del gobierno, lo que nos exime de seguir argumentando lo evidente.

Es un viejo problema de nuestro país la exacerbación de los ciclos económicos que produce una política fiscal procíclica siguiendo al ciclo electoral. Su consecuencia es sobrecalentar la economía cuando las cosas van bien y enfriarla cuando las cosas van mal, lo contrario a lo que indica cualquier manual. Ya no hablemos de la necesidad, cada vez más clara, de instrumentar una regla fiscal que establezca un sendero estable y sostenible para el gasto público, pero sí al menos deberíamos evitar los disparates y las inconsistencias temporales extremas.

Echarle leña a la locomotora de la economía en el año electoral para tirar baldes de agua al año siguiente, cuando el enlentecimiento es innegable, es un claro desatino que empezaremos a sentir sin ninguna duda. Jugar con la estabilidad de la economía y con los bolsillos de los uruguayos porque hay elecciones es repugnante, y que se haya hecho —como se hizo— en el pasado no disminuye la culpa del gobierno, la aumenta porque conocemos sus consecuencias.

Por lo tanto, aunque cueste creerlo, Michelini tenía razón. Los impuestos que no se pusieron para sostener el carnaval electoral del año pasado se ponen ahora, mal disimulados y en medio de flagrantes mentiras como las del ministro Kreimerman. Se nos engañó cuando se dijo que no habría nuevos impuestos ni aumentos de los actuales y, seguramente, recibamos nuevos golpes tributarios para pagar el despilfarro de un gobierno manirroto y un Estado elefantiásico.

Editorial

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