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Mensaje a un indeciso

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EDITORIAL

Hay algo sobre lo que nadie que tenga un mínimo de información respecto de la realidad nacional puede tener dudas, el paulatino pero inexorable resquebrajamiento de la institucionalidad del país, a manos de la aplanadora frentista.

Este es el último día para hacer mensajes de tono electoral. A partir de mañana, comenzará un necesario espacio de reflexión personal, antes de la trascendente jornada del domingo. Es por eso que este editorial buscará, sobre todo, argumentar acerca del momento clave que vive hoy el país, y la necesidad de un cambio de rumbo que permita asegurar el funcionamiento de nuestra democracia.

Y debemos ser bien claros en esto: en el resultado que surja de las urnas este domingo, el país se juega muchísimo más que 5 años de gobierno.

Durante los tres períodos que han pasado, el Frente Amplio ha concentrado un nivel de poder institucional como el Uruguay no ha visto en ningún momento de su historia. No solo ha contado con el control del Poder Ejecutivo, que en un sistema presidencialista como el uruguayo ya de por sí es una capacidad formidable. También ha contado con mayorías propias en el Poder Legislativo, lo cual le ha permitido rediseñar el sistema legal del país a su entera voluntad. Asimismo, gracias a estos dos elementos conjugados, se ha dado maña para limitar al máximo la independencia del tercer poder del Estado, el Judicial, el cual entre la asfixia presupuestal y las competencias exageradas y manejadas con criterios muy discutibles que se le han otorgado al Fiscal de Corte, se ha puesto de rodillas a la teoría de la división del poderes.

Y peor aún. A todo este poder excepcional logrado de algún modo de manera legítima, se suman otros.

Por ejemplo, el poder absoluto que detenta el oficialismo entre los estamentos académicos de la Universidad de la República, donde los recursos financiados por todos los uruguayos han sido usados de manera indisimulada para promover agendas y reformas afines al gobierno. Alcanza ver algunos hechos bochornosos ocurridos en los últimos días en referencia a la reforma “Vivir sin Miedo”, sin importar lo que uno piense de la misma, para comprobarlo. Y a esto hay que sumar la postura alineada del movimiento sindical, el cual ha desbordado todos los límites legales y racionales, con la palmada simpática, cuando no directamente la complicidad del gobierno de turno.

Uno puede gustar mucho, más o menos o nada, de las políticas concretas que han tomado estos tres gobiernos del Frente Amplio. Podrá simpatizar con partes de su visión económica, con algunas reformas sociales, con determinadas iniciativas en materia de inserción internacional. En 15 años han pasado muchas cosas buenas y de las otras.

Pero hay algo sobre lo que nadie que tenga un mínimo de información respecto de la realidad nacional puede tener dudas; el paulatino pero inexorable resquebrajamiento de la institucionalidad del país, a manos de la aplanadora frentista.

Todos somos conscientes de que ha habido abusos, y muchas veces directamente casos de corrupción tapados por las mayorías de brazo enyesado en el Parlamento. Todos somos conscientes de que hubo derroches de sectarismo y prepotencia de parte de grupos vinculados al oficialismo, que no han tenido respuesta acorde de las estructuras institucionales por el peso hegemónico del gobierno.

Todos somos conscientes de la soberbia y criterio mesiánico con que se han manejado las instituciones públicas, sin que siquiera hubiese de parte del partido de gobierno, la necesidad de disimular.

Todos hemos sido conscientes de cómo para dejar contentas a ciertas minorías muy ruidosas que anidan en el seno del partido en el gobierno hace 15 años, se han pisoteado garantías, costumbres y sensibilidades, tan legítimas y respetables como las que más.

En resumen, todos somos conscientes de que este país necesita un cambio. Un cambio de ideas, un cambio de tonos, un cambio de personas. Podremos discutir si las ideas de tal o cual candidato son las mejores para el momento actual del país. O si preferimos matices de uno u otro color en las diferentes cosas.

Lo que no puede discutir nadie que tenga los ojos abiertos en el Uruguay de hoy, es que luego de 15 años este país necesita sacudir sus estructuras, necesita renovar los círculos de poder, necesita ventilar los nichos de influencia que han desarrollado niveles de absolutismo incompatibles con una democracia moderna. En pocas palabras, 20 años de poder absoluto entregados a una fuerza política y particularmente a una con un germen de mesianismo e intolerancia hacia quienes piensan distinto como la que ostenta el Frente Amplio, son demasiado para nuestra democracia.

El domingo, a la hora de votar, es muy importante tenerlo bien presente.

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