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Las matemáticas

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Es a la vez una elocuente demostración del potencial multiplicador de un esfuerzo que se complementa entre el estado y el sector privado, ya sea laico o religioso. Del error que implica tener posiciones intransigentes, dogmáticas. Anteojeras ideológicas .

Si bien es cometido ineludible de la prensa, señalar y alertar sobre los hechos y situaciones negativas que existen, ya sea en la sociedad o en las esferas del poder, es un bálsamo para el alma, tanto del que escribe como del que lee, enfocarse también en hechos positivos, más allá del conocido axioma; es más noticia un avión que se estrella, que uno que aterriza normalmente.

Pues bien, las Olimpíadas de Matemáticas promovidas por la Fundación Los Pinos, cuyas semifinales ocurrieron hace unos días, es un emprendimiento a valorar. Las malas nuevas en lo atinente a la enseñanza, especialmente en el sector público, con resultados lamentables cada vez que se realizan las pruebas PISA entre los liceales, dejan en evidencia el tremendo deterioro del nivel educativo en este país que solía brillar por lo contrario. Por contar con un distintivo en esa área que lo colocaba en un lugar de destaque en el contexto regional.

En las PISA justamente, las matemáticas forman parte de la trilogía de materias que los estudiantes deben concursar y ha quedado claro que es grande el bache en el que están metidos los discípulos. Es muy bienvenido entonces, que este centro educativo que desde hace años trabaja en el barrio Casavalle, con niños y jóvenes de contexto social complicado, logre su objetivo. Quitarles a los chicos el miedo a la matemática y despertarles el interés. Máxime cuando esta disciplina, las ciencias y la tecnología, han adquirido una predominancia indiscutible en los últimos tiempos. Un signo característico del siglo XXI.

Los números de por sí impactan, sobre todo si se tiene en cuenta que en la primera edición fueron 186 los niños que participaron y ahora se habla de más de 30.500 alumnos y de 235 escuelas públicas de 16 departamentos. El alma mater de este proyecto apoyado por donantes anónimos, el Opus Dei, el INAU y el Inefop, Gustavo Bentancor, recalca que no solo se trata de eliminar la etiqueta de difícil que tiene la asignatura y de mejorar los rendimientos en el aula, sino que va bastante más lejos. Es enseñarles a los críos que los problemas también se presentan en la vida y no es cuestión de rendirse ante ellos sino de reponerse y tratar de resolverlos. Son enseñanzas para la vida y da gusto ver las caras concentradas de los cientos de pequeños participantes. Solo quedan todavía por integrarse a las Olimpíadas, Artigas, Salto y Treinta y Tres. Es de esperar que en un futuro no muy lejano, puedan unirse en esta iniciativa en la que hoy interviene un total de 1397 maestros (y maestras).

Es a la vez una elocuente demostración del potencial multiplicador de un esfuerzo que se complementa entre el estado y el sector privado, ya sea laico o religioso. Del error que implica tener posiciones intransigentes, dogmáticas. Anteojeras ideológicas como las de muchos de los integrantes del Frente Amplio que se dedican a ver la manera de erosionar, de dificultar y debilitar a los emprendimientos privados en el área educativa.

Se rasgan las vestiduras en contra de que haya incentivos para que las empresas contribuyan monetariamente en ellos. Ponen el grito en el cielo ya sea por escuelas, liceos o universidades, reclamando por lo que el fisco deja de recaudar con toda la mala fe del mundo, dado que lo que debería primar si se hiciera un análisis honrado de las situaciones, se vería que es mucho mayor el bien que se consigue, que los perjuicios que suponen para el país esas renuncias fiscales que, además, son comunes en todo el mundo.

Aparte de los buenos rendimientos que se obtienen de los estudiantes de liceos como el Jubilar (católico) Impulso (laico) etc. volcados a las clases más desposeídas, un estudio reciente presentado por la Iglesia Católica, muestra como el Estado no pierde, sino que ahorra, gracias a su participación en la educación. Si los estudiantes de institutos católicos, que en su totalidad son 53.869 (10% del estudiantado) tuvieran que ser absorbidos por la enseñanza pública, ello le significaría una erogación de US$ 60 millones aproximadamente. Si se quisiera mantener la proporción de 25 alumnos por docente, deberían contratarse 2.155 educadores. Y el cálculo se refiere a lo establecido en la Rendición de Cuentas 2016 respecto de las remuneraciones anuales de los docentes, tomando como referencia un dólar a $ 29.

Aunque no se trate de una proyección exacta, mucho más alta sería de hacerla en base al costo por alumno fijado en la Rendición de Cuentas multiplicado por la cantidad de chicos en el sistema católico. Esto ascendería a US$ 168 millones, por lo que resultan ridículos los US$ 4,4 millones que dejan de ingresar al BPS por este concepto. Inquietudes y realizaciones como esta, hacen falta.

EDITORIAL

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