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Martínez a la deriva

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EDITORIAL

La inseguridad se disparó, la educación ha retrocedido en vez de avanzar, la cantidad de uruguayos viviendo en asentamientos y en la calle crece día y día, y se van perdiendo decenas de miles de puestos de trabajo.

El partido de gobierno, y en particular su candidato, no terminan de dar pie con bola en esta campaña electoral. Peor aún para los intereses del Frente Amplio, a solo 2 meses de las elecciones nacionales, el barco del gobierno se está hundiendo y todos intentan escaparle. Se nota en la ausencia de los principales líderes políticos en el debate público, incluso en los actos partidarios.

Parte del problema, resulta evidente y ha sido expresado abiertamente por distintos dirigentes, es la disconformidad con la fórmula y con la forma en que Daniel Martínez dirige la campaña. O quizá sería mejor decir, no dirige la campaña, la cual carece de algo parecido a un rumbo. A los errores no forzados de la elección de su compañera de fórmula, declaraciones desafortunadas y el episodio con consecuencias judiciales con “el Gucci”, se le suma un elemento más importante y de fondo; no sabe a dónde va, qué estrategia seguir ni cuál es su modelo de país.

En las diversas entrevistas que ha dado Martínez solo llega a balbucear (en algunos casos literalmente balbucear) frases inconexas en que intercala palabras como tecnología, innovación, robots y transversalidad, que no constituyen una sola idea razonable de política pública. El programa del Frente Amplio es suficientemente vago en todos los temas como para no decir nada, y Martínez se apega a la estrategia partidaria; tampoco dice nada.

Además, cuando intenta hacer algo la embarra. Por ejemplo, al mismo tiempo que llama a los partidos de la oposición a participar de un diálogo interpartidario sobre políticas de Estado, los insulta, les atribuye las peores intenciones y los llena de epítetos de barrabrava. Ya suena poco creíble que un partido político que se sintió dueño del poder absoluto durante 14 años y nunca creyó necesario siquiera considerar las ideas surgidas de fuera de su propia estructura, llame ahora a un gran diálogo nacional, si lo hace al mismo tiempo que los denigra. La escena es cantinflesca.

El decorado frentista se complementa además, con las escandalosas declaraciones de Mujica sobre lo fantástico que es ingresar a un banco con un arma. Astori confrontando con Lacalle Pou en materia económica y quedando pegado por su incapacidad de explicar por qué no le pegó a una proyección en toda su labor y deja al país con un déficit fiscal récord en 30 años, la mayor deuda pública de la historia y, como frutilla de la torta, Raúl Sendic protagonizando un retorno triunfal a la arena política, el 25 de agosto. Dejamos de lado las declaraciones de la ministra Muñoz a nuestro diario el pasado domingo, que simplemente reflejan el hondo nerviosismo de uno de los personajes más nefastos de un gobierno que ya canta la retirada. Cuesta entender que alguien con tanto odio y resentimiento, y a su vez completamente inútil para la tarea que desempeñó, haya tenido un lugar preponderante en las últimas administraciones democráticas del país.

A su vez, el Frente Amplio se muestra agotado en sus ideas y proyectos. En primer lugar, porque el actual gobierno ya se muestra postrado y sin una sola reforma y ni un solo logro que mostrar. En segundo, porque no tiene nada nuevo para ofrecerle a los uruguayos. Piense el lector, qué propuesta o iniciativa novedosa ha presentado Daniel Martínez. Le damos un buen rato, y estamos seguros de que volverá con las manos vacías. Lo poco que se ha insinuado, además, choca inevitablemente con una respuesta de hierro: ¿si no lo hicieron en tres lustros, con crecimiento económico y mayoría parlamentaria, por qué peregrino camino del pensamiento creen que los uruguayos pueden llegar a confiar en que lo van a hacer en el futuro?

La campaña electoral, siempre, es un plebiscito sobre el gobierno de turno, y el actual gobierno, más allá de la orientación ideológica o partidaria del ciudadano, evalúa con el juicio sereno que no se merece otra oportunidad. La inseguridad se disparó, la educación ha retrocedido en vez de avanzar, la cantidad de uruguayos viviendo en asentamientos y en la calle crece día y día, y se van perdiendo decenas de miles de puestos de trabajo ante la mirada pasiva de los gobernantes.

Un partido agotado, sin ideas ni estrategia, que solo apela a la mentira y a agitar fantasmas absurdos para retener el poder por el poder mismo, no se merece la confianza de los uruguayos. El país necesita recuperar el optimismo de que cada día puede ser un poco mejor y para eso es indispensable un cambio.

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