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Martínez; basta de excusas

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La gran pregunta es hasta dónde llegará el fanatismo y el masoquismo de buena parte de los montevideanos, que sigue votando a una fuerza política que no da respuesta a exigencias básicas.

Como casi todo el año, pero especialmente en estas fechas, la ciudad de Montevideo es un chiquero. Contenedores de basura desbordados, calles llenas de residuos, las bolsas de nailon voladoras que son parte del paisaje, ratas envalentonadas que campean por las calles, y las bocas de tormenta acumulando desperdicios inmundos que a la primera lluvia irán a decorar las playas. Este es el panorama hoy de la capital del país, en el año 26 de la era progresista, y entrado el año y medio de la administración de Daniel Martínez.

Este último dato es central. Porque después de mucho debate y mucha polémica, sobre todo en la interna del Frente Amplio, se suponía que la llegada de Martínez iba a ser un cambio a fondo en la gestión de Montevideo. Tras varios gobiernos mediocres y de cabotaje, como fueron los de Ricardo Ehrlich y Ana Olivera, a los que se podría sumar el segundo de Mariano Arana, el oficialismo había prometido a la población que no habría más "heladeras" en el Palacio Municipal, y que ahora sí, con un intendente "joven", pujante, ingeniero de profesión, todo se iba a encaminar.

La respuesta a esta promesa la tiene cualquiera que camine por la calle.

Casi tan grave como la situación de mugre generalizada, que atenta contra la salud y el desarrollo económico de una ciudad que pretende ser destino turístico, es la reacción del intendente. Una maraña de excusas y justificaciones que no alientan la menor esperanza de un cambio a corto plazo.

Apenas asumió Martínez, se habló de un plan de shock para mejorar la limpieza de la ciudad. No funcionó. Luego se dijo que la clave pasaba por un nuevo relacionamiento con el sindicato Adeom. Nunca se vio. Después se sostuvo que la solución iba por el presupuesto propio que recién entraría en funcionamiento en 2016. Entró, pero los resultados son los mismos. Por último vino la promesa del llamado Plan Capital, que generó gran polémica porque implicaba endeudar a la IMM más allá del período de gobierno. Plan que tras mucha discusión se terminó votando gracias al apoyo del sector de Edgardo Novick. Pues bien, desde aquí se desafía a cualquiera a demostrar algún cambio.

Desde hace semanas, y coincidiendo con el agravamiento de la situación en Montevideo, el discurso de Martínez ha cambiado. Ahora parece que la clave son 15 camiones de basura que habrían sido comprados, pero que nunca terminan de llegar. Ya se parece a la patética anécdota de Nicolás Maduro con esos billetes que hace meses esperan recibir de cierto país nórdico, y que tiene a los venezolanos a cuentos, denunciando un enésimo complot del imperialismo. En cualquier momento Martínez también nos dice que la culpa de la basura en las calles de Montevideo la tiene la CIA.

Tan lamentable es el problema de la mala gestión de la intendencia de Montevideo, que la población ya ni siquiera se enoja con el gran chivo expiatorio de los últimos años: Adeom. Es que cada vez que algún dirigente del gremio debe comparecer ante los medios a debatir con jerarcas de la intendencia, el nivel de improvisación, falta de conocimiento del tema, y la liviandad de las excusas de estos últimos, hace que ya resulte imposible para nadie creer que la culpa de una década larga de vivir entre la mugre sea apenas de la acción de un gremio. La cuestión, va quedando claro hasta para los fanáticos, es bastante más profunda.

Estamos ante un partido de gobierno que ha agotado sus propuestas y soluciones tras un cuarto de siglo al mando de la capital. Un partido que, además, ha derivado sus mejores cuadros al gobierno nacional, dejando a Montevideo en manos de figuras de segundo y tercer orden, a quienes es claro les queda grande la tarea. Algo que el propio Martínez confirmó con los varios cambios de "gabinete" que ha realizado en apenas un año y medio de gestión. Estamos ante una administración municipal que solo tiene ideas para aumentar su recaudación y para seguir entregando la soberanía de la gestión a los funcionarios municipales, como se ha visto con el tema de las multas fotográficas a costo millonario y por las razones más banales, por las cuales los inspectores llevan su "mordida" pese a que no hacen nada para merecerla. Lejos de eso, siguen sin cumplir su tarea central, que es asegurarse un tránsito fluido y racional.

La gran pregunta es hasta dónde llegará el fanatismo y masoquismo de buena parte de los montevideanos, que sigue votando a una fuerza política que no solo no le da respuesta a las exigencias básicas de una país semi civilizado. Sino que —a esta altura no puede haber dudas— les toma el pelo y se les ríe en la cara.

EDITORIAL

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