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Malhumor opositor

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El asunto no es nuevo, pero a esta altura empieza a ser realmente preocupante para la buena salud del sistema de partidos y la mejor dinámica de la relación gobierno- oposición.

Se trata del profundo malhumor que muestra la izquierda y que le impide posicionarse dignamente en el papel que la ciudadanía definió para ella en las elecciones de 2019 y 2020.

Si se quiere poner un punto de inicio el problema arrancó en la noche misma del balotaje de 2019. Allí, en vez de aceptar la derrota que cualquier buen analista de cifras electorales conocía ya hacia las 22:30 horas de esa noche, el Frente Amplio (FA) se emperró en ponerle un suspenso indebido a los resultados. Algunos dijeron que fue para aguar el festejo de los partidarios de Lacalle Pou; otros manejaron que había que canalizar sin tumultos una derrota muy dolorosa para la izquierda. Pero, en cualquier caso, allí empezó el problema de no aceptar el papel de oposición, de minoría por la voluntad del pueblo.

Luego, todo el mundo vio cómo, a pesar de haberse desatado la pandemia a menos de dos semanas de ejercer el poder la nueva administración, principales referentes de izquierda fijaron tempranamente paros y movilizaciones en contra del gobierno de Lacalle Pou. El ex-presidente Vázquez dejó en claro que, en su criterio de médico, además, se debía de tomar medidas de encierro y de apagón de la economía.

Nadie olvida tampoco cómo el Pit- Cnt y la izquierda en general llamaron a cacerolear contra el gobierno en pleno inicio de la pandemia, aun cuando todo era incertidumbre, y la previsión del gobierno del FA al dejar el poder en febrero de 2020 fue de que no había que preocuparse por esta enfermedad de origen asiático. Incluso en este sentido se recordará cómo las autoridades de la salud del FA, al entregar el poder, dieron mucha más importancia a la campaña contra el dengue que a tomar previsiones para disponer de test, por ejemplo, para el covid-19.

Cuando en 2021 se empezaron a ver los caminos de vacunación, la izquierda se opuso al gobierno en todo: en cómo se había negociado la llegada de las vacunas; en la rapidez para implementar el plan vacunatorio; en la oportunidad de votar instrumentos para desarmar aglomeraciones, y en mantener los motores encendidos de la economía. Incluso se recordará cómo Michelini llegó a decir que, con tal de buscar firmas para el referéndum, la militancia se aglomeraría igual, independientemente de los consejos médicos al respecto.

Luego de alcanzar las firmas, la izquierda siguió oponiéndose radicalmente al gobierno. No dieron tregua entre marzo de 2020 y julio de 2021, incluso cuando fue durante el invierno pasado que empezó a quedar claro a todo el mundo, y sin lugar a dudas, que la estrategia oficialista en el manejo de la pandemia estaba dando buenos resultados. Para la campaña para presidente del FA en diciembre pasado, la crítica feroz se mantuvo: gobierno neoliberal que defiende los mallas oro; aumento de la pobreza y baja del salario real; y una disminución de delitos que en verdad era de carácter “mundial” y no debido a la mejor política del ministerio del Interior.

Cuando empezaron a surgir datos reales de que toda esa campaña no tenía asidero en la realidad, tampoco el FA cambió de discurso. La baja de la pobreza en el segundo semestre de 2021 ya fue comprobada por datos del Instituto Nacional de Estadística; el aumento de las exportaciones a niveles superiores a la prepandemia no significó un reconocimiento a la estrategia de la ministra Arbeleche; la baja de desempleo a guarismos previos a los que en febrero 2020 dejó el FA, tampoco ha sido reconocido por la izquierda; y ante la mejora de todos los datos de la inseguridad en el país con respecto a las cifras finales del FA en el poder, el ademán izquierdista sigue pretendiendo relativizar resultados o, peor aún, sembrar dudas sobre la fidelidad de los datos oficiales.

Sobrevuela la vieja oposición de izquierda, la voluntad de cerrar la economía, de impedir que la zafra de verano con el turismo internacional sea buena, de que una tragedia de salud pública sea la que impida que la situación social y económica continúe mejorando.

Ahora que Pereira es presidente del FA, nada ha variado. Aumentan los casos de covid-19 por ómicron sin generar por ello numerosas internaciones graves, pero allí está la izquierda pidiendo que se reúna el GACH y queriendo diseminar el pánico. Sobrevuela siempre la voluntad de cerrar la economía, de impedir que la zafra de verano con el turismo internacional sea buena, de que una tragedia de salud pública sea la que impida que la situación social y económica siga mejorando.

Sobrevuela, en definitiva, la vieja oposición de izquierda de siempre, esa que apuesta a que cuanto peor le vaya al país mejor será para ella y sus intereses mezquinos de derrotar al gobierno.

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