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Macri presidente

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No por haber sido vaticinado por la mayoría de las encuestas de estos días, el triunfo de Macri deja de ser relevante para todos. Cambió Argentina. Cambiará la región.

Es una victoria en balotaje que no es casualidad. Se asienta en una excelente votación de primera vuelta (esta sí algo imprevista), y en una campaña muy profesional a lo largo de todo el proceso electoral del candidato que lideró con éxito la capital argentina por dos períodos de gobierno. Cualquiera que haya seguido el histórico debate presidencial en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, por ejemplo, habrá notado que el candidato del cambio había preparado mejor esa instancia que el candidato oficialista. De forma general, nada quedó librado al azar en esta campaña de balotaje de Macri, que logró finalmente ganarse la confianza de la mayoría de los argentinos.

Este triunfo tiene sustentos reales. Macri tejió, a lo largo del tiempo y con inteligencia política, alianzas que fueron potenciando su candidatura presidencial. La referencia de Carrió no es la única ni, quizá, la más importante. Fue el acuerdo con la vieja Unión Cívica Radical el que le brindó a Macri un apoyo amplio y territorialmente extendido, allí en donde no es tan fácil entrar con el profesionalismo de las nuevas herramientas de comunicación política. Fuerte de esos apoyos, Macri también supo sumar tras de sí a peronistas decepcionados del proceso kirchnerista y, lo más importante, logró dar una señal muy clara de capacidad de articulación y conducción de todo ese conglomerado.

En este triunfo también cuenta el fenomenal éxito electoral de la joven María Eugenia Vidal en la circunscripción más relevante de Argentina como es la provincia de Buenos Aires. Le ganó la gobernación en octubre nada más ni nada menos que al viejo aparato peronista que parecía invencible en su principal feudo. Y dio así la señal clara y contundente de que se podía ganar y conducir un cambio sin angustias ni revuelos, porque llega al poder una generación nueva, de perfil clásico de clase media porteña, con voluntad de hacer cosas y sin compromisos con los viejos debates de los años 90.

Es un cambio muy importante el que ocurrirá a partir de diciembre en Buenos Aires. Macri tiene enormes desafíos. Económicamente, debe normalizar Argentina, es decir, integrarla al orden financiero internacional, sincerarla en sus cuentas y en sus estadísticas, hoy completamente truchas, y retomar con inversiones que devuelvan el crecimiento gracias a la confianza de los agentes en el rumbo futuro del país. Todo esto debe hacerse, además, cuidando las frágiles bases de mejoras de consumo que permitieron cierto despegue de las clases medias urbanas en este ciclo de bonanza internacional que tanto favoreció a Buenos Aires en el precio de sus productos exportables.

Institucionalmente, la tarea del próximo presidente argentino pasará por devolver certezas a las bases democráticas de gobierno, con su apego a la división de poderes, al Estado de derecho y a la mayor extensión de un sentido republicano de convivencia que, infelizmente, se ha llevado muy mal en muchos períodos históricos con el sentido común ciudadano argentino. Para todo ello es claro que ayudará la vieja y democrática tradición radical que acompañará a Macri en el poder. Pero para fuera de Argentina se precisa con urgencia que Buenos Aires fije este rumbo republicano y se transforme en este sentido en un modelo para toda la región.

Porque el gran cambio de Macri presidente en Argentina es también hacia la política exterior. Su anuncio de exigir el cumplimiento de la cláusula democrática en el Mercosur para apoyar así al sufrido pueblo venezolano, es una bocanada de aire fresco y democrático que todos estábamos precisando. La ola progresista del continente parece haberse empezado a romper en Buenos Aires, y la mayor exigencia democrática siempre será bienvenida para el avance de todos los países sudamericanos.

Para nosotros, la presidencia de Macri trae consigo la esperanza de normalización que se perdió con el proceso kirchnerista en el poder, y eso es positivo. Sin embargo, deberemos tener presente que la mayor confianza de los agentes económicos en la nueva Argentina puede hacer que muchas inversiones que privilegiaron a Uruguay aprecien ahora instalarse en la vecina orilla, resintiendo así los sectores de nuestra agricultura y turismo, sobre todo. En todo caso, la presidencia de Macri abrirá un tiempo de cambio y esperanza que ojalá esté a la altura de las mejores expectativas.

EDITORIAL

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