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Machismo, carnaval y hemiplejia

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La ola de denuncias anónimas contra figuras y directivos del carnaval uruguayo por abusos, sexismo, y conductas delictivas, ha estremecido a la sociedad uruguaya.

Ya desde hace meses venimos experimentando una serie de denuncias de este tipo que afectan a distintas áreas del quehacer nacional. Pero esta tiene aspectos llamativos.

El primero tiene un costado mediático. No deja de sorprender cómo algunos medios, comunicadores, y figuras públicas, que siempre son tan rápidos para emitir sentencia definitiva cuando se trata de estos temas, que siempre se paran en un pedestal de juez moral del resto de la sociedad, que siempre tienen la antorcha empapada de combustible para salir a azuzar a la turba y prender fuego a cualquiera sobre el que recaiga alguna mera sospecha de este tipo, de golpe, han sido ganados por la prudencia, la calma, el silencio. Incluso algunos han osado hablar de la importancia del debido proceso. Un milagro ha operado.

El segundo, explica bastante el motivo detrás del primero. Resulta que desde hace años hay gente machacando con la peregrina idea de que en las conductas que implican una discriminación o un abuso, de autoridad o directamente sexual, habría algún componente ideológico. Que las actividades en las que estarían implicadas cierta gente en estas cosas, serían de ese costado conservador, derechoso, tradicional de la sociedad, frente al cual se pararía un grupo de puros y reconvertidos valientes, que luchan por la igualdad y el respeto a la mujer.

Hemos llegado al punto que ayer en la TV, la hija de un mediático dueño de una murga sostenía que estos hechos se deben a la presión que imprime el capitalismo a los conjuntos en la lógica de la competencia, y que por ello sus miembros buscan formas de aliviar tensiones. ¿Se puede decir algo más tonto? Basta ver quién manda en Cuba, China, Irán, el país que usted quiera y que suele apelar a esa retórica idiota de culpar al capitalismo de todos los problemas, y comprobar que no hay ni una mujer en cargos de responsabilidad.

Si desde las páginas de este diario se hubiera dado alguna explicación en esa línea de “aliviar tensiones” respecto a hechos de este tipo, ya tendríamos una turba con bidones de nafta en la puerta.

Ojo que este discurso maniqueo no surge solo de las redes sociales, o de grupos de activistas fanatizados. A raíz de la llamada “Operación Océano”, que comenzó investigando a un par de menores de edad que tenían encuentros sexuales con mayores a cambio de dinero y beneficios, pero que ya ha derivado a situaciones sin relación alguna, también se ha percibido ese tufillo a cruzada moral. Donde no estamos investigando a personas que cometen delitos, sino que se buscaría generar conciencia en la sociedad sobre una especie de abuso institucionalizado. Eso según la propia fiscal. Y a los que muchos que la han erigido en prócer nacional, han agregado que el fin sería derribar una cultura de impunidad de “hombres, blancos, privilegiados”.

El Presidente de la República ha puesto las cosas en su sitio, con una declaración tan sensata como obvia. “El error es buscar el ámbito. Lo que hay que hacer claramente es censurar, castigar y educar. Son condenables las conductas y no los ámbitos.”

Por suerte, el presidente de la República ha puesto las cosas en su sitio, con una declaración tan sensata como obvia. “El error es buscar el ámbito. Lo que hay que hacer claramente es criticar, castigar y educar las conductas y no los ámbitos”. “No hay que censurar actividades, sino las actitudes, que son rechazables y castigables”, agregó.

Aquí es donde corresponde separar bien los tantos.

Por un lado, hay acciones y posturas que son delito. Estos son siempre de carácter individual y por ello deben responder sus responsables, de acuerdo a la ley. Y se debe dar a los denunciantes todas las garantías para que procesen sus denuncias. Igual que a los acusados, de que se le respetará su derecho a una defensa justa y a un debido proceso.

Por otro, hay un cambio más profundo en la relación entre los sexos, fundamentalmente en la cultura occidental de la que somos parte. Cambio en el vínculo, en las prácticas de cortejo, en la convivencia. Este cambio no es de ahora, lleva décadas procesándose y logrando avances sustantivos y muy positivos. Sobre los cuales algunos grupos de especuladores han buscado generar una situación casi que de guerra cultural, que no tiene asidero en la realidad, en la biología, ni siquiera en la sensibilidad de las mayorías populares.

Ahora, a diferencia de lo que hacen otros, aquí no miramos qué piensa quien cayó en desgracia, para defender principios o empuñar valores. Igualdad de derechos, castigo a los que violan la ley, sanción social a los acosadores, bien. La inquisición, el escrache y la justicia de la turba contra gente que no tiene oportunidad de defenderse, no.

Sea quien sea.

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