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El líder socialista era un espía

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EDITORIAL

Datos recientes confirman que el ex secretario general del Partido Socialista, Vivián Trías, era un agente a sueldo del servicio secreto de los comunistas checos. ¿Cuánto tardará la izquierda en reconocer esta verdad?

Mientras el mundo se conmueve con las historias de los espías rusos asesinados en el Reino Unido por encargo del gobierno de Moscú, Uruguay vive su propia saga de espionaje en torno a la figura del extinto dirigente socialista Vivián Trías. Para las nuevas generaciones ese nombre dice poco, pero en su tiempo -años 60 y comienzos de los 70- fue figura consular del socialismo uruguayo, intelectual con prestigio en la izquierda y uno de los fundadores del Frente Amplio.

Ahora se sabe que trabajó para el servicio de inteligencia del régimen comunista de Checoslovaquia, según dos investigadores brasileños que se basaron en documentos checos. La noticia sacudió el ambiente político meses atrás, en particular al Partido Socialista que de inmediato salió a desmentir la noticia. Sin embargo, todos los indicios apuntan a confirmar que Trías trabajó 13 años para los checos, que lo consideraban uno de sus mejores espías en América Latina.

Después de su desmentido los socialistas crearon una comisión para analizar el caso. Interesa conocer sus conclusiones ya que las pruebas contra Trías parecen irrefutables.

En efecto, pericias caligráficas realizadas sobre la comparación de sus escritos en los documentos enviados por Trías a Praga con textos de su puño y letra obtenidos en Montevideo permiten concluir que todos provenían del ex secretario general del Partido Socialista. Además, estudios sobre sus libros y artículos periodísticos confirman en general su alineamiento con las políticas dictadas desde Moscú e instrumentadas a través de la KGB, el servicio de espionaje soviético.

Conviene recordar la importancia de Trías en la historia del socialismo uruguayo, dado que fue el líder de la corriente promarxista que a mediados del siglo pasado se impuso sobre la visión socialdemócrata representada por Emilio Frugoni. Haber logrado desviar así la orientación de su partido en plena Guerra Fría debe haber caído muy bien entre los simpatizantes de la Unión Soviética y sus países satélite. Aquel hombre que parecía ser más un historiador, conferencista y ensayista, que un político profesional, demostraba de pronto que podía accionar con eficacia y producir hechos concretos. Además tenía buenos contactos en países de la región. Reclutarlo como agente para la causa procomunista a través de Praga parecía lógico.

En 1962 el futuro de Trías se ensombreció. Hizo una desastrosa alianza con Enrique Erro para crear la Unión Popular, que determinó que el Partido Socialista quedara sin representación parlamentaria. La decepción llevó a algunos de sus seguidores a optar por la lucha armada con trágicas consecuencias. En 1973 fue uno de los que predicó su optimismo con los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas, en la antesala del golpe de Estado. Y un documento de reciente divulgación registró en uno de sus informes enviados a Praga la buena opinión inicial que trasmitió sobre el dictador argentino Jorge Rafael Videla, de ingrata memoria.

Días atrás, en el diario El Observador, el periodista Gabriel Pereyra entrevistó al historiador y exsocialista Fernando López D’Alessandro, quien desde hace veinte años sabía algo de los nexos entre Trías y los checos. López D’Alessandro comentó que por entonces tomó con “escepticismo” las denuncias contra Trías. Sin embargo, un estudio de los escritos del dirigente socialista lo convenció de que seguía puntillosamente las líneas de pensamiento de los teóricos comunistas de la época, entre los cuales estaba Vladimir Cheprakov.

Al igual que otros que sospechaban de los nexos de Trías con los checos, López D’Alessandro optó por guardar silencio. Los resultados de la pesquisa de los dos brasileños difundida a fines del año pasado terminaron por convencerlo de que debía hablar y así lo hizo en un programa de televisión. Aunque su intervención levantó críticas y desmentidos en filas socialistas, nuevos datos surgidos desde entonces ratificaron la condición de Trías como agente secreto de los comunistas. “Para mí no hay dudas, Trías fue un espía”, concluye ahora el historiador.

Ante tantas evidencias menudo problema se le presenta a la comisión creada por el Partido Socialista para indagar la conducta de Trías. Según López D’Alessandro el caso será “una prueba de fuego para la renovación de la izquierda”. Según él, la izquierda debe actuar con madurez y admitir las culpas de Trías en vez de tratar de negarlo todo.

Habrá que ver lo que hace ahora el Partido Socialista con un tema en donde le debe una explicación no solo a sus afiliados sino a todo el país.

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