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Liceos sindicales

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A fines de 2014 una noticia pasó sin mucho destaque: el sindicato de los profesores de educación secundaria, Fenapes, planteó que debía darse en cursos de 3°, 5° y 6° de liceo, materias de formación sindical. Hace unos días, el sindicato de la bebida, FOEB, planteó también la idea de hacer un liceo obrero, cuyos estudiantes fueran hijos de los trabajadores de ese sector, y en el que se incluyeran materias de relaciones laborales e historia de movimientos sindicales.

El avance del poder sindical en estos años de gobierno frenteamplista es tan notorio como preocupante. Son pocos los que lo han estudiado a fondo en sus implicancias para la economía del país y para el clima de negocios. Quizá uno de los trabajos más claros fue uno de 2012, "Poder sindical", del periodista Martín Pintos, en donde se acumularon las descripciones de episodios terribles en los que la patota sindical impuso su ley a los empresarios.

Lejos de mejorar en estos tres años, la situación empeoró. Tres ejemplos tremendos lo ilustran: el Palacio Legislativo rodeado por el Sunca que, con esa presión de tipo fascista, logró que se votara su ley de responsabilidad penal empresarial; la patota vinculada al sindicato del taxi, que agredió al taxista Alberto Rosa; y los episodios de violencia en Ecolat, descritos por escribano.

No es que haya que deshacerse de los sindicatos. Los hay que ocupan lugares importantes en la lógica económica de un país y colaboran sustantivamente en las mejoras de la situación laboral general, tanto de salarios como de condiciones de trabajo. Quizá la ilustración más elocuente sea el caso alemán. Y en estos años, entre nosotros, hubo sectores de la economía que mejoraron sus salarios deprimidos sobre todo gracias al empuje sindical. Negarlo sería no ver la realidad.

Pero el problema es otro, y es que demasiados sindicalistas adhieren a una visión de la sociedad regida por la lucha de clases. Sus enemigos son los empresarios. Y si hay que usar la violencia para lograr sus objetivos, no dudan en hacerlo.

Su politización pro-Frente Amplio es evidente y notoria, al punto de que son capaces de hacer un acto en plena campaña electoral en contra de los candidatos de oposición. Sus dirigentes, además, terminan muchas veces sus carreras en las bancas parlamentarias que obtiene la izquierda.

En este contexto es que se plantea la formación sindical en enseñanza secundaria. Los liceos, ya hoy, forman en Historia reciente con un sentido absolutamente politizado y favorable al Frente Amplio. Están alineados a lo que, por cierto, en este sentido ya ocurre también en las escuelas del país.

¿Qué versión de la historia del movimiento obrero podrán tener los estudiantes si se define dar esta materia en el liceo? Más grave aun: ¿qué idea del funcionamiento general de la economía podrán hacerse en esos cursos, cuando la lógica sindical del país es la de exigir derechos laborales y mejoras salariales sin casi nunca atender a la competitividad de las empresas?

En teoría es importante que los adolescentes conozcan más de sus derechos laborales en enseñanza secundaria. Forma parte de las herramientas que deben tener para luego manejarse en la vida adulta del trabajo. Pero en la práctica, en este Uruguay de hoy, avanzar en materias de formación sindical en los liceos solo será dar más herramientas para el adoctrinamiento general de los futuros ciudadanos en un sentido proizquierdista. Con el agregado, nada desdeñable, de que en esta lógica sindicalista el mundo de la empresa habrá de ser presentado de forma crítica y negativa.

Aquí hay otro problema evidente de esta iniciativa. Lo que precisamos es más y mejores empresarios que estén dispuestos a arriesgar para obtener más beneficios y progresar desde su iniciativa individual privada. Esa es la verdadera formación que precisa el país por delante: la empresarial.

En vez de formatear cabezas en pos de una lógica sindicalista llena de empleados, necesitamos entusiasmar a las nuevas generaciones para que abran sus propias empresas y para que desde allí hagan que toda la economía prospere. En vez de enseñar derechos, formas de reclamo e historia de lucha de clases, necesitamos que los adolescentes aprendan los desafíos de derechos y obligaciones que construyen empresas, y los éxitos que ellas traen consigo si se trabaja duro y con sentido estratégico.

Desde el 1° de marzo alumbra una nueva administración. Si quiere conducir al país hacia un futuro venturoso, debe frenar el avance de esta nefasta cultura sindicalista.

Editorial

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