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El libro y su sobrevivencia

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Se está realizando en estos días la célebre Feria del Libro en la ciudad de Buenos Aires. Como todos los años, es un mega-acontecimiento que genera interés en la región y en el que suelen participar escritores de renombre mundial.

Uno de esos invitados, Mario Vargas Llosa, cruzará a Montevideo donde dará una charla en la sede del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).

Estas ferias impactan en la promoción del libro y de la lectura. Sucede con la Feria que se hace en Montevideo cada mes de octubre y en las realizadas en otras ciudades del país donde quizás la más conocida sea la de San José.

A eso se suma el trabajo hecho por las bibliotecas departamentales e incluso privadas. Algunas tienen además sus “comisiones de amigos” que apoyan y ayudan a incrementar su caudal de libros consiguiendo donaciones. Incluso invitan a autores nacionales a visitar esas ciudades para presentar sus libros, hablar de su obra o promover la literatura en general.

Un ejemplo conocido de esta práctica es la Comisión de amigos de la Biblioteca Eusebio Giménez de Mercedes. La biblioteca es municipal y la actividad que desarrolla su comisión tiene como objetivo incentivar la lectura y estimular la publicación de libros.

Hay también buenas bibliotecas privadas que promueven al libro. Están las que integran los institutos que enseñan idiomas, hay algunas barriales y quizás la más renombrada sea la “Biblioteca Nuestros Hijos”, manejada por familiares de quienes murieron en el accidente de los Andes hace ya casi 50 años.

El libro como objeto, como producto, está en crisis pero pelea una digna batalla por subsistir.

Hay muchos ángulos que más allá del título elegido permiten volver a instalar al libro como un bien buscado, deseado y atesorado.

La crisis responde a varias causas. Una de ellas es que se lee menos. Lo audiovisual ocupa un espacio importante en la vida cotidiana, sin duda, pero los problemas educativos de muchos países (el nuestro incluido) derivan en generaciones que no solo ya no tienen el hábito de la lectura, sino que muestran serias dificultades en lo que se llama “comprensión lectora”, o sea la capacidad para entender de que trata el texto que leen.

Otra explicación es el surgimiento de formatos que sustituyen al papel, los llamados libros electrónicos. Esta modalidad toma el lugar del libro impreso pero no su existencia. De todos modos, los buenos lectores siguen prefiriendo el papel.

Los medios, en especial los escritos, así como las empresas editoriales, distribuidoras y librerías deberían rediseñar sus estrategias de “marketing” para dar impulso a un bien que tiene muchos aspectos para promover, algunos no estrictamente vinculados al contenido: el libro como objeto estético, una biblioteca que decora una casa y el gusto de recorrer una librería bien puesta (en Montevideo las hay) y hurgar en los estantes y al final comprar algo. Un libro es un buen regalo para un cumpleaños o para las fiestas navideñas.

En otras palabras, hay muchos ángulos que más allá del título elegido permiten volver a instalar al libro como un bien buscado, deseado y atesorado.

En muchos países los medios escritos e impresos tienen buenas secciones de libros porque se entiende que hay allí una expresión fundamental de la vida cultural. Los medios en nuestra región parecen haber priorizado el espectáculo y el entretenimiento, como eje central de la cultura y desdeñan al libro.

Es irónico que los medios escritos den tanta importancia a los protagonistas del espectáculo (páginas enteras dedicadas a la farándula) pero no consideren dignos de nota a los autores de novelas, cuentos cortos, poesía, dramaturgia, ensayo o textos periodísticos.

Autores de libros como los periodistas de prensa deberían defender un común interés: la palabra impresa.

Cuando algún diario sí recomienda libros, usa criterios arbitrarios y no siempre aconseja textos que interesen a un público medianamente formado e informado, como sí ocurre en otros países. Olvida además que ya es antigua la idea de comentar solo lo que hay en plaza. La posibilidad de comprar “on-line” permite al lector acceder a libros que tal vez no estén ni nunca lleguen a las librerías uruguayas.

La Feria de Buenos Aires es una de las más grandes de la región. En un momento en que la pandemia cede y visitar el país vecino es barato, muchos uruguayos viajan y la recorren.

Es un buen momento entonces, para que acá, en nuestro país, quienes se mueven en esa industria cultural, porque de eso se trata, encuentren la manera de dinamizarla, lograr que su producción sea seductora, promover a sus autores y volver a poner el libro en el centro de nuestras vidas.

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