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Legislando sobre cuándo ir al baño

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Editorial

¿Se imaginan las declaraciones juradas que tendrán que hacer los esforzados teletrabajadores para justificar cuántas horas dedicaron a su empleador o cliente, y cuántas a Facebook o El País Digital?

Imagine el lector un hipotético gobierno frenteamplista del futuro en que se legisle sobre la cantidad de veces que los uruguayos debemos ir al baño, con la loable intención estatal de proteger nuestra salud y calidad de vida.

Parece una exageración, pero no es tal.

Porque en su edición de ayer, el semanario Búsqueda informa la iniciativa del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de legislar sobre esa realidad imparable a nivel global, que configura el teletrabajo. Hasta ahí, todo más que bien. En momentos en que los avances tecnológicos, y en especial la robótica, prefiguran una pérdida inexorable de puestos de trabajo no calificados, prontamente sustituidos por máquinas, el auge del teletrabajo abre nuevas oportunidades para los emprendedores, de brindar servicios personalizados a cualquier parte del mundo.

Todo haría suponer que el nuevo proyecto de ley va en línea con el incentivo a esta salida laboral, desregulándola o exonerándola de impuestos.

¡Todo lo contrario!

Según el subsecretario de Trabajo, Nelson Loustaunau, la finalidad de dicho proyecto es "regular una cantidad de cosas, como el tiempo de trabajo. Porque una de las críticas es la cantidad excesiva de horas que puede tener un trabajador. O la vinculación, por cómo irrumpe en la vida familiar".

Es razonable que se impulse el "derecho a la desconexión" como en otros países, en la medida que algunos empleadores pueden incurrir en el abuso de obligar a sus subordinados a responder correos o realizar gestiones virtuales, en horarios asignados al descanso. Pero de ahí a fijar límites de horas de teletrabajo hay un gran trecho. Primero, por el absolutamente impracticable control del cumplimiento de esa medida, a menos que el Ministerio decida sentar un inspector al lado de cada teletrabajador, en la intimidad de los respectivos hogares.

Y segundo, porque el gobierno vuelve a demostrar aquí su obsesión reglamentarista. ¿De qué nos quieren "proteger", de que dediquemos demasiadas horas al trabajo? Entonces, que empiecen por aflojarnos la carga de impuestos y el costo de las tarifas públicas, siempre de las más caras en la región y el mundo. Que empiecen por autorizar el descuento de gastos en educación y salud del impiadoso IRPF. Que empiecen por estimular el rendimiento del ingreso, aliviándole al trabajador y al microempresario la pesada carga de sus tributos y coacciones.

Pero no, la obsesión reglamentarista, esa vocación mesiánica que impulsa a estos marxistas trasnochados a ordenarnos la vida como el Big Brother orwelliano, los hace seguir poniendo énfasis en lo accesorio y pasando por alto lo importante. Como cuando en lugar de diseñar una lógica estrategia de comunicación para desalentar el consumo excesivo de sal, notoriamente perjudicial para la salud, se les ocurre obligar a los restaurantes a tener un diez por ciento de platos sin ese ingrediente en sus menúes. Y sacan a la calle a sus rentados inspectores de papilas gustativas para multar a los réprobos. O como cuando pretenden reglamentar el voluntariado, poniéndolo bajo sospecha de trabajo esclavo.

"Tecnológicamente podés tener controles remotos para saber cuánto tiempo se está frente a la máquina", aclara el subsecretario Loustaunau al semanario colega, y uno ya se imagina las declaraciones juradas que tendrán que hacer los esforzados teletrabajadores para justificar cuántas horas dedicaron a su empleador o cliente, y cuántas a Facebook y El País Digital. Google pasaría a ser una zona gris: ¿se usó para averiguar cuántos goles metió Suárez o para aplicar al trabajo?

El gobierno afirma que la medida se inspira en la normativa alemana, que prevé la suscripción de convenios por empresa en defensa de las horas de descanso de los empleados, un acuerdo entre partes bien diferente a lo que dicen querer implantar.

"Se intenta regular cómo se va a trabajar en la semana, para que no sea un loquero y no se agredan otros derechos, como el de limitación de la jornada, que está muy vinculado a la desconexión y a la vida familiar. Está estudiado que la filtración del trabajo en la vida familiar produce daños", agrega.

Habría que preguntar a los teletrabajadores si no son capaces de administrar su tiempo para evitar que su vida sea "un loquero" y si realmente necesitan de una ley para mantenerlos en la cordura.

Estamos seguros que pedirían exactamente lo contrario: más libertad para emprender y menos extracción de sus recursos, ganados con esfuerzo, para pagar sueldos de funcionarios reglamentaristas que viven en Marte.

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