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La lección de Barack Obama

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Editorial

El discurso del expresidente Obama en el funeral de John McCain es una lección de democracia y republicanismo. Y un contraste doloroso con algunas palabras y acciones recientes de nuestro ambiente político local.

En Uruguay, el fallecimiento del senador estadounidense John McCain fue noticia menor. Pero en su país, la figura del ex candidato republicano generaba un respeto reverencial, por representar las mejores cualidades que pueden adornar a un político: patriotismo, integridad, honestidad intelectual, y la capacidad de poner los intereses de su país por encima de las conveniencias políticas menores.

Antes de morir, consciente del destino implacable que le deparaba su enfermedad, pidió un par de cosas: que Donald Trump no asistiera a su funeral, y que Barack Obama, quien lo había derrotado en su intento de llegar a la Casa Blanca, fuera el principal orador del evento. El discurso del expresidente estuvo a la altura de la exigencia. Pero, sobre todo, leerlo resalta un contraste doloroso con lo que vienen siendo las palabras y actitudes de estos días de nuestro propio presidente, Tabaré Vázquez.

"John tenía un respeto reverencial por nuestras instituciones de gobierno, por la Constitución, por nuestra Declaración de Derechos, por el orden jurídico y la separación de poderes. Él sabía que en un país grande y diverso como el nuestro, esas instituciones, esas normas, son lo que nos mantiene unidos, lo que nos permite tener un vida en común".

Más adelante, Obama afirma que "Incluso cuando no estábamos de acuerdo, especialmente cuando no estábamos de acuerdo, John creía en la honestidad y en escuchar el discurso de quienes discrepaban". "Él nunca puso en duda la sinceridad del rival ocasional, ni su patriotismo, o de que cuando la discusión terminaba, estábamos todos en el mismo equipo". "Él entendía que si entramos en la práctica de torcer la realidad para servir a los intereses o a la ortodoxia de los partidos, el sistema no funciona". "Entre otros motivos, esa era la razón por la que defendía con fervor la importancia de una prensa libre e independiente como eje del debate democrático".

Y en uno de los párrafos finales, Obama sostiene que "Una buena parte de nuestra política, de nuestra vida pública, de nuestro discurso público, puede lucir como pequeño y mezquino". "Traficando con la exageración, con el insulto, con controversias manufacturadas y enojos falsos. Es un tipo de política que busca mostrarse como valiente, como fuerte, pero que en realidad está basada en el miedo". "John nos instó a ser mejores que eso. A ser más grandes que eso".

Pues bien, este par de párrafos resultan de un contraste terrible, cuando vemos, por ejemplo, las declaraciones del presidente Vázquez del pasado lunes, cuando tras semanas sin mostrarse en público, lo mejor que pudo hacer fue reaparecer apelando a la ironía, para atacar de manera bastante viperina al principal líder de la oposición. No solo eso, sino que sostuvo que en Uruguay es imposible que se lave dinero, en referencia a las crecientes denuncias que vienen de Argentina sobre el paso de dinero sucio de los Kirchner por nuestro país. Y, no contento con todo esto, afirmó que acá la crisis argentina no afectará en lo más mínimo.

Para empezar, las denuncias de paso de dinero sucio por Uruguay no es posible taparlas con sarcasmos y caras serias. Casos como el del sindicalista Balcedo y tantos otros de estos años, muestran que nuestros sistemas de control están lejos de la implacabilidad que señala Vázquez con tanta suficiencia. Por lo menos, hay que ser humildes al tratar el tema.

En segundo lugar, no ha habido una vez en la historia en que Argentina haya tenido crisis, y que a nosotros de una u otra forma no nos haya afectado. Ojalá que esta vez sea la excepción. Pero las palabras de Vázquez, lejos de mostrar solidez y confianza, parecen una bravuconería rayana en la insensatez.

Por último, Vázquez es un hombre que atraviesa el fin de su vida política. Muchos esperaban que este segundo mandato fuera la oportunidad para dejar en la historia el sello de un estadista, animándose a romper con los códigos sectarios de su partido, y buscando consensos que permitieran reformar la educación, la seguridad pública, la política exterior, el estado, la madre de todas las reformas, según el propio Vázquez. Muy lejos de eso, su mandato ha estado marcado por la inacción, por la ausencia absoluta de reformas a fondo, de medidas de largo aliento.

Es más, ha tolerado desbordes a las reglas básicas de la convivencia democrática, como los recientes exabruptos de su ministro Ernesto Murro, los desplantes del canciller Nin, la utilización de las instituciones públicas para el autobombo electoral de la ministra Cosse. Una despedida en las antípodas de los valores que destacaba Obama en su elegía al senador McCain.

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