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La agenda de la pospandemia

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A medida que se va retirando la pandemia, empiezan a delinearse los otros grandes temas que forman parte de la agenda a atender por el gobierno y que esperan su turno. Según como los acometa el gobierno, por ello se juzgará su gestión.

El tema de los combustibles aparece entre los primeros porque mucho se habló en estos días. La nueva modalidad para establecer su precio (en especial el llamado factor X) complicó al gobierno pero a la vez ayudó a desnudar los enormes costos que implica el funcionamiento de Ancap, con áreas a pura pérdida y por lo tanto presiona a que se encuentren soluciones definitivas. Conseguir abaratar todas las prestaciones de energía (no solo el combustible) es mejorar la calidad de vida y hacer más competitiva la producción.

La pandemia alteró los planes que el gobierno tenía para poner en marcha la educación. La Ley de Urgente Consideración (LUC) le dio buenos instrumentos para su gobernanza. Asimismo, genera expectativas positivas la propuesta diseñada para Secundaria y UTU, con los llamados Centros Espínola, como forma necesaria y actualizada de encarar la reforma educativa. Durante estos dos años hubo que manejarse en estado de emergencia: el desafío ahora es concentrar en los tres restantes años lo que se hubiera querido hacer en cinco.

Recuperar una sensación de seguridad ciudadana es otro de los desafíos que asumió el gobierno. Ya desde el primer momento con Jorge Larrañaga al frente del ministerio de Interior (y luego con Luis Alberto Heber) se notó un cambio positivo y la LUC dio buenos instrumentos para combatir la delincuencia. De todos modos, la realidad del narcotráfico sigue siendo un desafío para este, o cualquier gobierno.

La política exterior es otra de las prioridades a atender en un mundo que tras dos años de encierro empezará a mirar nuevos horizontes. Durante la campaña, uno de los mensajes fue el de ampliar mercados para colocar nuestros productos y hacerlo mediante acuerdos de libre comercio convenientes para el país así como desarrollar una política para atraer nuevas inversiones. El gobierno no perdió tiempo y fue moviendo sus piezas (pese a la pandemia) para que el Mercosur entendiera las necesidades de Uruguay y no fuera una traba a sus aspiraciones en un camino que no debería tener retorno.

Otro punto importante es dinamizar el puerto. Se trata de un gran motor de la economía y una fundamental fuente de riqueza genuina y de empleo pese a la escasa atención que le prestan los uruguayos y que poco se sabe sobre su funcionamiento. Apuntalar al puerto demostrará que el gobierno tuvo razón en renovar el acuerdo con la empresa belga.

El incentivo al turismo, un rubro tan castigado por la pandemia, vuelve al primer plano. Habrá que mejorar lo que ya se ofrece tradicionalmente pero también desarrollar alternativas nuevas y diferentes, que sean atractivas todo el año.

Todo esto necesita de una política económica sólida, abierta, que garantice la competitividad y tenga en cuenta los desafíos que se presentan respecto al empleo. El concepto del trabajo vive una transformación a escala mundial que va más allá de la riqueza generada por un país y se vincula al avance de una tecnología que permite producir con menos personal.

El tema de los combustibles aparece entre los primeros porque mucho se habló en estos días. La nueva modalidad para establecer su precio complicó al gobierno pero a la vez ayudó a desnudar los enormes costos que implica el funcionamiento de Ancap.

Armonizar todo esto solo se hará con algo muchas veces prometido en campaña: reducir los gastos innecesarios que genera el Estado (y vaya si son muchos) para gastar, sí, solo donde hace falta. Todo ello ayudará a crear un clima que atraiga inversiones en un mundo con reglas de juego muy cambiadas respecto a las previas a la pandemia.

Lo peor de la pandemia poco a poco va quedando atrás y ahora sí hay que ir a las cosas. En la medida que la gestión se vaya afianzando, el país entrará en una dinámica por la cual el gobierno no debería temerle al referéndum. Tendría que ser fácil explicar que muchas cosas que se están haciendo bien es gracias a los instrumentos otorgados por la LUC.

Además, cada cosa bien hecha debería ayudar a consolidar a la propia coalición de gobierno y hacerla crecer y proyectarse hacia el futuro.

Lo lógico sería pensar que si para enfrentar una dramática pandemia mundial, como no la había habido en un siglo, el gobierno pudo desplegar capacidad y talento, recurriendo a los mejores cerebros del país y diseñando una certera estrategia y una sólida logística, debería tener las mismas habilidades para enfrentar estos otros desafíos y presentar, al terminar su período, un país muy distinto y mucho mejor, al que recibió.

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