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Jóvenes blancos y colorados

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EDITORIAL

Ir a las urnas en tiempos no electorales es un desafío muy grande para cualquier partido. Pero blancos y colorados superaron la prueba y demostraron presencia en las nuevas generaciones.

El año pasado fue electoralmente muy importante para el Partido Nacional y para el Partido Colorado, ya que cada uno de ellos procesó su elección interna de juventudes. Los resultados de esas dos elecciones no fueron hasta ahora muy analizados, pero merecen atención ya que fijan las pautas de las renovaciones que se operarán en esas dos colectividades históricas.

En primer lugar, es claro que ir a las urnas en tiempos no electorales es un desafío mayor para cualquier partido. Como además siempre se ha dicho que los partidos fundacionales no tienen predicamento entre las nuevas generaciones, esta prueba electoral resultó muy demostrativa: los partidos expusieron sus capacidades de movilización y de llegada a las nuevas generaciones. En segundo lugar, estos ejercicios son muy saludables: dan vigor a la militancia de los partidos y aseguran la renovación de sus dirigentes a partir de la legitimación del voto.

En cifras electorales el peso de cada uno resultó bien diferente: redondeando, hubo unos 66.000 votos para los blancos y unos 21.000 para los colorados, por lo que la relación de fuerzas fue de 3 a 1, similar en definitiva al panorama de elecciones nacionales que se mostró tanto en 2004 como en 2014. Se trata pues de un dato sugestivo que se inscribe en el largo plazo y que viene a confirmar el peso que cada uno de los partidos tiene en el sistema político del país, y sobre todo en la configuración de la oposición al Frente Amplio.

Pero lo más interesante es la comparación de votos por departamentos. El Partido Nacional, fiel a su tradición, votó fuerte en el Interior: de los 66.000, solo 16.000 fueron en Montevideo. El Partido Colorado, en cambio, tuvo una configuración territorial muy desigual. Por un lado, con cerca de 9.500 votos sumados se destacaron Salto y Rivera, que son dos departamentos en los que los colorados tienen fuerte presencia política. Por otro lado, en lugares en los que los colorados tuvieron históricamente fuerte tradición partidaria, los jóvenes recibieron pocos votos: por ejemplo, Montevideo, llegó apenas a los 4.000; Artigas obtuvo menos de 500 y Río Negro alcanzó la magra cifra de 134 en total.

Si se suma Montevideo, Canelones, Rivera y Salto, se verá que cerca del 80% de los votos de los jóvenes colorados se concentraron allí. De hecho, Rivera y Salto fueron los únicos departamentos en los que los jóvenes colorados recibieron más votos que los blancos. Muy distinto es el panorama de los jóvenes blancos: en todas partes votaron bien, con un piso de 662 en Flores, y con Montevideo como departamento de mayor peso relativo con 24% del total. En perspectiva regional, hay lugares en los que la diferencia de votos entre blancos y colorados es abismal: en el centro del país, por ejemplo, formado por Durazno, Lavalleja, Florida y Flores, la suma de apoyos a los jóvenes colorados fue menor a 1.400, cuando en favor de los blancos hubo cerca de 6.800 votos.

Si bien estas elecciones no permiten sacar conclusiones terminantes con respecto a las próximas elecciones generales de octubre de 2019, sí es claro que ratifican al menos dos grandes tendencias de largo plazo que se vienen verificando hace años. Por un lado, el Partido Nacional sigue teniendo su mayor representatividad en el Interior del país, con departamentos muy nacionalistas: en Cerro Largo, por ejemplo, los jóvenes blancos sacan casi que el doble de votos que los jóvenes colorados en Montevideo. Por otro lado, estas elecciones juveniles coloradas muestran hasta qué punto ese partido se ha regionalizado, con departamentos del norte en donde es muy importante su presencia, y otros, como por ejemplo San José o Treinta y Tres con menos de 100 votos juveniles cada uno, en los que su caudal electoral es testimonial.

Las elecciones de juventud de 2017 de los dos partidos tradicionales reflejaron claramente las grandes líneas geográficas y de peso electoral relativo que cada partido viene exhibiendo desde hace ya muchos años. Mostraron partidos vitales y capaces de renovar sus dirigencias de la forma más democrática posible que es a partir del voto ciudadano. Y seguramente hayan sido también el primer desafío político para muchos jóvenes que terminarán siendo dirigentes de sus partidos luego de foguearse en sus respectivos departamentos y agrupaciones locales.

Importa que ese ejercicio se mantenga periódicamente a futuro, como viene ocurriendo desde hace ya una década. Porque la existencia de partidos fuertes y saludables son fundamentales para una democracia plena.

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