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La izquierda reaccionaria

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Era cuestión de tiempo. Solo había que sentarse a esperar unos años para verla llegar. Terminó pasando en la segunda administración Vázquez. Se trata de la izquierda reaccionaria que ataca a un gobierno del Frente Amplio como si fuera uno de los gobiernos "neoliberales" a los que hizo la vida imposible durante la década del noventa.

Así, las manifestaciones de la reacción izquierdista van ocupando un lugar importante en la agenda del país.

Primero, en la enseñanza pública, esa que es prioridad declarada del presidente Vázquez. Ya hubo paros de precalentamiento, por las dudas y en contra del TISA. Ya la punta de lanza sindical hizo explícito su rechazo a los liceos privados que, sobre todo en las zonas marginales de Montevideo, son la única esperanza de adquirir los conocimientos que permiten a los jóvenes de clases populares alcanzar buenos trabajos para salir adelante en la vida. Porque según esta izquierda reaccionaria, semejantes iniciativas son funcionales al capitalismo y no pueden reproducirse en la enseñanza pública. El gobierno frenteamplista sufre el mismo tipo de oposición sindical y compañera que en los años noventa, por ejemplo, sufriera la reforma Rama de la educación. Oponerse a todo, con discurso ideologizado, dispuestos a todo y sin ningún interés en que la enseñanza sea un instrumento para que los estudiantes mejoren en sus destrezas. Pedir, pedir y pedir. Pero no dar nada sustancial a cambio, y hundir así a la enseñanza pública.

Segundo, en la inserción internacional del Uruguay, esa que es fundamental para mantener un camino de crecimiento de largo plazo. Ya el ala sindical se opuso al TISA por las dudas. Ya los intelectuales de provincia presentaron sus temerosos argumentos que ven cucos imperialistas por doquier, como en las mejores épocas de los años noventa. En esos años, el discurso era que había que salvar "las joyas de la abuela" y entonces trancaron toda asociación con privados y dieron manija contra los inversores extranjeros que eran descritos como piratas.

Dos décadas más tarde, no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que el asunto es muy parecido: intelectuales y sindicalistas presentan dudas sobre la apertura de servicios al mundo y temen por las empresas del Estado.

El ministro de Relaciones Exteriores da argumentos razonables. Explica que ya integramos la OMC; que el asunto de tratar a los extranjeros igual que a los nacionales está en la ley de inversiones; que las negociaciones internacionales precisan de discreción en su proceso; que el mundo va hacia una mayor apertura de intercambios de servicios; y lo más elemental, que un país de 3 millones de habitantes no puede cerrarse al mundo si quiere seguir creciendo y desarrollándose.

Pero se enfrenta a la misma cantinela reaccionaria que la de los años noventa. Salvo que ahora el enemigo no es el neoliberalismo sino el imperialismo liso y llano, aunque el objetivo reaccionario siga siendo el mismo: "Defender las empresas públicas" frente al ataque de "poderosos intereses transnacionales", todos liberadas al parecer, por el pérfido Estados Unidos.

La esperanza para esa izquierda reaccionaria está en el mayor peso de China en la economía internacional para contrarrestar a los gringos imperialistas.

Parece chiste pero no lo es. China, una férrea dictadura que ha crecido sobre la base de la explotación más salvaje de sus clases menos pudientes, que reprime ferozmente toda libertad sindical y expresión intelectual libre, y cuya mayor influencia en la región de Asia Pacífico es temida por muchos de sus países vecinos, resulta ser el contrapeso al que apela la izquierda reaccionaria para batallar contra la influencia imperialista yanqui por el mundo. Y el dislate es tal, que se ha oído a conspicuos intelectuales de esta izquierda reaccionaria argumentar en contra del TISA afirmando que "por algo China no está" en las negociaciones de ese tratado internacional, cuando en realidad, China hace tiempo que está solicitando entrar en esas negociaciones.

Era cuestión de tiempo. Pero llegó. La segunda administración Vázquez está sufriendo en carne propia la crítica ideologizada de las fuerzas más reaccionarias del país.

Hay dos actitudes posibles. La primera, mirar la escena y recordarle al gobierno los tiempos en los que el Frente Amplio, en la oposición, era el principal abanderado de todos estos argumentos disparatados que ahora se vuelcan en su contra. La siguiente, ayudar a vencer a estos reaccionarios, por el bien del país.

El ministro de Relaciones Exteriores da argumentos razonables. Explica que ya integramos la OMC; que el asunto de tratar a los extranjeros igual que a los nacionales está en la ley de inversiones.

Editorial

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