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Las Instrucciones del Año XIII

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“Un nuevo aniversario del principal documento político legado por José Artigas cuyos principios democráticos y republicanos deben seguir inspirando a nuestros gobernantes y políticos de todos los sectores.

El historiador argentino Pepe Rosa, en su memorable retrato sobre Artigas, lo recuerda pidiendo en Buenos Aires 50 pesos y 150 sables para alzar a la Banda Oriental contra los españoles. Asombrado por la parquedad del pedido el deán Funes le pregunta quién es y él contesta secamente: "El Jefe de los Orientales".

Ese hombre de la respuesta arrogante es el mismo que en abril de 1813, hace más de dos siglos, en el predio montevideano donde hoy se alza el Hospital Británico, ante una asamblea de diputados pronunció con humildad republicana su frase más célebre, la que varias generaciones de escolares uruguayos aprendieron de memoria: "Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana".

Después de tan democrática presentación Artigas envió a esa asamblea sus célebres Instrucciones del Año XIII, quintaesencia de su acendrado liberalismo y catecismo que regiría su actuación pública. Son instrucciones a sus diputados cuya lectura no les vendría mal a nuestros actuales legisladores y gobernantes, sobre todo a quienes quieren ver en el prócer a un antecesor de los caudillos populistas y autoritarios que tanto daño han hecho y hacen por estas latitudes.

Eso lo desmiente, para empezar, su pensamiento político plasmado en la instrucción de promover "la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable". Lo de la libertad civil era algo arraigado entre los diputados del año 13, pero no así lo de la libertad religiosa que consagraba la libertad de conciencia con una concepción laica infrecuente entre los libertadores latinoamericanos de la época- que cavaría una honda huella en la futura sociedad uruguaya.

Del mismo modo también abriría un surco su enumeración de las funciones esenciales del gobierno entre ellas la de "conservar la igualdad, libertad y seguridad de los ciudadanos". Nótese la apelación a cuidar de la seguridad pública, un tema tan vigente entonces como ahora. Las Instrucciones delinean además un gobierno organizado en torno a los tres grandes poderes que, según advierte Artigas, "serán independientes en sus facultades", algo que debería llamar a reflexión a quienes hoy acometen de manera sistemática contra el Poder Judicial.

Para completar la descripción de ese gobierno democrático que alentaba y asegurar su estabilidad futura, dicta una instrucción varias veces ignorada en nuestra historia, más recientemente por los militares golpistas de 1973 que cínicamente solían invocar la obra de Artigas como guía y motivo de inspiración. Es la que reza así: "El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos". Huelga decir que esa frase fue cuidadosamente eliminada por los golpistas entre las que fueron seleccionadas para ser expuestas, a grandes trazos, en el mausoleo del prócer en la plaza Independencia.

Las ideas predominantes en la Constitución de Cádiz de 1812 ("la Pepa") y sus largas conversaciones con el naturalista español Félix de Azara, a quien acompañó en su expedición por el interior, así como los escritos de los norteamericanos Thomas Payne y Thomas Jefferson, obraron como fuentes del pensamiento artiguista plasmado en las Instrucciones. Como explicó tiempo atrás el historiador Héctor Miranda, el mérito de Artigas no consiste en haber creado sino en haber adaptado. Su tarea no fue la del académico ni la del pensador político, que no lo era, sino la del estadista práctico que supo elegir aquellos principios de organización que consideró los mejores y más adecuados para la felicidad de su pueblo.

Otra de las cláusulas de aquel documento entregado a los diputados afirmaba la libertad de puertos, una forma de afirmar la independencia comercial del país naciente y librarse de las odiosas leyes coloniales del monopolio así como de las futuras amenazas que ya se incubaban en el ámbito del centralismo porteño. Es sabido que Artigas soñaba con una federación, pero que al mismo tiempo desconfiaba del poder que pudiera ejercerse desde Buenos Aires, razón por la cual una de las instrucciones establecía que la sede de ese gobierno federal no debía ser en ningún caso la capital argentina.

Dos siglos después de aquel mandato entregado a los diputados orientales las ideas republicanas de Artigas están vigentes y deberían ocupar un sitial privilegiado en los cursos de historia y educación cívica que se imparten a escolares y liceales. Es que las asechanzas contra el sistema democrático, que Artigas quiso prevenir con sus Instrucciones del Año XIII, no dejan de estar entre nosotros.

EDITORIAL

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