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Indigestión de sapos

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Editorial

¿Cuántos batracios más quiere Mujica que comamos los uruguayos, para mantener este elenco de gobernantes donde priman la incapacidad, la improvisación y los intereses personales? Disculpe Pepe, pero preferimos una dieta balanceada.

Hay dos metáforas zoológicas a las que el expresidente Mujica recurre con inusual frecuencia. Una es la de "abrazarse a las culebras", simpático sincericidio que, al tiempo que ilustra sobre la conveniencia exclusivamente electoral de atraer dirigentes de los partidos fundacionales, los denigra, al calificarlos a ellos mismos de bichos rastreros y venenosos (habría que ver si en algún caso no le asiste la razón).

La otra expresión de ese estilo con que condimenta su jerga habitual, es la de "comer un sapo". Dícese de verse obligado a aceptar algo inaceptable, a cambio de obtener un beneficio mayor al perjuicio que eso produce.

Mujica volvió a valerse de ese dicho hace unos días, cuando en un acto a favor de la liberación de su amigo encarcelado por corrupto, el expresidente Lula, hizo un vibrante llamado a la unidad del FA en momentos en que, admitió, las mayorías electorales en varios países de América Latina cruzan a la vereda de enfrente de la izquierda populista. Dijo Mujica, otra vez, que había que "comer algún sapo", con tal de conservar el poder, según él, para favorecer a los más desposeídos, evitar que el gran capital haga retroceder las conquistas populares y bla, bla, bla.

El problema es que no desarrolló al detalle a qué clase de sapo se refería. Tal vez en el caso de Brasil, simbolice con ese animalito indigesto, y más si se lo ingiere crudo, a que el votante trague con resignación la vergonzante máquina de corrupción generalizada que alimentó el PT, con Lula y sus principales personeros a la cabeza. Una corrupción que se propagó mayormente, en ese y otros países del continente, en torno a una empresa que también aquí, en Uruguay, hizo pingües negocios con la malograda construcción de la regasificadora. Pero, por suerte, el nuestro parece que fue el único país donde Odebrecht no coimeó a nadie del gobierno. Debe ser por aquello de que como el Uruguay no hay…

Otro sapo al que tal vez se refiera Mujica es admitir la permanencia en el FA del exvicepresidente Sendic y su compinche Leonardo de León, aunque al siempre resignado Frente Líber Seregni no le divierta tanto la idea. Está claro que es él quien sostiene a esa impresentable dupla de superhéroes incombustibles, desde que declaró a una radio del Sodre, días pasados, que lo de Sendic está "hiperdimensionado" y que su único pecado fue "comprarse un par de pilchas" (sic) con dineros públicos. Hasta ahí todo bien: ¿a quién no se le puede perdonar que saque a relucir su tarjeta corporativa para hacerse de un short y unas ojotas? El problema es que esas pilchas le costaron al país un agujero de 800 millones de dólares, que hubo que pagar con más impuestos y aumentos de tarifas, los mismos costos que están haciendo zozobrar a los emprendedores de los diecinueve departamentos, en alianza con la intransigencia de sindicatos compañeros que, en lugar de ayudar a salvarlos, los entierran más, mientras juegan a la perimida lucha de clases.

¿Qué otro sapo tendrán que comer los esforzados ciudadanos para seguir acompañando al FA en las próximas elecciones? Sin duda, una conducción de la seguridad pública que ha llegado a extremos risibles en los intentos de justificar su inoperancia. Que había prometido al principio del gobierno abatir las rapiñas en un 30% y logró que aumentaran el doble de ese guarismo. Con un récord de cajeros automáticos que vienen explotando desde hace meses, exactamente con el mismo modus operandi, en un trámite que a los delincuentes les está resultando tan fácil como deshojar margaritas. Y se puede seguir acumulando sapos… Alcanza con recordar a la exdirectora de ASSE, cuando aclaró que no es delito que tres directores de hospitales hayan decidido, desde sus cargos, alquilar regularmente con plata del Estado ambulancias que pertenecen a ellos mismos. Y la lista podría continuar hasta el infinito.

En ningún caso se trata de sapos que perjudican a "la oligarquía", "la clase dominante" y demás estereotipos demodé que ellos manejan para colocarse del lado de los buenos, no. Estos sapos arruinan la vida del ciudadano de a pie, del contribuyente que se desalienta porque observa que los impuestos y tarifas que paga con el sudor de su frente se destinan al despilfarro, la politiquería y corruptelas más o menos explícitas.

¿Cuántos batracios más quiere Mujica que comamos las uruguayos, para mantener este elenco de gobernantes donde la incapacidad, la improvisación y los intereses personales?

Disculpe Pepe, pero para el año 2020 en adelante, preferimos una dieta balanceada.

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