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La indigencia y el Mides

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Editorial

Para el INE, si una persona percibió en el mes algo más de $3.375, con lo que la estadística supone que cubre sus necesidades básicas alimentarias mensuales, ya dejó de ser indigente para pasar a ser considerado por las cifras oficiales como pobre.

Poco a poco se van discutiendo con mayor apertura los criterios que se usan para definir la pobreza y la extrema pobreza en el país. El debate es muy importante porque no es solo metodológico sino también eminentemente político.

En nuestra edición del pasado 11 de agosto del suplemento “Qué Pasa” se informó que el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) decidió reducir las prestaciones alimentarias que otorgaba el Instituto Nacional de Alimentación (INDA). El dato es relevante por cuanto miles de personas dentro de las más necesitadas de nuestra sociedad quedaron sin un apoyo alimenticio clave para sus vidas. El argumento burocrático del Mides es que debía de implementarse un cambio de medición de situaciones sociales difíciles, a partir del cual se pasara a valorar más el índice llamado de “carencias críticas” para la definición de los beneficiarios de ayudas sociales.

El problema es grave y tiene dos dimensiones importantes. La primera refiere a definiciones técnicas- metodológicas que miden la pobreza y la extrema pobreza en el país. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la cantidad de indigentes bajó entre 2015 y 2017 de 0,3% a 0,1% de la población, es decir menos de 3.500 personas en total. Se trata, evidentemente, de una cifra completamente mentirosa en los hechos, solamente justificada teóricamente a partir de una definición de indigencia con un nivel de ingresos ridículo.

En efecto, para el INE, si una persona en julio de este año percibió en el mes algo más que la magra suma de $3.375, con la que la estadística supone que cubre sus necesidades básicas alimentarias mensuales, ya dejó de ser indigente para pasar a ser considerado por las cifras oficiales como pobre. Es decir que esa cifra del 0,1% de extrema pobreza del INE para todo el país, es la cantidad de gente que recibe menos de $3.375. Francamente, ¿acaso alguien puede creer que una persona que percibe, por ejemplo, $3.500 por mes en Montevideo no es indigente? Y el ridículo estadístico a esta altura es tan evidente, que incluso recientemente una universitaria afín a la izquierda y especialista en estos temas señaló, con razón, que hay que dar nuevo sentido a la definición de extrema pobreza.

La segunda parte del problema está muy ligada a la primera, y se trata de la dimensión política que va de la mano de estas definiciones técnicas y metodológicas. Hoy el oficialismo está negando la realidad que vive el país. El caso de los indigentes, por ejemplo, es bien claro. Hace por lo menos un par de años ya que los montevideanos perciben que hay más gente indigente en las calles de la ciudad. Pero desde las más altas autoridades del Mides se han dado las explicaciones más inverosímiles para dar cuenta de este fenómeno: que ahora la gente está en la calle de una manera distinta a lo que estaba antes; que el aumento de sillones descartados en lugares públicos incita a cierta gente a quedarse a vivir en ellos… en fin, un conjunto de sandeces que causan vergüenza ajena.

En realidad, es justamente desde la tarea que realiza el INDA que se puede ver con claridad que la situación social es mucho peor que la que quiere admitir el gobierno. En efecto, quienes almorzaron en el servicio nacional de comedores del INDA pasaron de 7.586 a 7.830 personas en total entre 2015 y 2016. Además, entre 2015 y 2016 el INDA aumentó el apoyo con alimentos secos a instituciones que asisten a personas nutricionalmente vulnerables, como merenderos, clubes de niños, etc.: de 423 pasó a 649 instituciones, y de 20.000 usuarios pasó a más de 32.000 en total.

Es así que cegado por el burocratismo propio de las nomenclaturas comunistas de siempre, el Mides termina recortando en este 2018 ayudas sociales muy necesarias a poblaciones realmente carenciadas, para pasar a guiarse por índices teóricos de “carencias críticas” que, como en el ejemplo de la definición de extrema pobreza, de ninguna manera están reflejando la verdadera situación de apremio económico que están sufriendo las clases populares del país.

La ironía de la historia es que aquella motosierra contra el gasto público que tanto criticó el Frente Amplio en 2009 está siendo hoy aplicada por la izquierda en el gobierno en base a ridículas consideraciones teóricas y metodológicas que en nada reflejan la verdad de lo que ocurre entre los más pobres de la sociedad.

Se acerca el tiempo electoral. Es tiempo también de denunciar estos manejos del gobierno. Importa dejar claro que niegan la realidad con discursos ideológicos y que recortan los gastos sociales del Estado allí donde más duele.

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