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La incoherencia progresista

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El gobierno ya presentó la rendición de cuentas correspondiente al año 2014 y en poco más deberá hacer público su presupuesto para el quinquenio 2010-2015.

Este tema, que habitualmente concentra la atención de sindicatos, cámaras empresariales y analistas (no tanto de la opinión pública en general) ha sido desplazado por la espectacularidad de la interrupción de la construcción del Antel Arena y el debate que ha instalado el oficialismo sobre una posible reforma constitucional.

Al concentrarse la discusión de todos estos temas al interior del Frente Amplio, la puja entre sus sectores se vuelve el fiel de la balanza para intentar adivinar para dónde va a salir la pedrada. Esto introduce confusión, incertidumbre y desprolijidades que muestran que Vázquez no reina como en su primer gobierno sino que apenas intenta coordinar una banda desafinada.

Algunos sectores como el MPP, el Partido Comunista, la 711 de Sendic y la parte más retrógrada del Partido Socialista se han alineado en un discurso populista que critica la propiedad privada y pide que se gaste sin tener en cuenta la situación de la economía.

Lo mismo muestra la discusión sobre las pautas salariales que propuso el gobierno que, aunque a Astori no le guste la palabra, efectivamente dispone la desindexación de los salarios. Un tema más —¡y van!— que el año pasado en campaña electoral se negó enfáticamente y ahora se pone en práctica, sin mayores remordimientos.

La discusión de la política fiscal en particular, muestra algunos rasgos de interés. Curiosamente, algunos de los referentes del ala radical frentista han recurrido a la teoría económica keynesiana para justificar su defensa de la construcción del Antel Arena y una política de gasto expansiva. La línea de razonamiento sería que en momentos en que la economía se desacelera, es negativo realizar recortes del gasto público que refuerzan la tendencia a la baja. Este punto es compartible, es claro que no es lo ideal realizar un ajuste fiscal, como de hecho está haciendo el gobierno, en un período como el que estamos atravesando.

Seguramente Astori y el equipo económico compartan esta visión, entonces cabe preguntarse ¿qué es lo que conduce a que un partido que ya lleva más de dos períodos en el gobierno a frenar obras, topear inversiones, recortar publicidad, entre otras medidas, tan precipitadamente?

Lo que lleva al gobierno a mandar parar el Antel Arena y otras medidas de ajuste es la imprevisión, el despilfarro y la demagogia de la política fiscal que se dio en la fase más exuberante del crecimiento económico. El haber gastado todos los ingresos excepcionales de un período extraordinario de bonanza lleva no solo a que no se haya generado ningún tipo de reserva o ahorro, sino que incluso nos agarra este parate generalizado de la actividad, con cifras macroeconómicas impresentables. Ni la inflación, ni el déficit, ni la deuda son razonables para una economía luego de 12 años de crecimiento, a un promedio del 5% anual. Las cosas se hicieron rematadamente mal, como la propia administración Vázquez admite en los hechos.

Pero tampoco pueden los radicales frentistas "batirse el parche", porque ellos alentaron e impulsaron el gasto desenfrenado en los años anteriores, ese que ahora no le deja margen de maniobra al gobierno para hacer otra cosa que lo que está haciendo. Ellos fueron los que decían que el momento de gastar es cuando hay recursos y así derrocharon la bonanza como si no hubiera mañana, pero lo había, y ese mañana es nuestro preocupante presente.

Por cierto que la incertidumbre y la falta de rumbo que llamativamente está mostrando el propio presidente Vázquez no ayudan nada, a mejorar el panorama. Hoy por hoy el gobierno debe afrontar una situación compleja que perfectamente se pudo haber evitado si se hubieran hecho las cosas medianamente bien en los últimos 10 años. Pero las advertencias de la oposición y de unos cuantos economistas no fueron escuchadas, así que ahora solo resta ajustarse el cinturón justamente cuando comienza a faltar oxígeno.

Con un mínimo ahorro en los años anteriores hoy no habría necesidad de realizar ningún ajuste, ni frenar el Antel Arena y así habría espacio para las políticas keynesianas que ahora se reclaman. Pero hay que ser coherentes y no vivir de espaldas a las realidades más elementales.

El papel anticíclico que el Estado podría jugar no lo puede hacer por los desmanes del pasado, no vale que sus responsables ahora se hagan los distraídos.

Editorial

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