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Hong Kong, Turquía y la NBA

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EDITORIAL

El bombardeo turco sobre zonas kurdas en Siria, y las represalias contra un ejecutivo de la NBA que mostró su apoyo a los estudiantes de Hong Kong, ponen a prueba las convicciones morales y democráticas de todo occidente.

Uruguay supo ser un país donde los eventos internacionales tenían una gran relevancia. En parte por la pequeñez de nuestra escala, en parte por una población mayormente hija de inmigrantes. En los últimos años esto ha cambiado mucho, y la decadencia cultural y la obsesión por mirarse el ombligo del nuevo uruguayo, han llevado a que los hechos políticos lejanos no tengan la debida relevancia.

Pero en las últimas semanas han ocurrido eventos, al parecer ajenos, que deberían encender la preocupación de todo el mundo, uruguayos incluidos.

El primero tiene que ver con lo que está pasando en Hong Kong, ese territorio que supo ser colonia británica, y ahora mantiene un estatus especial dentro de la China Popular, bajo ese particular esquema llamado “un país, dos sistemas”. Es que una de las condiciones que impuso Gran Bretaña para “devolver” Hong Kong a China, fue que se respetara su sistema de libertades individuales y capitalismo de mercado.

Pero en las últimas semanas, una ola de protestas populares ha puesto todo patas arriba. Lo que empezó como una decisión casi burocrática para permitir que algunos delitos fueran sancionados, o sus penas cumplidas en China continental, destapó una molestia que venía incubándose durante años, en los cuales Beijing ha venido lentamente erosionando el sistema particular de Hong Kong.

Estas protestas ya han llegado a un nivel que han puesto en aprietos el gobierno chino, y no pocos temen una inminente ola represiva. En ese contexto, un hecho al parecer banal, deja en evidencia las contradicciones de las relaciones internacionales de hoy. Un ejecutivo de un equipo de la liga de básquetbol profesional de Estados Unidos, la NBA, osó emitir un comentario dando apoyo a los manifestantes, lo que resultó en una reacción indignada de Beijing. Al punto que las señales de TV chinas han amenazado con no transmitir los partidos de la liga y otras han decidido boicotear una gira de equipos de la NBA por China. Esto deja en evidencia el nivel de hipocresía con que se maneja hoy la política y las fuerzas económicas globales, que hacen gárgaras con la democracia y el liberalismo, hasta que esto roza a un mercado de la importancia de China.

Pero este no es el único episodio que pone a prueba las convicciones democráticas y el principismo de los gobiernos y sociedades occidentales.

En las últimas horas, el presidente de los EE.UU., Donald Trump, ha dado vía libre a Turquía para lanzar una ofensiva militar furibunda contra las zonas de mayoría kurda en el norte de Siria. Se trata de una decisión gravísima, en una zona donde cualquier pequeño movimiento puede tener efectos sísmicos.

La población kurda, gran ignorada en las particiones de tierras posteriores a la desaparición de los imperios británico y otomano, se encuentra dividida en zonas que hoy ocupan Turquía, Irak, Siria e Irán. Los kurdos son musulmanes, pero practican una visión muy poco dogmática de esa fe, por lo que han sido siempre aliados clave de occidente en los sucesivos conflictos regionales. Fueron vitales para EE.UU. en la reciente guerra en Irak. Llevaron la parte más efectiva en el combate contra el Estado Islámico. Y en su momento, sufrieron las represión más cruenta en tiempos del régimen de Saddam Hussein.

Hoy, aspiran legítimamente a contar con un país propio. Pero ello genera particular rechazo en Turquía, donde su brazo armado el PPK, es considerado una organización terrorista, y el líder histórico de los kurdos de toda la región, Abdullah Ocalan, se encuentra preso.

Esto es lo que está detrás del interés de Turquía al lanzar esta ofensiva militar en Siria, donde se ataca de manera cruenta a población civil, con el acuerdo tácito de Trump de mirar para otro lado. Más allá de la ingratitud de responder así a quienes han sido siempre los aliados naturales de occidente en la zona, se trata de un tema de gran importancia geopolítica. El líder actual de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está llevando a su país por el camino del extremismo religioso y el absolutismo político, y su ataque a los kurdos viola todos los principios internacionales. Pero como Turquía es aliado de EE.UU., y las bases militares de ese país en suelo turco son vitales para la Casa Blanca, esta acepta la ofensiva.

Estos dos eventos ponen a prueba las convicciones morales y democráticas de todo occidente, no solo del presidente Trump. Si por intereses económicos o políticos cortoplacistas, se sacrifica a la gente que lucha por su legítima libertad y derecho a vivir en democracia, después no habrá autoridad moral para hablar de esos principios sagrados para la identidad occidental.

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