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La herencia en educación

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Una de las peores herencias que recibirá de esta era frenteamplista en el poder el próximo gobierno será, sin duda, la situación de la educación.

Una de las formidables herramientas que tuvieron las clases medias y populares en el Uruguay del siglo XX para poder salir adelante, es decir, para forjarse un futuro venturoso de bienestar económico, desarrollo social y realización personal, fue el éxito de una buena educación pública que alcanzaba a todo el mundo. Si Uruguay fue un país-modelo y si efectivamente se destacó, como lo hizo, en varios rubros de las artes y la cultura, en una proporción mucho mayor a su comparativamente menguada cantidad de población, fue precisamente gracias a ese diferencial enorme de la calidad de su educación popular.

Esta realidad que todos conocemos si nos fijamos en nuestro pasado hecho de sacrificadas inmigraciones de la inmensa mayoría de nuestras familias, y que también se puede verificar con datos estadísticos objetivos, cambió en estos últimos lustros. Así, para valorar el estado de situación de nuestra educación no se precisa entrar en los detalles de cuántos egresados hay aquí o allá, o saber con qué edades se gradúan actualmente las nuevas generaciones y compararlas luego con lo que ocurría numéricamente hace cuarenta años.

Lo que realmente importa es constatar si la educación que se imparte logra ser útil para poder forjarse un futuro de trabajo promisorio que dé esperanzas de ascenso social. Y eso es, precisamente, lo que falla hoy radicalmente luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio (FA).

En efecto, desde 2003 que tenemos mediciones de las pruebas internacionales PISA sabemos que más de la mitad de los jóvenes uruguayos que se integran al mercado de trabajo no está en condiciones de llevar adelante tareas que impliquen tomar decisiones complejas. En la última prueba de 2018, solo el 40% de los jóvenes de 15 años alcanzaron niveles mínimos de suficiencia en matemática, ciencia y comprensión lectora.

Estamos mejor que Argentina (25%) y que Brasil (27%). Con eso, gran parte de la izquierda autocomplaciente que es el FA ha salido a batirse el parche del lugar destacado que ocupa Uruguay en la región. Esa actitud es en realidad una tontería mayúscula, porque la verdad es que siempre Uruguay se destacó en Sudamérica en ese tipo de índices. La diferencia es que, además, hace medio siglo nos destacábamos, también, frente a un espejo internacional más amplio y exigente. Y esa es la comparación que falla hoy en día.

Mientras que el promedio de todos los países que hicieron las pruebas PISA en 2018 arroja el resultado de que el 53% de sus jóvenes alcanzaron los niveles mínimos, la mayoría de nuestros jóvenes han mostrado ser analfabetos funcionales, ya que saben leer y escribir pero no pueden procesar información para resolver un problema ni hacerse preguntas relevantes para aprender en el proceso. La diferencia se agrava con respecto a los países de mayores ingresos, ya que allí más del 60% de los adolescentes superan los niveles mínimos de las pruebas PISA.

Hay un par de datos más para entender este desastre de la herencia del FA. Primero, que cuando en el caso uruguayo se toman las pruebas PISA no se está evaluando al total de esa generación del país, ya que hay una parte que ya a sus 15 años de edad no asiste a los centros de enseñanza. Por tanto, nuestros verdaderos resultados, llevados al total de la generación, son peores que ese 40% que ya de por sí es tan bajo. Segundo, que los malos resultados que se mantuvieron en todo el período 2003-2018 coincidieron con el período de mayor bonanza económica. Eso quiere decir que en el último medio siglo ningún gobierno había contado con tantos recursos como estos del FA para poder actuar eficientemente, y al menos iniciar un proceso de mejora continua del nivel educativo del país.

La herencia del FA es nefasta por tres razones. Primero, por los resultados en sí: Uruguay ya no ocupa lugares destacados en educación en el mundo hispanoparlante. Segundo, porque esos resultados se mantuvieron así por 15 años, lo que muestra la profunda incapacidad de la izquierda para enfrentar con éxito este estancamiento. Y tercero, porque todo ello ocurrió en años en los que la coyuntura económica hubiera permitido avanzar mucho, como lo muestran los ejemplos de otros países que sí lo hicieron y rápidamente.

El desafío en educación para el nuevo gobierno será enorme. Pero no nos olvidemos que esta es la nefasta herencia del FA en el poder a partir de la cual deberá trabajar.

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