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La hegemonía en acción

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EDITORIAL

Empero, parece que jamás antes se habían dado cuenta de que esas mismas fallas forman parte de las iniciativas del FA en todos estos años, a pesar de que todas ellas son, claro está, evidentes para cualquiera que quiera verlas.

Se acercan las elecciones y el Frente Amplio (FA) sigue sin tenerlas todas consigo para ganar. Es así que la hegemonía cultural de izquierda se empieza a poner nerviosa y pasa a hacer el juego que mejor sabe liderar en momentos de grandes dificultades para su partido: criticar desde lugares respetables, con argumentos que pretenden legitimidad científica o seriedad analítica, a todo lo que pueda tener algún éxito electoral de parte de los candidatos de los partidos desafiantes.

Una de las posturas es la de horrorizarse por el apoyo que distintos sectores y candidatos de la oposición van obteniendo de parte de varias asociaciones religiosas cristianas. El argumento es que por esta vía se pierde laicidad, se condiciona la agenda social de un futuro gobierno y también se pierde la autonomía del sistema de partidos. Por tanto, lo que queda implícito es que para evitar todos esos males, mejor seguir apoyando a la izquierda que se mantiene alejada de pastores y religiosos de este tipo, que tanto daño hacen en otros países, agregan, como en el caso de la extrema derecha de Bolsonaro en Brasil.

Todo esto es una típica maniobra de la intelectualidad izquierdista. Porque si bien es cierto que la laicidad debe preservarse y que nada bueno puede traer el mayor protagonismo de grupos religiosos dogmáticos en la escena política de un país, también es verdad que nunca ninguno de estos comentaristas dijeron nada sobre estos asuntos cuando quienes interactuaban estrechamente con estos grupos eran los candidatos del FA.

Los ejemplos son varios, pero alcanza con mencionar a la diputada Andrade del FA, que es mae umbandista, o a los estrechos y publicitados vínculos de Bonomi con un pae de ese culto, para darse cuenta de que todos estos críticos de ahora guardaron en su momento un profundo y prolongado silencio. Igual que con el caso de Brasil, que nada dijeron cuando iglesias y pastores arrimaban votos para el PT de Lula y Roussef, pero que son descubiertos ahora cuando suman para Bolsonaro. En definitiva, la hegemonía cultural de la izquierda se acuerda de la laicidad cuando conviene a los intereses del FA.

Otra de las posiciones que se escucha cada vez más es la de la crítica a la demagogia de algunas propuestas de precandidatos de los partidos desafiantes. Aparecen entonces en redes sociales o en la prensa los economistas compañeros de ruta, siempre prestos a dar una mano, o los politólogos marcados por su vieja militancia comunista, para poner en duda que efectivamente se puedan crear 100.000 puestos de trabajo en 5 años, o para señalar que tal o cual precandidato opositor no parece tomarse en serio la futura tarea de gobierno.

De nuevo, estamos ante la típica reacción de la hegemonía cultural de izquierda que procura ayudar a preservar las chances electorales del FA. Porque si bien es cierto que una buena calidad democrática precisa de propuestas de gobierno serias y estudiadas, o que lo mejor es que los candidatos siempre estén formados en el quehacer político, ninguno de los economistas y politólogos que hoy se muestran tan preocupados dijeron absolutamente nada de todo esto cuando los protagonistas de la demagogia y la falta de seriedad eran líderes del FA.

En efecto, ninguno de ellos puso jamás en tela de juicio la seriedad de la propuesta de Vázquez en 2014 acerca de que habría de bajar los delitos un 30%; nadie tampoco dio a entender que fuera demagógico plantear un objetivo de inflación inferior al 7%, con el nivel de gasto público que ya se tenía; ni, finalmente, nadie criticó jamás la falta de seriedad con la que el importante candidato Mujica trató los principales problemas del país, desde la tontería de que había que subirse a un arado para conocer los problemas del campo, hasta que el puerto de aguas profundas debía de estar situado en Rocha.

La jugada de todos estos analistas es evidente. Desde sus legitimidades universitarias o de reconocidos profesionales especialistas en tal o cual tema, descubren, justo ahora, que tal o cual actitud o iniciativa de los partidos o candidatos desafiantes están mal o tienen fallas. Empero, parece que jamás antes se habían dado cuenta de que esas mismas fallas forman parte de las iniciativas del FA en todos estos años, a pesar de que todas ellas son, claro está, evidentes para cualquiera que quiera verlas.

En este año electoral nos jugamos el futuro del país. Importa mucho entonces desenmascarar a estos representantes de la hegemonía cultural de la izquierda que transpiran mala fe intelectual y que solo sirven a los intereses electorales del FA.

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