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Hechos y no palabras...

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Las elecciones nacionales han quedado atrás. La ciudadanía pudo haber elegido Presidente de la República pero los votos emitidos no fueron suficientes para consagrar a nadie como primer mandatario de la nación. Se han elegido, sí, diputados, senadores y juntas electorales. El 29 de noviembre se pondrá fin a la contienda electoral. En eso estamos: un mes más de discusiones, promesas y propuestas para influir sobre el electorado, a sabiendas de que Lacalle o Mujica será el presidente del Uruguay, luego de dilucidado este verdadero pleito personal.

El Frente Amplio no comparte esta percepción final. En efecto, para sus voceros, no se trata de una contienda entre los dos líderes sino entre los partidos y adherentes que representan. Es lógico que tenga esa visión de las cosas porque sabe que su candidato, Mujica, carece de las credenciales adecuadas para asumir un cargo de tamaña responsabilidad.

En esta recta final de los comicios, es inevitable y necesario acudir a la ficha personal de los candidatos, a lo que indica su trayectoria, única manera de sopesar sus condiciones para el cargo.

En tal sentido, Mujica lleva las de perder. Su pasado está manchado por su actuación como guerrillero tupamaro que se ha levantado en armas no contra una dictadura que todavía no había surgido y que ni siquiera asomaba como posibilidad, sino contra gobiernos democráticos libremente elegidos por nuestro pueblo. El candidato frenteamplista nunca se arrepintió, formal y públicamente, de su pasado sedicioso y de los asesinatos, secuestros, asaltos y atentados cometidos durante el mismo. ¿Es que para él sigue vigente su concepción de que asesinar es "ajusticiar" y de que robar o extorsionar es simplemente "expropiar"? ¿Qué futuro le espera a nuestra sociedad si el eventual nuevo presidente mantiene ese criterio? Tampoco su desempeño como Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca mereció los plácemes de la ciudadanía pues nada hizo de relevante.

Exactamente la misma vacuidad se observa respecto a su actuación legislativa: sus iniciativas brillan por su ausencia.

En verdad, su foja de servicios sólo se "enriquece" cuando demuestra sus condiciones mediáticas, cuando explota su apariencia de abuelo bonachón, su gestualidad populachera y su llaneza de paisano. Pero, al mismo tiempo, las cámaras y los micrófonos no dejan de señalar, como contrapartida de todo lo anterior, los defectos inadmisibles de su personalidad: pierde los estribos, maneja su vocabulario soez, chabacano y grosero. Y junto a todo ello, su incoherencia, su imprevisibilidad y sus constantes contradicciones y su peligrosidad potencial ya que contará con el apoyo de una mayoría parlamentaria.

Con toda seguridad, los antiguos romanos pensaban en un tipo humano similar al de Mujica cuando advertían, aconsejaban y denunciaban que nada se podía esperar de una persona a la que le cupiera su sabia sentencia: res non verba.

No cabe duda alguna, porque a Mujica le sobran las palabras pero le faltan los hechos, al menos los positivos. La gente tiene la impresión de que él mismo no sabe bien qué es lo que quiere, como tampoco sabe qué hacer un mono con una metralleta entre sus manos... Así se explica, entonces, que rehuya los debates y que, en último caso, sólo los acepte acompañado por un respaldo en el cual apoyarse (su vicepresidenciable) y hacia el cual poder derivar los aspectos difíciles de una polémica crucial.

Así se explica, igualmente, que el Frente insista en puntualizar que el balotaje no será un enfrentamiento personal entre dos (Mujica y Lacalle) sino una contienda entre dos partidos. Como se ve, por encima de todo, se trata de no dejar en soledad a Mujica. Es que tampoco en el oficialismo se le tiene confianza...

En el otro extremo está el Dr. Luis A. Lacalle. No incurriremos en la liviandad de compararlo en paralelo con el ex guerrillero. No merece ese trato. Porque todo el mundo conoce los méritos de quien fuera presidente de la nación (hasta el Dr. Tabaré Vázquez valoró positivamente su gestión), dirigente político serio y responsable, hombre culto e ilustrado, experimentado y creativo, preocupado tanto por la situación de los sectores más humildes de la sociedad uruguaya como por abrir las puertas de nuestro país al mundo y a la vez, insertar al Uruguay en el mundo.

Es el Presidente que merecemos y que tendremos.

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