Publicidad

Hay que politizar la protesta

Compartir esta noticia

EDITORIAL

Por mucho que se quiera disimular llamando a no politizar las manifestaciones, la politización no se puede esconder porque, evidentemente, se trata de una crítica al partido que gobierna de esa manera al país.

Con la reciente movilización del campo no es la primera vez que ocurre. Pero como se trató de la protesta más numerosa y simbólica en mucho tiempo, seguramente haya sido cuando más se notó: se trata de los llamados a no politizar las manifestaciones, que quiere decir evitar llevar banderas partidarias a los actos o incluso tratar de que no aparezcan por allí representantes de los partidos políticos, en particular los de la oposición.

¿Cuáles son los motivos que están detrás de esos llamados? En primer lugar, hay quienes creen que si se multiplican las señales distintivas de tal o cual partido, se corre el riesgo de que mucha gente que está de acuerdo con las consignas de la movilización al final decida no concurrir, porque no quiere figurar adhiriendo de alguna forma a algún partido político opositor, ya sea porque no tiene partido o ya sea incluso porque es simpatizante oficialista. Se perdería entonces vigor en la protesta, por lo que más vale evitar las banderas partidarias.

En segundo lugar, hay un argumento más estratégico que señala que si la movilización aparece instrumentalizada por los partidos de oposición, el gobierno será más duro en la negociación con los sectores sociales y económicos que se manifiestan. En esta interpretación, el gobierno puede entender en definitiva que no se trata de demandas sectoriales, sino que están motivadas por razones electorales propias de partidos que están pensando sobre todo en las próximas votaciones.

Hay un tercer motivo más sutil y menos razonado. Se trata de una especie de sentimiento de vergüenza o de ilegitimidad, nunca expresado sino que más bien impuesto por los voceros de la amplia hegemonía cultural de izquierda que está al servicio del oficialismo en el poder. Se trata de los operadores, líderes de opinión, políticos y actores sociales que frente a una movilización como la del campo de la semana pasada argumentan que, en realidad, no es el campo el que se movilizó, sino que lo hizo una oligarquía económica vinculada a los intereses políticos de los partidos de oposición. Frente a esta ideologizada letanía izquierdista que mucha gente conoce, y que también sufre porque en verdad está completamente alejada de la realidad, las movilizaciones como la de Durazno prefieren prescindir de cualquier bandera política opositora. De esta forma creen que se evita dar razones objetivas a esa gente de izquierda que siempre está pronta para deslegitimar cualquier movimiento que ponga en tela de juicio el rumbo del gobierno del Frente Amplio.

El problema es que todos estos argumentos parten de una base conceptualmente equivocada. En efecto, en una democracia como la nuestra, la representación del pueblo cuenta con todas las garantías del sufragio libre y secreto. Periódicamente fija su composición política que arroja mayorías y minorías, presentes en el gobierno y en el Parlamento. Los integrantes de los partidos políticos no son pues actores ilegítimos que van a figurar a tal o cual manifestación, sino que cumplen con su tarea de representación al participar de ella (o al discrepar con ella). Las banderas que identifican a los partidos son pues distintivos de actores claves del sistema de gobierno propio de una democracia fuerte y plural como la nuestra.

Pero además es un error creer que una movilización que procura cambiar una política de gobierno no está ya de por sí politizada. Es evidente que quienes se manifiestan por una política energética en favor del país productivo, por una política exterior eficiente que abra mercados, por una política impositiva que facilite la inversión o por una política fiscal que mejore el gasto y atienda en prioridad las deficiencias que hoy existen en la infraestructura del país, se están enfrentando en realidad al signo político general de este gobierno. Por mucho que se quiera disimular llamando a no politizar las manifestaciones, la politización no se puede esconder porque, evidentemente, se trata de una crítica al partido que gobierna de esa manera al país.

Finalmente, es un error creer que se pueden cumplir los objetivos de fondo en favor de un país productivo sin politizar los planteos sectoriales. Porque en definitiva, quienes tomarán esas banderas y las traducirán en medidas concretas para que sean evaluadas por la ciudadanía al momento de decidir su voto en 2019 serán los partidos políticos.

Hay que politizar las protestas, porque es la forma de comprometer a los partidos que son los que tienen y tendrán la responsabilidad de gobernar. Nada más y nada menos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad