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La "grieta" y su cara más visible

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La ceremonia de traspaso de mando dejó muchas imágenes para el recuerdo. Pero tal vez una de las que mejor pinte la realidad del país hoy, no sea de las más vivificantes. 

Hablamos del momento, registrado por el equipo multimedia de El País, en el que un grupito de energúmenos apostados frente a la sede del IPA, insultan a los paisanos que desfilaban en u201cescoltau201d al nuevo presidente.

La imagen no podía ser más explícita. El hombre, arriba de los sesenta, sombrero u201ccorazón de potrou201d, camisa negra, golilla colorada, barba blanca, y cara curtida de haber pasado la mayor parte de su vida trabajando al aire libre, resiste imperturbable, bandera uruguaya en mano, la andanada de insultos y agravios de parte de un puñadito de jóvenes. Particularmente agresiva se ve a una chica desaforada, cuyos tatuajes en la espalda probablemente superan en costo del apero del paisano. u201cAlcahuete del patrónu201d, u201ctraficanteu201d, u201coligarcau201d, le gritan. Y el hombre, estoico, nada. La secuencia se cierra con la joven, abrazada a otra con look de impecable producción descuidada, llorando desconsoladamente.

Sería interesante poder leer qué pasaba por la cabeza del paisano mientras recibía, manso, esa ola de hostilidad gratuita. ¿Cuál sería su pecado? ¿Haber cruzado medio país a caballo para apoyar a un presidente electo por la mayoría de los uruguayos? ¿Empuñar la bandera nacional? ¿Haberse vestido con sus mejores prendas camperas para venir a la capital? ¿Ser testigo vivo de las mejores tradiciones del país con la mejor tradición democrática del continente? O, siendo menos lírico, ¿cuánto demorarían esos guapos de tribuna en llegar corriendo al Obelisco, si el paisano voleaba la pata para bajarse del caballo?

El tono que están aplicando dirigentes y militantes del Frente Amplio al debate público, fomenta la división y agudiza una brecha entre compatriotas, de una manera que solo puede ser calificada de ruin y antidemocrática.

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Nunca lo sabremos. Lo que sí podemos entender es que tal absurdo acto de hostilidad, proveniente de la sede del lugar donde se forman quienes luego formarán a las nuevas generaciones de uruguayos, es la muestra cabal de esa grieta que divide a la sociedad uruguaya. Que muchos se niegan a aceptar, aferrados a imágenes tan maquilladas como la sonrisa del expresidente Vázquez en plaza Independencia.

Y que otros insisten en potenciar desde cargos de responsabilidad política, erigiéndose en excluyentes dueños de la bondad, y acusando a cualquiera que no lo vote de ser un primate reaccionario.

Acá hay que ser bien claro. Porque la prensa y muchos analistas tienden a caer en el discurso fácil de atribuir culpas a todos. Y no es así. En el Uruguay de hoy está muy claro quiénes son los que con mezquinos fines electorales, o por dosis de resentimiento mal medicado, insisten en profundizar la brecha entre los uruguayos. Y son los dirigentes del Frente Amplio y sus satélites mediáticos y académicos.

Desde la campaña electoral han perdido todo atisbo de sentido republicano, de responsabilidad democrática, acusando a sus rivales de cualquier tipo de dislate. Pasada la elección, hemos transcurrido un verano caliente, con gestos lamentables de intolerancia y falta de aceptación de las reglas democráticas. Todos pensamos que esto se podía atribuir al dolor de perder el gobierno tras 15 años de poder absoluto, pero que ya iba a pasar. Pero que el día del festejo legítimo de un nuevo gobierno, se haya empañado la celebración democrática, con este tipo de arranques sectarios es imperdonable. Y no son solo los 15 nenes mantenidos que estaban en el IPA. Esa gente no actuaría así, sin el estímulo de gestos como el de Mujica y Topolansky escapando de la sesión solemne de la Asamblea General.

Y la cosa continúa por ese carril, con la actitud actual de los directores frentistas que siguen en las empresas públicas por razones formales, negándose a votar los aumentos de tarifas que ellos saben bien debieron haber ejecutado hace muchos meses, tal como lo hicieron implacablemente durante 15 años. ¿Dónde estaban esos principistas cada vez que Astori apretaba a UTE para que pasara recursos a rentas generales? Eso mientras el paladín de la ética y el probo académico, tenía u201cen negrou201d a los empleados de su grupo político, vale recordar.

Ya va siendo hora de que los dirigentes, militantes y operadores mediáticos del Frente Amplio asuman la realidad. Perdieron el gobierno de acuerdo a las reglas del juego democrático. Y lo hicieron por sus propios errores y por despreciar y subestimar la inteligencia de muchos uruguayos. Lo que están haciendo ahora, apelando a agudizar la polarización y enfrentamiento entre compatriotas, no solo es ruin y antidemocrático. Va a llevar a que muchos uruguayos de bien que todavía les creyeron en la última campaña, se terminen de convencer de lo mal que les ha hecho el poder.

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