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La gran culpa de Vázquez

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La decisión del gobierno nacional de abandonar las negociaciones en el marco del acuerdo global de servicios TISA vino a confirmar los peores temores que existían sobre el rumbo del gobierno.

No solo se demostró la debilidad política del presidente sino que además sale resentida la democracia representativa y el mejor interés nacional, todo lo cual es de una gravedad insoslayable.

Para calibrar bien la situación debemos comprender que estamos ante un cambio cualitativo en la escena política nacional. Mientras que en su primer gobierno Vázquez impuso con mano firme un rumbo —esencialmente equivocado, pero rumbo al fin— y en el cambalachesco período de Mujica simplemente se perdió el tiempo en un mundo que avanza, ahora el conglomerado cívico-sindical radical que ejerce efectivamente el poder decidió marchar con antorchas en sus manos hacia el Palacio de Invierno.

No es nuevo que los sectores radicales del Frente le impongan su voluntad a los moderados. El astorismo dejará la triste memoria de la claudicación de principios permanente para ser utilizado por quienes azuzando odios de clase le han hecho un daño terrible a nuestro país.

Lo novedoso es que la ecuación política de la interna frentista se ha desbalanceado y hoy los radicales son más de dos tercios de la coalición, a lo que se suma el peso de un Pit-Cnt fortalecido política y económicamente. Si a eso le agregamos algunos jóvenes (y otros no tanto) actores que desde el Parlamento se autoproclaman iluminados revolucionarios, desempolvando las más retrógradas y fracasadas ideologías del repertorio universal, podemos comprender la situación política penosa que atravesamos.

La retirada del TISA es solo una cuenta más del rosario de derrotas que el presidente de la República ha aceptado y que demuestran que ya no es el de 2005. Así como debió recular con la suspensión del Antel Arena, el proyecto para el Fondes, las pautas para la negociación colectiva y el decreto de esencialidad en la enseñanza, ahora también cedió en las negociaciones con el TISA. 5 a 0 que marca una goleada fatídica si consideramos que recién van 6 meses de los 60 constitucionales y en teoría, según los politólogos, los que suelen marcar la orientación y las principales concreciones de toda administración.

Pero por varias razones la de este lunes fue la más grave, en su forma y en su fondo. Primero el Pit-Cnt y luego el plenario del Frente Amplio deciden por el gobierno y el presidente acata, mancillando su poder institucional y debilitándose aún más desde el punto de vista político de lo que ya estaba. En un tema que históricamente supo ser una política de Estado y a contrapelo de la mayoría del país integrada por la oposición y el Frente Líber Seregni, el presidente decide claudicar del interés nacional para seguir la decisión de los comités de base. Nada más antirrepublicano, más antidemocrático y menos uruguayo.

Queda además flotando la preocupante pregunta de si a partir de ahora el gobierno será delegado en el plenario del Frente Amplio como ocurrió en este caso, y de ser así sopesar las graves consecuencias institucionales que tendría para el Uruguay.

La inmensa torpeza del Frente Amplio y del gobierno queda expuesta en que de lo que se rehúye es de la posibilidad de negociar, no de firmar el TISA. En un país donde el 67% de su Producto Interno Bruto y el 79% de sus empleos son generados por el sector servicios, abandonar el ámbito internacional donde se están sentando las bases del comercio de servicio a nivel global es sencillamente un atentado contra muchos uruguayos que trabajan por sacar el país adelante. Las numerosas y poco frecuentes expresiones de condena de empresarios y trabajadores de los distintos rubros del sector servicios en estos días son la demostración más palmaria posible de qué estupidez es abandonar las negociaciones.

Si a quienes se pretende "defender" con esta medida rechazan explícita y enérgicamente la posición que adoptó el gobierno ¿a quién es que se está defendiendo realmente?

El presidente Vázquez ha decidido ser rehén de esta situación y no recurrir a la oposición que generosamente le había tendido la mano.

Suya y solo suya por tanto es la gran culpa del debilitamiento político e institucional que sufre. Suya será la culpa ante la historia de haber resignado ser el presidente de todos los uruguayos para ser un simple títere de los sectores más retrógrados y retardatarios del país, clausurando su gobierno a solo 6 meses de haberlo comenzado.

Editorial

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