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El gobierno pierde el tren

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Con la reciente ocupación de la sede de AFE, el sindicato del ente confirma que el poder gremial se impone ante el gobierno de un Partido que ha sido doblegado en su intento de modernizar el sistema ferroviario nacional.

La Unión Ferroviaria (UF), el pequeño gremio de AFE que tiene unos pocos cientos de afiliados, volvió a demostrar que tiene más fuerza que el gobierno del Frente Amplio. Desde hace más de una década la UF traba todos los intentos de modernizar la gestión de un ente estatal que pierde anualmente más de 20 millones de dólares y que en 2016 llegó a su mínimo histórico en materia de transporte de cargas. Ese bloqueo sigue hasta ahora sin que nada ni nadie puedan impedirlo.

La semana pasada el sindicato forzó al directorio de AFE a iniciar una negociación en el ministerio de Trabajo para analizar la reestructura del organismo y la suba de salarios de los maquinistas y encargados de señales. Lo consiguió de la peor manera, ocupando la sede del ente —y golpeando brutalmente las puertas de los despachos de los directores— a pesar de la existencia de un decreto que prohibió la ocupación de las oficinas públicas. Y por supuesto a nadie se le ocurrió desalojarlos no fuera cosa de molestar al poder sindical que gobierna el Uruguay junto a la izquierda.

Ese episodio fue otra prueba de que en AFE solo puede hacerse lo que los sindicalistas aceptan.

La UF se opone a la marcha de Servicios Logísticos Ferroviarios (SLF), una entidad creada para reorganizar los servicios ferroviarios, regida por el derecho privado y encargada de la gestión de los trenes. Sus decisiones suelen ser resistidas por el gremio con unas medidas que no solo hunden más a la empresa sino que perjudican a terceros y hasta sabotean los grandes proyectos del gobierno.

Prueba de ello es la sucesión de atropellos sindicales consumados en ese ámbito en los últimos meses. El más grave fue dejar a pie a los técnicos finlandeses que, enviados por la pastera UPM, vinieron en marzo a relevar el estado de las vías férreas que unen a Montevideo con Paso de los Toros, ciudad en cuyas inmediaciones podría instalarse la tercera planta de celulosa. Paros parciales sorpresivos impidieron que el personal del ente transportara a los finlandeses, que debieron meter violín en bolsa y tomarse el avión a Helsinki con las manos vacías mientras la UF cantaba victoria. Lo peor del caso es que ni el directorio de la empresa pública ni el mismísimo gobierno lograron hacer algo para evitar el bochorno.

Antes de consumar esa fechoría habían boicoteado con todo éxito la temporada de los cruceros turísticos al suspender las giras en tren organizadas para decenas de cruceristas por las bodegas de Canelones. Ni siquiera permitieron que los visitantes se desplazaran en un ferrocarril, reconstruido y cuidado por la Asociación Uruguaya de Amigos del Riel, ante la desesperación del ministerio de Turismo, cuyos ruegos fueron desoídos por la UF. Otros ejemplos de ese constante sabotaje podrían citarse hasta el colmo de uno de los últimos, el consumado días atrás cuando arribaron a puerto varios vagones importados de Suecia, pero que allí quedaron porque el gremio se negó a movilizarlos.

Todo esto ocurre a vista y paciencia de unos gobernantes que siguen declarando su intención de recuperar el ferrocarril sobre todo para el transporte de cargas, algo esencial para la instalación de la tercera planta de celulosa. En los episodios citados la UF se salió con la suya en base a prepotencia, un arma que utiliza con frecuencia para presionar a los empleados de AFE proclives a aceptar su incorporación a SLF, lo que equivale a mejorar su situación, pero que al mismo tiempo los integra al régimen de los trabajadores privados. Y ya se sabe que para los dirigentes sindicales hablarles de esa equiparación con los privados es como mentarles al diablo.

Para la nueva planta se necesita poner en condiciones el sistema ferroviario a un costo estimado de 500 millones de dólares, para los cuales se busca financiación. Aparte de la restauración de las vías y de la compra de locomotoras y vagones, el ente entero debe modernizar sus sistemas de trabajo en todos los órdenes. También es preciso capacitar a los trabajadores, cosa que la UF también sabotea como dijo el ministro de Transporte y Obras Públicas, quien se quejó de que los funcionarios se niegan a realizar cursos para prepararse en el manejo de señales.

En suma, tres gobiernos sucesivos del Frente Amplio ansiosos por mejorar el servicio de trenes se estrellaron hasta ahora contra el gremio de AFE, configurando así un ejemplo mayúsculo del predominio sindical sobre las decisiones oficiales. De ese modo, la UF sigue mandando ante la inaceptable resignación de un gobierno cuya capacidad de mando en la materia aún está por demostrarse.

EDITORIAL

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