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Un gobierno insensible

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Cuesta creer que en momentos en que una familia está llorando la muerte de un ser querido, desde el Ministerio encargado de nuestra seguridad se escuche una vez más una patética excusa cargando con culpas a las víctimas de la ola de inseguridad que padecemos.

Los más de 12 años que lleva en el poder el actual partido de gobierno en nuestro país le están pasando factura en pérdida de contacto con la realidad, con los problemas reales del ciudadano y hasta con la sensibilidad con que deben abordarse algunos temas.

Hasta cierto punto es esperable que el acostumbramiento a las comodidades del sillón y los sueldos altos de jerarcas públicos, asesores y otros contratos que se han multiplicado a ritmo exponencial para acomodar a compañeros desde que asumió el Frente Amplio, produzca un cierto grado de insensibilización. Lo que llama la atención es la velocidad de su avance y las cumbres que ha alcanzado en quienes se autopostulaban como los únicos paladines de los derechos del pueblo.

Algunas cifras conocidas recientemente pueden dar un cariz cuantitativo a este asunto. El crecimiento del número de personas que duermen en las calles, y que lamentablemente siguen muriendo, no se puede justificar de ninguna manera luego de 14 años de crecimiento económico. El Mides ha funcionado muy bien para brindar suculentos salarios a compañeros y amigos de organizaciones no gubernamentales, pero fracasa estrepitosamente en su cometido institucional, el desarrollo social.

Al mismo tiempo se verifica el aumento del número de asentamientos irregulares, lo que también resulta un contrasentido luego de la bonanza económica que experimentó nuestro país. Por tanto, que haya más compatriotas durmiendo a la intemperie y en asentamientos demuestra con hechos que la sensibilidad social del Frente Amplio es un mero recurso de campaña, pero en la realidad demuestra que los uruguayos más vulnerables han sido olvidados miserablemente.

Otro tanto podría decirse del brutal número de muertos que llevamos en las prisiones uruguayas en lo que va del año. Una vez más el discurso de los derechos humanos demuestra ser una bandera para juntar votos, pero a ningún político frentista se le mueve un pelo porque en nuestras prisiones estén siendo asesinadas personas, muriendo de enfermedades por no recibir tratamientos y, por si fuera poco, sufriendo desnutrición severa. Si tuvieran un mínimo de vergüenza no podrían hablar nunca más de derechos humanos con la conciencia tranquila.

Un tema no cuantitativo, pero sí esclarecedor desde el punto de vista cualitativo es el discurso de algunos jerarcas de gobierno frente a dramas humanos de envergadura. El caso más reciente es el del subsecretario del Ministerio del Interior, Jorge Vázquez, ante el lamentable fallecimiento de un policía asesinado a sangre fría de un disparo. El licenciado Vázquez arremetió contra el funcionario muerto arguyendo que "estaría desempeñando una tarea de seguridad que no estaría autorizada".

Cuesta creer que en momentos en que una familia está llorando la muerte de un ser querido desde el Ministerio encargado de nuestra seguridad se escuche una vez más una patética excusa cargando con culpas a las víctimas de la ola de inseguridad que padecemos. Siempre encuentra el Ministerio del Interior una forma de culpar a quien está sufriendo y para exculpar al ladrón o al asesino de turno. Repase el amable lector la serie de disparates acumulados por Bonomi y Vázquez sobre las culpas de los ciudadanos que se olvidan de cerrar una ventana, salen a la calle con championes impropios, circulan por donde no deberían o cometen el pecado de estar trabajando.

Por si fuera poco, el policía asesinado que motivó la respuesta indecorosa de Vázquez se encontraba trabajando sencillamente porque su salario no le alcanzaba para sustentar a su familia. El Ministerio del Interior tuvo la brillante idea de eliminar el servicio 222 manteniendo un salario de hambre para los funcionarios policiales y por lo tanto muchos siguen trabajando más horas de las que le corresponde para poder vivir, y eso es lo que motiva la doblemente hipócrita respuesta oficial ante este desgraciado hecho.

Es sintomático que nunca se escuche una palabra de condolencia o de empatía con quien atraviesa una situación desgarradora, solo se busca la forma de lavar la culpa de la abrumadora inutilidad del Ministerio del Interior, llevando más dolor, bronca e impotencia a quien no han logrado proteger. Si no son capaces de dar las condolencias al menos deberían tener la mínima dignidad de callarse la boca. En fin, son tantos y tan groseros los casos que demuestran como el gobierno ha perdido su sensibilidad que solo queda preguntarse como Cicerón ¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia?

EDITORIAL

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