Publicidad

La gesta de Leandro Gómez

Compartir esta noticia

EDITORIAL

A 152 años del fusilamiento de Leandro Gómez y de la caída de Paysandú está claro que se trata de uno de los grandes episodios de la historia nacional en donde se afirmó como pocas veces el sentimiento de independencia.

Cuando las tropas extranjeras le exigieron la rendición de Paysandú, devolvió el mismo papel en que le ofrecían ventajosas condiciones para evacuar la ciudad, con dos palabras escritas de su puño y letra: "Cuando sucumba". Esa actitud simboliza la férrea voluntad de Leandro Gómez de no entregar la plaza al invasor y de resistir hasta la muerte la acción combinada de los ejércitos argentinos, brasileños y uruguayos conjurados para destruir el más resistente baluarte de los orientales.

Una emocionante canción que ha sobrevivido a los azares del tiempo, titulada "Hasta sucumbir", evoca esa determinación que guió a Gómez y los suyos a intentar una resistencia numantina ante fuerzas varias veces superiores. Alzado en armas contra el gobierno constitucional de Atanasio Aguirre, en su afán por encaramarse en la presidencia de Uruguay, Venancio Flores no trepidó en aliarse a argentinos y brasileños para arrasar Paysandú, el último escollo en su intento por instaurar una dictadura.

Cuando le puso sitio a la ciudad, jamás imaginó Flores la firmeza con que poco más de mil hombres defenderían en Paysandú al gobierno constitucional de Aguirre. La disparidad de fuerzas era enorme. A los 3.500 soldados floristas se sumaron 500 brasileños y, por si fuera poco, en el río Uruguay, ante Paysandú, se apostaron cinco barcos de guerra de Brasil que respondían al mando del almirante Tamandaré. Argentina, a instancias de Mitre, aportó lo suyo en materia de armas y explosivos. De este modo se ponía en marcha la maquinaria de la Triple Alianza, la que después se abatiría sobre Paraguay hasta destruir ese país casi por completo.

Las acciones bélicas duraron casi un mes lapso en el cual la heroica actuación de los defensores causó admiración hasta en las filas adversarias. El "alma de la defensa", como escribió Lincoln Maiztegui, "era Leandro Gómez". El coronel recorría los bastiones de la capital sanducera sin importarle el fuego graneado que lo amenazaba y lanzaba una tras otra las proclamas —en las que solía mencionar a Artigas como ejemplo— para mantener encendido el ánimo de los defensores.

Bajo su mando hubo acciones de arrojo como un contraataque que tomó desprevenidos a los sitiadores y que mostró que los defensores de Paysandú estaban dispuestos a todo menos a ceder la plaza. Los intentos de mediación de los gobiernos de España y Francia, temerosos de que aquello terminara en una masacre, fracasaron uno tras otro. Bombardeada sin cesar, cortados sus suministros básicos, la defensa de la ciudad se fue debilitando a medida que despuntaba el año 1865.

A principios de año cuando las fuerzas brasileñas sumaban 10.000 hombres y adentro de la ciudad apenas había unos 500 soldados mal pertrechados, se inició una instancia de negociación en la cual Flores exigió la rendición incondicional. Durante las tratativas, aprovechando un instante de vacilación, los brasileños se apoderaron de la ciudad. Leandro Gómez fue apresado y tratado con respeto por los brasileños que apreciaron sus dotes como militar y su heroísmo.

Sin embargo, soldados floristas exigieron la entrega del coronel prometiendo que lo tratarían bien, lo que no fue así. Minutos después, siguiendo órdenes de Gregorio Suárez, lo fusilaron sin piedad. Era el 2 de enero de 1865. La versión de su martirologio circuló en los campos de vencedores y vencidos sin que semejante demostración de crueldad fuera aceptada sin discusiones. Un héroe de esa magnitud, defensor de la constitucionalidad y jefe de la resistencia al invasor extranjero, debió merecer otro trato.

Ese reconocimiento tardó mucho en llegarle a Leandro Gómez porque el bando triunfante situó su gesta como un episodio interno de la vida del Partido Nacional y no como una epopeya en donde se jugó la afirmación de la independencia nacional. Largas décadas de predominio colorado oscurecieron ese episodio ejemplar que forma parte de la mejor historia nacional como poco a poco se ha ido reconociendo.

Los gobiernos del Frente Amplio, más allá de algún testimonio individual de admiración por la defensa de Paysandú, tampoco hicieron mucho por valorar aquellos acontecimientos y exaltar la figura de Leandro Gómez. Una actitud consistente con la que adoptaron respecto a otros hitos de la historia nacional en donde blancos y colorados tuvieron un papel estelar que complace muy poco a la izquierda. El tiempo, sin embargo, terminará por colocar la gesta de Paysandú en el lugar que le corresponde sin que la política menuda pueda borronear el coraje y la gloria de la fecha que, 152 años después, evocamos hoy.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad