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Generosos con la plata ajena

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La reforma del Estado es una de esas cosas de las que se suele hablar, pero que nunca se concreta. Entre otros motivos porque los uruguayos han sido históricamente blandos al exigir cuentas a sus empleados —los gobernantes— sobre qué hacen con el dinero que extraen por impuestos.

Un par de hechos recientes permiten comprobar hasta qué punto hay impunidad a la hora de regalar los recursos de toda la sociedad.

Días atrás se supo que el INAU distribuiría entre sus empleados una partida de 3 millones de dólares que habían "sobrado" por el no cubrimiento de vacantes. Este dinero, que antes se devolvía a Rentas Generales, ahora se repartió entre los funcionarios como forma de premiar el cumplimiento de determinadas metas, según dijo el jerarca del organismo Javier Salsamendi. Pues bien, para cualquiera con un mínimo de sentido común de dignidad republicana, esto solo tiene un calificativo; es un robo.

La plata del estado es de la gente, no de sus empleados. Se trata de dinero que los ciudadanos aportan, obligados, para determinadas tareas que beneficien al conjunto. Y si por casualidad llegara a "sobrar" algún peso, lo correcto sería o derivarlo a otra área necesitada (¿será que no hay?) o devolvérselo a la gente, con las disculpas del caso. Pero además, ¿El INAU? El organismo más discutido del Estado, denunciado por violaciones atroces a los derechos humanos, que no logra cumplir sus metas mínimas de reencauzar a 300 menores conflictivos que azotan a la sociedad, ¿tiene algo por lo que premiar a sus funcionarios?

Y no se trata de un caso aislado. El año pasado la intendencia de Canelones decidió repartir 16 millones de pesos que habrían ahorrado no se sabe bien cómo (es una intendencia severamente endeudada) entre sus empleados. Pero no entre todos. Como el reparto se procesó como una "donación" del intendente Carámbula al gremio municipal, este decidió que solo se podrían beneficiar aquellos empleados que hubieran acatado todos los paros ordenados por el sindicato.

Así como lo escucha. La plata arrancada por Contribución y Patentes a los sufridos canarios, en vez de derivarse a obras y mejoras urgentes que reclama el departamento, fue a premiar a aquellos que se plegaron a todos los paros y huelgas. O sea el mundo al revés. Diga que fue tal el escándalo que se armó cuando El País difundió la noticia, que Carámbula frenó la decisión, aunque según las últimas noticias el pasado 30 de diciembre, mientras la gente pensaba en la cena de fin de año, el asunto volvió a la vida mediante una resolución discreta del jefe comunal.

Lo mismo pasa en forma un poco más velada en otro monstruo burocrático, la intendencia de Montevideo, donde disfrazadas como "cumplimiento de metas" las autoridades regalan a los simpáticos funcionarios municipales pingües sumas de dinero de todos (casi 10 millones de dólares al año) por hacer algo que no es más que el trabajo por el cual ya reciben un jugoso sueldo. Basta ver cuales son esas "metas" dignas de premio. La división de Arquitectura lo cobró el año anterior entre otras cosas por "realizar informes técnicos sobre problemas edilicios en el Palacio Municipal", y el sector de Lustrado, Vidriería y Herrería, por la "reparación de 8 puertas de vaivén; lustrado de 16 escritorios; cambio de 16 vidrios incluyendo resiliconado". Pero... ¿no es ese su trabajo normal?

Detrás de estos hechos se ocultan dos cosas; por un lado aumentos de sueldo encubiertos que hacen las autoridades para comprar paz laboral, escapando a las exigencias legales y administrativas. Dejando en claro que su prioridad es la politiquería, en vez del cumplimiento de sus tareas, ya que se trata en la mayoría de los casos de organismos endeudados y con déficits crónicos en obras e infraestructura. Pero por otro, muestra el nulo respeto que tienen estos jerarcas por el dinero que los ciudadanos esforzadamente aportan a las arcas públicas. Actúan como si los recursos fueran de ellos en vez de los ciudadanos, y si se dan el lujo de "donar" los supuestos excedentes en forma pública y ostentosa, es de imaginarse que tanto cuidan los recursos en el día a día de su administración.

Hace poco el presidente Mujica decía en el marco del duro conflicto que mantiene con los funcionarios judiciales (desatado por la ignorancia y soberbia de sus técnicos y legisladores) que "los recursos del Estado son siempre los mismos y si por una artimaña de carácter jurídico los integrantes de un sector le pegan una mascada a los recursos, habrá menos para los sectores impostergables". Perfecto. Ya que hasta el 1° de marzo es el Presidente de la República, podría hacer valer esa opinión tan sensata entre sus propios jerarcas y correligionarios.

EDITORIAL

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