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El fuerte reclamo del campo

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El discurso del presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Ricardo Reilly Arrarte, fue un discurso político. Como tenía que ser.

Describió la difícil situación del campo, formuló severas críticas al manejo ideológico de esa realidad, a las desprolijidades y derroches del aparato gubernamental, reclamó medidas urgentes para revitalizar la producción, y puso de manifiesto una vez más, que el Uruguay es un país esencialmente agropecuario y que su futuro y el de sus ciudadanos está muy ligado a la suerte del sector. Su economía, sus exportaciones, sus fuentes de trabajo tienen una íntima relación con los vaivenes que llegan desde el interior del país, y si desde allí llegan buenas noticias, son buenas noticias para todo el país, en una regla que también vale a la inversa.

En grandes cifras, “el 80% de nuestras exportaciones de bienes son de origen agropecuario, y el 65% de las industrias son agroindustrias. Cada dólar que genera el campo se multiplica por seis en la economía nacional, generando más de 200.000 puestos de trabajo. Así es que contribuir a generar consciencia agropecuaria dentro de nuestra sociedad es una tarea que nos compete a todos”. Esa es la realidad, lo que existe y lo que hay. Y la realidad no es de izquierda o de derecha. Solo es, está. El problema es cuando se pretende interpretar la realidad con el lente de la ideología, y entonces el agro -en la óptica de los “iluminados” de siempre- deja de ser el motor de la economía del país y se transforma exclusivamente en el botín del gobierno de turno para cubrir sus apetencias y sus vicios.

Reilly hizo un repaso de la situación de los diversos rubros de la agropecuaria. En un panorama bastante desolador, la lechería es quien lleva la peor parte porque “los tambos están produciendo a pérdida” y crece el “número de vacas lecheras que va a faena”. Así viene la mano, y junto con ello hay menos leche y aumenta el nivel de endeudamiento, el número de trabajadores en seguro de paro y el de productores que abandonan la actividad. Un sector pujante se cae a pedazos.

Apuntó con razón a que “tras varios años de crecimiento económico sostenido, culminamos este ciclo con las cuentas públicas en rojo, reflejadas en un déficit fiscal cercano a los 1.800 millones de dólares, en el entorno del 3,4% del PBI. Todos tenemos claro que el Estado debe estar presente en aquellos temas esenciales que hacen a la vida del país y al bienestar de sus habitantes. Pero un aparato estatal excesivo, y lo que es peor, administrado de forma ineficiente y muchas veces irresponsablemente, termina transformándose en un peso estructural para la sociedad”.

Y ese ciclo “virtuoso” termina con el campo endeudado en un 80% en la relación del debe y la producción bruta del sector, porque muchas de las cargas que hoy enfrentan son consecuencia de “las tremendas pérdidas registradas por Ancap en los últimos años, que terminaron con una capitalización millonaria de la principal empresa estatal de carácter monopólico”. Porque no se puede ocultar que se gastó frívolamente, se incentivó el gasto improductivo, se descuidó la educación y la infraestructura, y se aceptó que Ancap fabricara perfumes, perdiera millones en ALUR y el cemento porque sus autoridades quisieron hacer un reality show con el juego de “El Banquero” y perdieron por goleada.

El presidente de ARU se sumó también a quienes reclaman una mayor inserción internacional, una apertura comercial inteligente, porque “hoy estamos presos de un Mercosur en crisis, de la cual Uruguay es gran responsable por haberle dado al bloque un enfoque totalmente diferente a los fines para los cuales fue creado. Esperamos que los proyectos de esta Cancillería no se queden solo en buenas intenciones. Hay quienes confunden el comercio exterior del país con el ejercicio de la ideología” (otra vez la ideología).

Por ahí pasa el futuro: o se apuesta directamente a la producción nacional y al trabajo de los uruguayos o continuará la emigración de la juventud (sobre todo aquella con formación académica) en busca de una esperanza que el país no le da. Caminar como el cangrejo y expulsar a una gran cantidad de sus hijos más valiosos no es destino feliz de ningún país.

El gobierno debe escuchar el reclamo del campo y el discurso del presidente de la Asociación Rural es todo un documento. Porque hoy, más que nunca, está claro que “el país se salva con el agro o con él perece”. Tan claro que no vale la pena agregar más.

EDITORIAL

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