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Como si fueran Robinson Crusoe

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EDITORIAL

En áreas fundamentales como investigación, innovación, ciencia y tecnología había mucho trabajo hecho cuando el Frente Amplio llegó al gobierno, algo que los actuales gobernantes quieren desconocer como si todo hubiera empezado con ellos.

En los comienzos de la campaña electoral de 2004 que lo llevó a su primera presidencia, Tabaré Vázquez denunció el desinterés de los gobiernos anteriores en desarrollar áreas tan sensibles para el desarrollo nacional como el fomento de la investigación, la innovación, la ciencia y la tecnología. Su discurso insistía en que si el Frente Amplio ganaba iba a partir de cero en un rubro decisivo, lo que no era cierto.

Esas afirmaciones formaban parte de esa retórica fundacional característica del discurso frentista hasta hoy, según la cual sus cultores se presentan algo así como los inventores de la rueda ignorando por completo la obra anterior de los gobiernos de los partidos tradicionales en casi todos los rubros. Símbolo inicial de esa actitud fue aquella decisión de Vázquez de reemplazar en los actos oficiales el escudo nacional por un sol flamígero, representativo de una nueva era para un país que hacía tabla rasa con todo lo anterior.

El asunto viene al caso porque hace varias semanas, con Vázquez a la cabeza, el gobierno celebró en el Teatro Solís los diez años de la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Tenía pleno derecho a hacerlo por la importancia de esa institución de derecho público no estatal. A lo que no tenían derecho quienes glosaron su trayectoria en esa oportunidad y en los días siguientes fue a sugerir que la ANII nació en medio de un páramo, sin evocar algún antecedente que explicara su existencia.

Entre esos antecedentes debieron citar el apoyo prestado por el BID, en donde el interés de Enrique Iglesias por el tema fue esencial para ejecutar desde el ministerio de Educación un programa de desarrollo tecnológico —el Conicyt-BID— que empezó en 2001 y concluyó en 2010. Hay que resaltar que ese programa tenía entre otras cosas la misión de cooperar en la entonces avanzada construcción y equipamiento de la Facultad de Ciencias. Además, pese a las restricciones presupuestales de una época de crisis como hubo pocas en el país, en los primeros años del milenio se apoyaron programas preexistentes como el Pedeciba creado en 1986 y el Fondo Clemente Estable.

También se impulsaron otros como el ya creado Sistema Nacional de Investigadores, el Conicyt-BID (con la Universidad de la República) y, con especial destaque, el Programa de Desarrollo Tecnológico (PDT) que incluía subsidios a la innovación en las empresas, una novedad en la orientación de todas las políticas desarrolladas hasta entonces. Ese programa asignó cuantiosos recursos al financiamiento de proyectos con subsidios a la innovación en empresas privadas, en proyectos de investigación en áreas de oportunidad y en capacitación de recursos humanos. Su meta fue activar la capacidad de innovación para fortalecer la competitividad productiva de las pymes. Sin evocar la tarea del PDT no se pueden explicar muchas de las actividades realizadas en la década siguiente.

Habría otros muchos antecedentes para recordar, pero los señalados revelan a las claras la inquietud de los gobiernos posdictadura por estimular la investigación, la innovación empresarial y la competitividad. Esto ocurre en un país en donde a pesar del auge económico impulsado por una década de bonanza, los gastos en investigación y fomento de la innovación se mantienen en un entorno muy bajo con relación al PBI, incomparable con los recursos que le destinan al tema países desarrollados e incluso vecinos como Brasil.

De esta manera, la celebración del aniversario de la ANII permitió comprobar que sigue cundiendo entre el frentismo gobernante esa idea de creer —o tratar de hacer creer— que el Uruguay, sus instituciones y sus estrategias de desarrollo nacieron a la vida en 2005 con su llegada al poder. Al igual que en este campo podrían citarse otros muchos en donde las autoridades actuales hablan y actúan como si fueran una reencarnación de Robinson Crusoe, primeros y exclusivos habitantes de una isla en donde nada había antes que ellos llegaran.

Si eso es irreal en todos los campos más lo es en el de la investigación y la innovación en donde había mucho camino recorrido, al punto que estaban sentadas las bases para la mayoría de los desarrollos posteriores aplicados bajo gobiernos de izquierda. El trabajo para construir el "futuro de inteligencia y conocimiento incorporado a la producción" del que habló Vázquez en el Solís había comenzado mucho antes, aunque les cueste reconocerlo.

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