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Un frente regional contra la droga

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El Uruguay es un importador neto de cocaína y pasta base (Pasta Base de Cocaína o PBC) producidas a partir de la hoja del arbusto de la coca que se cultiva en las regiones andinas de Bolivia, Perú y Colombia.

Esta materia prima pasa por diferentes etapas de procesamiento que se realiza en lugares cada vez más distantes de las regiones de cultivo. El informe anual de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (United Nations Office on Drugs and Crime - Unodc) informa que en el año 2013 varios países de América del Sur, incluyendo a Argentina, Chile, Ecuador y Venezuela, detectaron laboratorios clandestinos en sus territorios.

La mayor parte de la cocaína refinada finalmente es enviada a los mercados de consumo que se encuentran en América del Norte y del Sur, y Europa occidental y central. Este tráfico se divide en dos grandes corrientes, ambas originadas en aquellos países productores de la hoja de la coca: la primera es en la dirección sur-norte, a los Estados Unidos, y la segunda, que tiene un recorrido más complicado, es a través del océano Atlántico, vía el Caribe o África, con el destino final en Europa.

El informe de la Unodc incluye a Argentina y Brasil entre los principales países de tránsito para los embarques clandestinos de cocaína.

Nuestro país hace tiempo que dejó de ser un país exclusivamente de tránsito y se ha convertido en uno de consumo. El País informó que desde Argentina llega a Uruguay cocaína y pasta base proveniente de Colombia y Bolivia; por la frontera con Brasil ingresa marihuana proveniente del Paraguay; y se ha incautado pasta base originada en el Perú. El resultado es que, dice el artículo, en el Penal de Libertad están presos "delincuentes brasileños, argentinos, paraguayos, colombianos, asiáticos y de otras nacionalidades que integran mafias extranjeras y cometieron delitos en Uruguay" (El País, 10 de enero).

La pasta base es un producto intermedio del proceso de elaboración de la cocaína pura. Su consumo se expandió en los últimos años de los países andinos a Argentina, Brasil y Uruguay. Es una droga con un gran poder adictivo y elevada toxicidad que tiene efectos psicológicos y físicos severos para quienes la consumen. Además, debido a la fuerte adicción que produce, tiene consecuencias trágicas para las familias y quienes rodean al adicto.

La lógica fundamental del auge de esta droga es económica. A fines del 2014, un kilo de pasta base en Argentina costaba US$ 3.800. En Uruguay el propietario de una "boca" de drogas lo pagaba a US$ 6.000, y luego repartía ese kilogramo en una cantidad de pequeñas dosis con un beneficio total de unos US$ 18.000.

El tráfico de pasta base genera cantidades enormes de dinero y se encuentra en medio de una red de delincuencia, violencia, intimidación y corrupción que atrapa barrios enteros. Es el proceso que ha envuelto a México.

El narcotráfico opera con gran eficiencia a través de las fronteras nacionales. En cambio, los Estados tienen dificultades para coordinar sus estrategias debido a una variedad de causas. Incluyendo las diferentes legislaciones o la falta de comunicación entre las instituciones pertenecientes a diferentes países. Sin embargo, lo que sucede en Argentina indica que el principal obstáculo para la acción conjunta puede encontrarse en los niveles políticos más altos.

Hace un año, el papa Francisco en una carta dirigida a un legislador de la Provincia de Buenos Aires escribió, refiriéndose a la Argentina: "Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror".

En su momento la carta causó gran controversia. Esa realidad fue ignorada, o negada, sistemáticamente por el anterior gobierno argentino.

En estos días la fuga de tres presos condenados a cadena perpetua por un crimen vinculado al tráfico de drogas demostró que la red de corrupción alcanza lugares insospechados. El presidente Macri, quien puso énfasis en la lucha contra el tráfico durante su campaña electoral, reconoció: "En esta década el narcotráfico avanzó como nunca antes. Hay un enorme vaciamiento del Estado".

Es alentador para nuestro país que tanto el nuevo Gobierno de la Nación Argentina, como el de la Provincia de Buenos Aires, hayan establecido como una de sus principales prioridades la lucha contra el flagelo del tráfico de drogas. Porque todo lo que pasa en aquel país repica, más rápido o más despacio, en este lado del Plata.

EDITORIAL

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