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El Frente Amplio de Cosse

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Entramos en la recta final de las campañas departamentales y naturalmente que la de Montevideo concita una atención muy importante: el Frente Amplio (FA) se juega su permanencia en el poder en la intendencia que más recauda del país, y en el departamento en donde la izquierda mejor vota.

Es un hecho que la elección de Montevideo ha tomado una lógica de balotaje: según todas las evoluciones de intención de voto, y según también los ánimos que muestran los candidatos, o gana Cosse, que es la candidata favorita del FA; o gana Raffo, que traduce la renovación generacional y la capacidad de gobierno que desde marzo pasado está mostrando la coalición multicolor al mando del país.

En este sentido es cierto lo que ha señalado el frustrado candidato Martínez del FA: el triunfo de Cosse significaría, además, la consolidación de un profundo desequilibrio dentro de las fuerzas de izquierda en favor de sus grupos más radicales. Pero el FA de Cosse no sería algo distinto a lo que ya existe. En efecto, una de las consecuencias políticas más rotundas que dejó la elección de octubre de 2019 fue que la mayoría de la izquierda quedó formada por el movimiento tupamaro y sus aliados, el Partido Comunista (PC) y los suyos, y por un Partido Socialista (PS) que está totalmente tomado por su ala más reaccionaria y radical.

Un triunfo de Cosse sería pues ratificar esta evolución del FA. Porque fue electa senadora en un acuerdo con el PC, porque es apoyada por un PS radicalizado, y porque sus propias posiciones políticas son radicales: Cosse es de los dirigentes del FA que, por ejemplo, no admiten que lo que ocurre en Venezuela es una dictadura. Y Cosse, en estos meses en los que ha sido senadora y candidata a intendente, ha dirigido un discurso crítico al gobierno, en plena crisis de la pandemia, en el que su clara inspiración ha sido la posición maximalista del PC.

Lo que más le importa al país es contar de una vez por todas con una Montevideo limpia, moderna y eficiente, que deje de perder peso relativo en la región como ciudad referente, y que revierta tantos años de mala gestión izquierdista.

Aquellos que sueñen con el peso mayor, por ejemplo, de Bergara -también formado en las juventudes comunistas y fiel devoto de la dictadura de Cuba-, en tanto sucesor de un astorismo de nuevo rostro, en verdad lo que hacen es negar la realidad más evidente: el FA no solamente está gobernado en su estructura interna por la sobrerrepresentación de comunistas y tupamaros, sino que, además, en las urnas de 2019, el resultado electoral también fue del todo favorable a ese polo interno radical.

Lo que hay que asumir entonces es que el bloque moderado del FA no se recuperará por muchísimo tiempo. No lo haría, por supuesto, si Martínez fuera el favorito a la intendencia, porque su estrella está acabada. Y tampoco sucedería con Villar intendente, ya que no tiene peso político propio y todo se lo debe al sector de los tupamaros y sus aliados dentro del FA.

Así las cosas, si lo que el montevideano busca es una mejora de gestión de la intendencia, es claro que no debe votar al FA.

Porque lo que está anunciando este FA de Cosse, en sintonía con el ala radical izquierdista, es que utilizará la intendencia como trinchera de resistencia y oposición al gobierno nacional. De ninguna manera se plantea una mejora radical de la calidad de la gestión. Y si lo que quiere el montevideano es garantizarse un gobierno moderado en la intendencia, solidario con los más pobres y de perfil socialdemócrata, tampoco logrará su objetivo con el voto por Cosse: en definitiva, quien ha puesto sobre la mesa el problema del Montevideo olvidado, y olvidado por el FA precisamente, ha sido la candidatura de Raffo.

Algún digno descendiente de Maquiavelo podría decir que lo que mejor le puede pasar a la coalición multicolor es que ganara Cosse: ha demostrado ser muy mala administradora, y no mejorará en la intendencia; es la garantía de la radicalización del FA, y por tanto no seducirá al electorado moderado; y de esta forma estará condenando a toda la izquierda a arrancar con muy mal pie su estrategia electoral para el 2024.

Sin embargo, aquellos que descrean del principio tan frenteamplista de que cuanto peor mejor, debieran de evitar esa tentación maquiavélica. Porque lo que más le importa al país es contar de una vez por todas con una Montevideo limpia, moderna y eficiente, que deje de perder peso relativo en la región como ciudad referente, y que revierta tantos años de mala gestión izquierdista que han hecho de nuestra otrora bella capital, un tugurio ensombrecido.

Si ese es el objetivo que todos compartimos, el voto del próximo domingo en Montevideo debe ir a Laura Raffo intendente. Porque es posible cambiar también en la capital.

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