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Todo es filosofía

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En el día de ayer nuestro columnista Pablo da Silveira nos advertía, certeramente, de los peligros que acarrea para una sociedad que a todo se lo llame derecho, porque eso degrada a los que verdaderamente son derechos inherentes a las personas. "Cuando todo pasa a ser un derecho, nada es un derecho" explicó con claridad da Silveira.

Describe un mal real de nuestra sociedad y de nuestro tiempo que sin dudas tiene consecuencias acumulativas. Nada bueno puede provenir de la confusión y luego de la negación de lo que constituye la esencia de la Libertad, que es, antes que cualquier otra cosa, la defensa irrestricta de los derechos que realmente son inalienables de todo ser humano y que posee por el solo hecho de serlo.

Algo similar, aunque se podría argumentar que con efectos menos nocivos, ocurre con la palabra filosofía. Así vemos expresarse cada fin de semana a los directores técnicos de cualquier cuadro de fútbol sobre su "filosofía de juego", cuando en realidad se están refiriendo a si juegan con un 4-4-2 o con un 4-3-3, o a reconocidas modelos del momento hablar sobre su "filosofía de vida" al cambiar de pareja. A fin de cuentas, parece que todo es filosofía.

Lo mismo ocurre con el filósofo compatriota de mayor éxito en el exterior de los últimos años, nuestro inefable expresidente José "Pepe" Mujica.

Cualquier uruguayo sabe que como predicador de boliche Mujica es mejor que como administrador y que detrás de su cuidada imagen internacional hay mucho desatino que poco tiene que ver con la verdad, pero es innegable que, quien lo conoce poco, lo compra como un símbolo de rebeldía en la época contemporánea.

Es habitual que se lo presente fuera del Uruguay como el líder de un movimiento político que luchó contra la dictadura cuando la realidad es que fue un movimiento guerrillero que atacó la democracia con monstruosos episodios de sangre, ya estaba derrotado cuando comenzó la dictadura que contribuyó a forjar como nadie y Mujica nunca fue su líder. Sin embargo la leyenda tupamara, escrita por ellos mismos, es un mito arraigado mal que le pese a la realidad.

El legado de Mujica como presidente es casi inexistente. En los grandes temas del país, que evidentemente no pasan por la legalización de la marihuana, no hizo ningún aporte relevante. Su administración fue desastrosa como hoy queda en evidencia ante el cambio de fase de la economía internacional. Tan falaz es su postura como ejemplo de austeridad republicana que al analizar los datos fríos surge claramente que fue el presidente más despilfarrador e ineficiente del último medio siglo, al menos.

Por estas semanas se ha popularizado un nuevo video de José Mujica que suele tener el pomposo título de "47 segundos de sabiduría". Allí el expresidente se despacha contra el consumismo y explica que cuando compramos algo en realidad estamos desperdiciando el tiempo que usamos en generar esos recursos, así que el consumo es una pérdida de tiempo y libertad. Parece que sabiduría es otra palabra que se está degradando.

El entrevero conceptual que suele formar parte del combo discursivo de Mujica, donde mezcla sin asco consumismo con capitalismo, neoliberalismo con libertad y marxismo con globalización, no llega a ninguna conclusión edificante porque no puede dejar de ser una nebulosa circular inconducente. Para poner las cosas en su lugar debemos comenzar por comprender que filósofos fueron Kant o Hume, Mujica es simplemente un hablador con capacidad para captar la atención de las masas. Un "pop star" en todo caso, pero nada que aporte al acervo cultural, político o filosófico de la humanidad, aunque el mismo se haya empeñado en autopromoverse como candidato al premio Nobel de la paz, sin ningún mérito concreto.

Algún día el mundo caerá en la cuenta en que ya cayó la mayoría de los uruguayos de que Mujica, en su contradictoria y ramplona verborragia incontenible, puede resultar entretenido, pero a la hora de la verdad sus ideas son nefastas y su obra, cuando tuvo la oportunidad de hacer algo, fue inexistente, cuando no directamente contraproducente.

Quizá lo compartible de los "47 segundos de sabiduría" de Mujica sea su descubrimiento de que lo único que no se puede comprar es la vida y por tanto no debemos perder el tiempo en aquello que no importa. Sabio consejo filosófico que debería advertirnos concienzudamente de no seguir perdiendo el tiempo individual y colectivo escuchando y discutiendo los dislates de nuestro ilustre expresidente.

EDITORIAL

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