Publicidad

Fidel Castro y nosotros

Compartir esta noticia

Lo más increíble e incomprensible es, sin embargo, la defensa que del sátrapa cubano realizan algunos políticos uruguayos, y eso es importante para el presente y el futuro porque habla de la concepción de democracia que tienen.

La muerte del tirano que destruyó la vida de generaciones de cubanos condenándolos al atraso, la ignominia y la falta más absoluta de libertades, termina de cerrar una época que ciertamente había muerto bastante antes. El prestigio del que hace mucho tiempo gozó la revolución cubana cuando derribó la dictadura de Batista y lucía pletórica de sueños románticos destinados a forjar al hombre nuevo en América Latina, hacía rato que se había oxidado y solo quedaba el gusto amargo de la ilusión traicionada.

Analizando estrictamente los hechos, sin las anteojeras ideológicas de quienes lucraron con el comunismo y quienes ciegamente se aferraron a sus ideas pese al constante desmentido de la realidad, el saldo de la actuación histórica de Fidel Castro es deplorable. De acuerdo a la organización Archivo Cuba y otras destinadas a la defensa de los derechos humanos en la isla, Castro fue responsable de miles de asesinatos, con lo que bien podría corresponderle el título de genocida. A eso cabría agregar las miles de muertes de cubanos al intentar abandonar el país en embarcaciones precarias, dado que Cuba bajo su férula se transformó en una prisión para los millones de personas que la habitan.

Como otros tantos sátrapas que gobernaron en forma despótica a sus países, Fidel Castro amasó una fortuna extraordinaria que se estima en uno 900 millones de dólares, lo que lo ubicaba en el top 10 de los líderes mundiales con mayor patrimonio. Curioso caso el del líder comunista porque mientras buena parte de su pueblo estaba sumido en la pobreza, él vivió con el lujo de un jeque árabe haciendo gárgaras contra la explotación del hombre por el hombre.

También debe figurar en el prontuario del tirano su tarea de apoyo a los sectores políticos y militares que promovieron la destrucción y la muerte por todo nuestro continente, incluido el Uruguay. Inspirado en sus ideas y apoyado por sus recursos, nuestro país, que vivía en una democracia plena gobernada por un colegiado irreprochable, conoció el comienzo de los movimientos guerrilleros más absurdos que conoció la historia continental y que fueron los padres de la violencia que carcomió la convivencia pacífica del Uruguay y que nos trajo como consecuencia nefasta la dictadura a nuestro país.

La mera acumulación de los hechos reseñados da cuenta de que por encima de cualquier viso romántico que se le quiera poner a la revolución cubana terminó siendo un dictadura aborrecible encabezada por un tirano cruel y corrupto, del mismo tenor que otros tantos que lamentablemente asolaron a América Latina a lo largo de su historia.

Lo más increíble e incomprensible es, sin embargo, la defensa que del sátrapa cubano realizan algunos políticos uruguayos, y eso es importante para el presente y el futuro porque habla de la concepción de democracia que tienen. Valga de muestra el exabrupto del dirigente del Partido Comunista Eduardo Lorier, quien expresó: "Más democracia de la que hay en Cuba, difícil".

Se puede comprender el apego emocional que puedan sentir algunas personas por la promesa y el simbolismo que representó la revolución para nuestro continente en su época. Pero de allí a defender un régimen liberticida y asesino y ponerlo como modelo, dista un abismo. No hay vínculo sentimental o negación de los hechos que pueda hacer a un demócrata justificar al régimen cubano, o, en otras palabras, quien defiende a la dictadura cubana simplemente no es demócrata.

Aquí no solo se ve con el ejemplo más gráfico posible la hemiplejia moral de la izquierda uruguaya sino la contradicción rampante que representa. Los mismos que se autoproclamaron los únicos defensores legítimos de los derechos humanos vienen a ser, al mismo tiempo, cómplices de asesinos y torturadores porque son amigos ideológicos. El caso es más para un psiquiatra que para un politólogo, pero es importante porque deja en claro la concepción de democracia que tiene un sector importante del partido de gobierno.

Ya entrado el siglo XXI existen algunos consensos básicos que los uruguayos deberíamos haber alcanzado, como que la democracia es la única forma de gobierno aceptable, que los derechos humanos son para todas las personas en todas las circunstancias y que el Estado de Derecho, la libertad de prensa, el pluralismo y la libertad de conciencia y acción son indispensables para la vida en sociedad. La muerte del tirano de Cuba vino a demostrar que las convicciones democráticas de muchos dirigentes frentistas son mucho más endebles de lo que pensábamos.

EDITORIAL

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad