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El fantasma de la corrupción

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Un fantasma recorre el mundo de la izquierda latinoamericana: el fantasma de la corrupción. Un fantasma que agita a Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia, países que salen mal parados del último ranking de corrupción elaborado por la institución más acreditada en la materia como es Transparencia Internacional (TI).

Así se ha ido enturbiando aquella elaborada imagen de honradez que tanto le sirvió a la izquierda para abrirse paso hacia el poder en las últimas décadas en América Latina.

Fiel a sus clásicas prácticas, Transparencia hizo sus encuestas en los países de la región para conocer qué porcentaje de la población fue víctima de la corrupción en 2014. Entre los peor clasificados figuraron tres integrantes del bloque conocido como ALBA que predica la construcción del "socialismo del siglo XXI". El índice de percepción de corrupción resaltó la mala posición de Bolivia (30%), Venezuela (26%) y Ecuador (26%). En el otro extremo de la tabla estuvieron Uruguay (6%) y Chile (5%).

En el caso de Chile la investigación no abarcó las recientes denuncias contra la presidenta socialista Michelle Bachelet, cuyo hijo, Santiago Dávalos, estuvo envuelto en una turbia relación con un empresario local que le permitió ganar varios millones de dólares. Así terminó en el país trasandino la luna de miel con Bachelet cuyo halo de incorruptibilidad fue uno de los ases de su carrera. Por más que alegó ignorar las trapacerías de su hijo, la sombra de la sospecha se posó sobre ella en medio de un ambiente convulsionado por denuncias de manejos irregulares de un grupo político de derecha. Bachelet, que parecía estar por encima de todo, hoy es mirada con recelo por sus propios votantes.

Brasil presenta también un menor porcentaje en el ranking de TI dado que el escándalo de Petrobras, con la detención de una caterva de políticos y empresarios beneficiados con coimas, alcanzó su clímax poco después que Dilma Rousseff comenzara su segundo mandato a principios de este año. El patético 13% de apoyo popular que recibe la presidenta así como el rechazo a su predecesor Lula da Silva y al oficialista Partido de los Trabajadores, reflejan la indignación que empuja a la gente a las calles a protestar de viva voz contra las corruptelas. En el vecino país pocos aceptan mansamente aquella antigua y conformista sentencia antes aplicada a algún político deshonesto: "Rouba mas faz" (roba pero hace).

En tanto, la posición de Venezuela al tope de la tabla de TI no puede sorprender a nadie. Al igual que otros movimientos populistas que se alinean en la izquierda, el chavismo, tras ganar el gobierno, ambientó el auge de todo tipo de maniobras ilícitas, en especial las vinculadas a Pdvsa, la gigantesca empresa petrolera venezolana que monopoliza el flujo de moneda extranjera. Mientras Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después entonaban la melodía de la construcción del socialismo, emergía en Venezuela una nueva clase de millonarios enriquecidos con un torrente de dólares mal habidos en un país en donde la relación entre política y corrupción tiene antecedentes.

Por cierto, no solo los países latinoamericanos gobernados por la izquierda presentan datos negativos. TI expone también las malas cifras de Paraguay (28%) y México (27%), dos naciones para nada ejemplares en materia de transparencia.

En este último caso son conocidas las denuncias contra el presidente mexicano Enrique Peña Nieto en relación a la llamativa compra de una mansión por parte de su esposa. Incluso la horrenda masacre de estudiantes que conmovió al mundo aparece conectada a esferas de poder y narcotráfico. En referencia a Paraguay, se insiste con que perviven las prácticas venales que echan dudas sobre la gestión de ciertos políticos y gobernantes.

Es verdad que en países como Brasil y Chile por citar dos ejemplos, se anota una fuerte reacción contra la corrupción. La enérgica actuación de la justicia en el país norteño, con fallos que mandaron a la cárcel a personalidades relevantes, así lo demuestra.

De igual modo es alentadora la reacción de la ciudadanía y el poder judicial en un Chile poco habituado a soportar crisis política por asuntos de ética. Según TI en los países encuestados crece la convicción de que la venalidad de las figuras públicas trasmite hacia el conjunto de la sociedad el peor de los ejemplos. Y además son prácticas que empobrecen a los países pues según un reciente estudio realizado en San Pablo el costo de la corrupción para un país latinoamericano puede superar el 2% del PBI. Así de cara es la costumbre de "meter la mano en la lata".

Editorial

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