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El FA en el país de Dilapilandia

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La opinión pública lo atestigua todos los días. 

Mientras las actuales auditorías constatan la irresponsable dilapidación de recursos públicos perpetrada por las administraciones frenteamplistas, prácticamente todos los dirigentes de la coalición opositora se encargan de "aconsejar" al gobierno que debe gastar más.

A confesión de parte, relevo de prueba.

En el último año ha habido un hostigamiento constante del FA, buscando cualquier excusa para atacar al gobierno. Dependiendo del humor con que se levantan cada mañana, hay días en que reclaman cuarentena total y otros en que exigen el retorno pleno a la actividad. En un primer momento se ensañaron contra el Ministerio del Interior, dibujando un panorama totalmente falso de policías represores que maltrataban a inocentes malabaristas. Cada una de esas acusaciones fue desacreditada con pruebas documentales y la ciudadanía reconoce al ministro Larrañaga con el mejor nivel de aprobación para ese cargo en más de una década.

Entonces resolvieron aflojar por ese lado, desandando incluso una interpelación que habían anunciado con bombos y platillos.

Luego se metieron de lleno en el corral de ramas del cuestionamiento a la compra de las vacunas, que también fue desactivado en tiempo y forma.

Ahora basan su prédica destructiva en el contexto económico. La bandera de largada la bajó Danilo Astori, pontificando desde su Olimpo que el gobierno tenía que gastar más, justo él, que le dejó de herencia cinco puntos de déficit fiscal. Luego vino Daniel Olesker, recomendando privar de trabajo digno a los cuentapropistas y hacerlos depender de la limosna estatal. Ahora se suman Mario Bergara, quejándose de que el gasto social no es suficiente, y la intendenta Cosse, repartiendo alimentos donados a comités de base con cartitas de fe frenteamplista.

Como puede verse, no estamos hablando de exabruptos de trolls o militantes anónimos en las redes sociales. Son declaraciones de personalidades de primera línea del bloque opositor, que mientras gobernaron, dilapidaron recursos en obras faraónicas para lucimiento personal, en subsidios clientelistas, en multiplicación de cargos públicos para asalariar amigos políticos. Y ahora, en lugar de reconocer que aquellas tormentas trajeron estos lodos, optan por la demagogia barata de reclamar más gastos, a sabiendas de que no hay economía que aguante la continuidad del despilfarro.

Como una ironía autoinfligida, acaban de sacar del baúl nada menos que al exvicepresidente Raúl Sendic, quien realizó en una reunión virtual con militantes una declaración que pasará a la historia: "tenemos que defender los intereses de nuestro pueblo y debemos asumir ese papel". Lo dice quien enterró 800 millones de dólares de ese mismo pueblo en gastos superfluos y negocios ruinosos, y a quien su partido político le cede ahora el micrófono para declamar semejante paradoja.

Seguramente abrumado por las críticas ante esta inesperada reaparición pública, el senador Astori declaró ayer a Radio Sarandí que "hay que darle oportunidad a quien se equivocó tan gravemente en su actuación pasada, para que pueda tener la oportunidad de recorrer otros pasos y enmendar su conducta".

La justificación es harto discutible: por equivocaciones bastante menos graves, algunos exdirigentes blancos y colorados fueron borrados del mapa, no debido a insensibilidad de las autoridades partidarias, sino por un mínimo respeto al electorado, que exige probidad y honestidad de quienes lo representan. Pero dando por bueno el perdonavidas que Astori otorga a Sendic, cabe preguntarse si no deberían por lo menos supervisar sus declaraciones, para que no incurra en este tipo de mensajes que hasta parecen dichos en son de burla.

En lugar de reconocer que aquellas tormentas trajeron estos lodos, optan por la demagogia barata de reclamar más gastos, a sabiendas de que no hay economía que aguante la continuidad del despilfarro.

En el fondo, es la reedición de la omertá que los caracteriza, y que hizo a la Mesa Política de la época aprobar aquella insólita declaración que culpaba a una conspiración de los medios por la divulgación de las faltas éticas del entonces vicepresidente de la República.

Y sin embargo, están tan íntimamente convencidos de su pretendida superioridad moral, que no son capaces de entender la defraudación que generan en la ciudadanía con estas abdicaciones.

El goteo permanente de cuestionamientos al gasto social del gobierno, por más que sea falaz, puede ejercer alguna influencia en sectores desfavorecidos de la población, por aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Pero la gente no es tonta: compara formas de gobernar y administrar los recursos públicos, y sabe sacar sus propias conclusiones.

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